Las princesas de Gremland

Capítulo 10

El salón de conferencias del reino estaba lleno de elfos, unos cuantos permanecían sentados, pero el resto, en su gran mayoría, estaban de pie expectantes a cualquier anuncio que diera inicio a la reunión. Cada uno de ellos se habían congregado para saber más acerca de aquella impactante novedad que se difundía por todo Veronan. Nuestra agua... ¡Estaba contaminada! Y suponía un grave peligro para la comunidad élfica. Desde mi asiento, noté la mirada curiosa de muchos elfos hacia mi padre. Esta era, sin dudas, una prueba determinante en varios años de conflicto que demostraría cuánto él se preocupaba por la salud de los habitantes de Veronan. Thasel, el expedicionario, carraspeó sonoramente y así se ganó la atención de todos los presentes.

—Envié a algunos de nuestros jóvenes expedicionarios a verificar nuestras sospechas y, lamentablemente, ya tenemos confirmadas las respuestas. Iré directo al grano —anunció deteniéndose en el rostro de cada uno de nosotros—. Darowan está arrojando desechos químicos —confirmó con un asentimiento al tiempo que veía nuestro asombro—. Resulta que está ampliando el suministro de agua potable de sus habitantes, por lo que cada ciudadano de Darowan obtendrá agua sin recurrir a caminar largas distancias para retirar cubos y cubos de agua del río Sula.

—¿Y qué haremos nosotros?

—Paciencia, Sileth —pidió Thasel con calma—. Es por eso que ahora debatiremos. Como les iba diciendo, el contaminante que se está vertiendo es... plomo.

—¿Plomo? —preguntaron todos y Thasel se limitó a asentir.

—Lo están utilizando para la construcción de las tuberías.

—No puede ser. Es altamente contaminante —me atreví a intervenir—. ¡No sólo sufriremos nosotros, sino también ellos!

—Princesa, por mi parte, no me interesa lo que le pueda suceder a los habitantes de Darowan —me contestó Thasel con dureza—. Sólo quiero saber, ¿qué medidas se tomarán para que Darowan deje de arrojar sus desechos a Veronan?

—En primer lugar —tomó la palabra mi padre—, hasta que el aljibe vuelva a tener agua potable, no nos quedara otra alternativa que beber el agua del bosque congelado de Tece —dijo mi padre. Luego de unos segundos, añadió—: Claro que habrá que ir hasta el sur y derretirla.

—¡No es justo! —exclamó Sileth—. ¿Nosotros tendremos que conformarnos con agua derretida?

—¡Sileth! —la llamó Thasel—. ¡No cuestiones lo que el rey dice! —la reprendió.

—Lo siento, su... excelencia —se disculpó Sileth con mi padre. Luego agachó su cabeza avergonzada y con obediencia. Era la primera vez que la veía ruborizada y tan consternada. Presentí que se trataba más por cómo Thasel la reprendió que por cuestionar a mi padre, ya que ella poseía un auténtico espíritu rebelde.

—Y, en segundo lugar —continuó mi padre—, vamos a incrementar aún más los impuestos a Darowan, pero esta vez seremos inflexibles con el monto que deberán contribuir.

—Muy bien, su excelencia. Así se hará y se hará saber a todo Gremland —finalizó Thasel.

Todos los presentes se sentían un poco decepcionados con la propuesta de mi padre. Parecía que pretendían medidas mucho más drásticas y rigurosas contra Darowan dada la complejidad de la situación. El ambiente se sentía muy tenso y era visible el descontento que provocaba esta novedad una vez más. Poco a poco, los elfos presentes se fueron retirando entre sonoros murmullos para continuar con sus habituales actividades.

Mientras tanto, me quedaba pensando que Darowan estaba cometiendo un gravísimo error. Estaba probado que el plomo era un pésimo material para construir tuberías, así sólo contaminarían sus propias aguas y provocarían grandes males a su gente. ¿En qué estarían pensando? Si tan sólo alguien pudiese ir hasta allí y advertirles...

—Hija, vamos. Todos se han retirado ya —mi padre me habló, sacándome de mi ensimismamiento.

—Sí, vamos.

Caminé cabizbaja y con lentitud a su lado. Los elfos de Darowan no merecían tanta desconsideración y desprecio por parte de Veronan. Estaba segura de que no sabían a qué riesgos se exponían tratando de brindar una calidad de vida y un futuro mejor para sus habitantes. Impedir que sus elfos no recurrieran al río Sula pero que bebieran agua contaminada era algo que no podía siquiera considerarlo. ¿Pero cómo podría llegar yo hasta Darowan? Y lo que era más preocupante... ¿A quién me dirigiría? ¿Cómo podría advertirles de esa desafortunada decisión?




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