Las princesas de Gremland

Capítulo 1

No podía existir un lugar más grande como lo era el castillo donde residía. Era tan acogedor como intrigante a la vez, con una infinidad de pasillos que todavía no lograba descubrir. Esa gran fortaleza de piedra a la que llamaba hogar, también lo era para muchos sirvientes, empleados al servicio de mi padre y expedicionarios.

Administrado por Dranciel Spencaster, mi padre, el castillo se hallaba ubicado a pocos metros del centro del poblado. Contaba con cuatro torres, de las cuales dos eran destinadas a la observación, mientras que las dos restantes se hallaban orientadas hacia el sur. Subido a cualquier punto elevado de esta formidable estructura, era posible apreciar el resto de viviendas que lo rodeaban y su particular arquitectura, toda diseñada a partir de árboles y, con eso, no sólo me refería a que estaban hechas de madera. De allí en más, el resto era abundante selva espesa.

Nuestra tierra era muy fértil, con armoniosos colores y bellas flores, suelos rojizos con preciosos atardeceres, espesa hierba fresca y lluvias suaves además de refrescantes. Contar con una temperatura tan óptima y una humedad relativamente estable hacía que los árboles se desarrollaran firmes y fuertes para construir las casas de los habitantes de Veronan. Estas eran muy resistentes ya que se transformaban los mismos árboles degradándolos de una manera muy minuciosa. Para ello, existían unos animales especiales que los elfos utilizaban para realizar sus construcciones. Eran únicos, pues no se conocía de otro animal que tuviera la capacidad de ingerir y alimentarse de madera, lo cual ayudaba en gran medida a los elfos; tenían nombre, eran llamados dewoo y eran muy codiciados por Darowan.

En ese momento, retiré mi vista del horizonte. Me había quedado embelesada y a la vez absorta en mis pensamientos observando hacia las lejanas y áridas tierras de Darowan. Unos pasos lentos se oyeron ingresar por la puerta abierta.

—Nyëmura, tengo agradables noticias para ti —anunció mi nana entrando a mi cuarto.

Su entusiasmo disminuyó de inmediato en cuanto se encontró conmigo.

—Pareces perdida, pequeña. ¿Por qué tan pensativa? ¿Sucede algo? —me preguntó con preocupación.

—Tan sólo me pregunto cuándo desaparecerá este conflicto. ¿Por qué en los dos reinos hay tanto odio? —de inmediato levanté la mano interrumpiendo su habitual respuesta—. Conozco la historia, nana Shaa... Tú que eres tan sabia y has pasado por tanto, ¿alguna vez se hallará la paz?

—Es... probable. Pero deberá haber mucha cooperación entre ambas partes. Eso quedará en manos de las futuras generaciones, pequeña. El cambio debería de comenzar ahora mismo y temo que eso no ocurra nunca. Sería cuestión de...

—¿Un milagro? —continué por ella.

—Efectivamente, mi niña. No deberías agobiarte con tales preocupaciones. Así sólo cansarás tu mente y tu espíritu. Tienes que continuar manteniéndote serena para desarrollar tus habilidades, tal y como debería hacerlo una Spencaster. Así, algún día...

—Ay, nana, no empieces de nuevo —la interrumpí con impaciencia—. Nunca podré desarrollar esas habilidades.

—Eso sólo pasa porque aún no crees en la magia.

—Pero —negué repetidamente con la cabeza—, no puedo poseer tal don. Usted debe comprender.

—Eso, querida, es imposible —contradijo casi a punto de reírse—. Eres hija y heredera de los Spencaster. Tan sólo debes tener paciencia. Quizá con más entrenamiento, tus poderes puedan iniciarse...

—Bueno, nana, pero, ¿hasta cuándo? —suspiré y luego encogí los hombros—. Hasta ahora no dan señales de que se manifiesten en mí —dije bajando cada vez más la voz.

—Eso es porque no me permitiste anunciarte las noticias que te traía —dijo elevando mi mentón—. Mañana saldremos fuera del castillo.

—¡Pero eso es imposible! —me sobresalté con los ojos bien abiertos—. ¡Si mi padre no permite que salga a ningún lado!

—Pues le convencí. Son muchas las razones del por qué ya deberías tener activo tu poder. Necesitamos que aprendas. Necesitamos de ti, Nyëmura —tocó mi hombro con afecto y luego salió de mi habitación.

Me senté en el borde de la cama reflexionando sobre esas supuestas habilidades. Recuerdo que cuando apenas había comenzado a explorar el mundo y salir fuera del castillo, me había encontrado con una de esas criaturas tan simpáticas. Estaba convencida de que el dewoo sería amigable por sus ojos tan sobresalientes, adorables y su comportamiento tan inofensivo, y lo fue, hasta que me dio una brusca patada que me envió volando directo hacia una roca. Caí apoyada sobre mis codos, pero mi pie había sufrido una herida considerable y perdía abundante sangre. Cuando mi padre llegó conmigo en brazos a mi habitación, esta había desaparecido por completo. Se había curado sola, casi mágicamente. Fue la mejor noticia que mis padres pudieron obtener, ya que aseguraban que también poseía el poder del linaje Spencaster.

Sin embargo, todo se oscureció una trágica mañana en la que mamá cerró sus ojos para siempre. Una desconocida y reciente enfermedad que comenzaba a azotar Gremland había consumido sus fuerzas. Nadie que perteneciera al círculo de médicos del castillo y ni siquiera el inmenso poder de papá lograron salvar a mamá de la muerte. Fue una pérdida tan terrible para el reino de Veronan y sobre todo para nosotros. Todavía sé que él continúa culpándose porque no pudo salvarla; no sólo a ella, sino también en los años siguientes a muchos habitantes de Veronan. La misma reina Spencaster, con todo su poder y todo su potencial, no pudo salvarse a sí misma.

Con el paso del tiempo, fui creciendo y al adquirir conocimiento y mayor madurez mental me iniciaron en entrenamientos para despertar mi poder. Debía meditar por largas horas y probar mis habilidades curando a animales enfermos, cabe decir que sin resultado alguno. Distintos tipos de animales del reino eran traídos al castillo, y yo, no podía hacer nada para curarlos, hasta que, de pronto y por fin, se suspendieron aquellas pruebas.




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