Las (no Tan Heroicas) Aventuras de Hans

Capitulo 1: El infortunado nacimiento de una leyenda

Algunos nacen para la gloria: héroes forjados en batalla, estrategas con mentes afiladas como acero templado.
Y luego estaba Hans.

Su historia no comenzó con profecías ni linajes nobles. No hubo estrellas alineándose ni dioses susurrando su nombre.

Nació en una aldea olvidada, hijo de una madre incansable y de un padre inexistente. Aprendió desde pequeño que la vida era dura, pero también que siempre había una forma —por improbable que fuera— de seguir adelante.

Desde el principio, su vida estuvo marcada por una suerte singular. No mala exactamente, porque siempre escapaba del desastre, pero tampoco buena, porque sus triunfos rozaban lo absurdo.

A los once años, mientras perseguía a una gallina rebelde, Hans tropezó con una piedra y rodó cuesta abajo, estrellándose contra un bandido que huía tras saquear al mercader local. Ambos quedaron inconscientes. Cuando Hans despertó, era un héroe: había capturado, por accidente, al criminal más buscado de la región.

A los doce, durante la feria, un dragón joven —más torpe que temible— descendió sobre el mercado. Al escuchar el estruendo, Hans se sobresaltó, soltando el cubo de agua que llevaba. El cubo voló en un arco perfecto y vació su contenido sobre la cabeza del dragón, apagando el fuego que amenazaba con prender. Humillado, el dragón huyó, y Hans fue vitoreado como un salvador... aunque él solo quería recuperar su cubo.

A los trece, en una visita a la capital, llegó tarde a su clase de esgrima. Corriendo, chocó con un ladrón que escapaba con joyas robadas. En el choque, intercambiaron bolsas sin darse cuenta. El ladrón huyó con mendrugos de pan, Hans se quedó con las joyas. Tras la confusión, los guardias atraparon al ladrón y Hans devolvió el botín. Como recompensa, recibió una medalla y un mes de clases gratis.

Su reputación creció: un desastre andante, seguido siempre por victorias imposibles.
"Sargento Torpe" lo llamaban, no como rango, sino como título honorífico. Hans no tenía ejército, ni riquezas, ni un caballo que no quisiera morderlo. Lo que sí tenía era una armadura más remendada que entera, una espada mellada que chirriaba al desenvainarla y una terquedad a prueba de todo.

Así comienza su historia, una donde torpeza y azar se entrelazan, marcando el inicio de una leyenda nacida no de la grandeza, sino del puro y absurdo destino.

En ese momento, Hans se dirigía a una taberna cercana, atraído por un anuncio peculiar: prometían comida gratis al primero que lograra acertar una flecha a una manzana... después de dar cinco vueltas rápidas alrededor de un taburete. Hans, hambriento y peligrosamente optimista, pensaba que, esta vez, nada podía salir mal.



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Editado: 01.05.2025

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