Las princesas de Gremland

Capítulo 11

Mientras mi madre bebía un té en el gran salón del castillo, me esforzaba en bordar con meticulosidad un pañuelo. Por mi parte, ya había bebido el mío y me concentraba en mi tarea. Era un gran gusto que mi madre no cuestionara mis modales, los cuales distaban un poco de ser los más adecuados y esperables para una dama. Solía ser algo tímida y desconfiada con los extraños, además de un poco torpe en los elegantes eventos de gala. Ella me permitía ser tal cual era, sin restricciones, a diferencia de mi padre. Si él supiera que había derramado el té sobre uno de los manteles, me regañaría. Nada de lo que yo hacía, estaba bien a sus ojos. A veces llegaba a pensar incluso que se avergonzaba de mí.

Un portazo estridente me desconcentró de mi tarea y acabé pinchándome el dedo con la filosa punta de la aguja. Mordí mi labio inferior con fuerza aguantando el punzante dolor en mi pulgar. Mostrar debilidad ante cualquier situación era algo que no agradaba a nuestro padre. Escondí mi dedo junto con el pañuelo arrugado en mi regazo. A él se le notaba realmente furioso.

—¿Qué sucede, Eresso? —se apresuró a preguntarle mi madre.

—Me acabo de enterar que Dranciel elevó aún más nuestros impuestos.

—Pero tiene que haber una explicación para eso... —cuestionó nuevamente mi madre.

—Vayamos adentro a conversar —le pidió mi padre tomándola delicadamente del brazo y viéndome de reojo.

Desde mi ubicación, vi cómo abría la puerta para que mi madre entrara a su despacho. Para mí, era bastante común ser ignorada por mi padre ya que nunca se me hacía partícipe de las conversaciones del reino. Mi papel era muy desestimado en casi todos los ámbitos del castillo y además no tenía participación alguna en las reuniones ni conferencias. En cambio, mi hermano Draksael, participaba en todas las intervenciones, aunque sea brevemente y en silencio.

Sabía de sobra a las reprimendas a las que me exponía, pero me atreví a acercarme y escuchar desde detrás de la puerta.

—Así que ahora Dranciel manda a firmar nuestro documento de trato comercial con su joven hija... —dijo arrastrando las palabras—. De seguro no será más que una chiquilla ignorante.

—¿La hija de Dranciel y Mara Spencaster?

—Sí. Hasta tiene un sello. ¿Puedes creerlo? —preguntó burlón.

—Tal vez confía en ella mucho más de lo que tú en tus dos hijos —dijo mi madre con rudeza.

—Tranquila, Riel. Tengo dispuesto un provechoso futuro para mis dos hijos. Draksael será el futuro gobernante de Darowan cuando yo envejezca y ya no pueda cumplir más mis funciones.

—¿Y Kathrin? —se inquietó mi madre con preocupación.

—¿Kathrin? No te preocupes por ella. Con sus veintiún años, ya va siendo hora de que piense en el matrimonio. Es una joven demasiado infantil y ya tiene que madurar.

Ahogué un suspiro de consternación y me tapé de inmediato la boca con una mano.

—¡Eresso, no pretendas que con eso madurará!

—Es que me he enterado de que hay alguien muy interesado en ella. Tranquila. Es un buen joven, trabajador, responsable, le garantizará un buen futuro, tiene título y una buena dote.

—¿Por qué tan sólo piensas en la dote y en el dinero?

—No sólo pienso en el dinero. También quiero nietos. ¿Acaso no quieres nietos tú también, Riel?

—¡Claro! —respondió mi madre con una voz demasiado jovial y alegre—. Más que a nada en el mundo.

Sofoqué un grito profundo proveniente de mi interior al escuchar a mi madre. Ella se hallaba totalmente complacida con la idea de mi padre. Y... no dejaba de pensar que padre ya tenía preparado un futuro para mí y sin mi consentimiento. Jamás lo creí capaz de algo así, ni siquiera me había consultado sobre decisiones que impactarían con profundidad para toda mi vida. Esto era demasiado cruel... La boca se me secó y me alejé de la puerta con mis manos aun temblando para marcharme de allí.

Corrí desesperada y sin una dirección fija. Sólo sabía que quería huir de allí tratando de olvidar esa conversación que rememoraba a cada instante. Mi vista estaba nublada y cargada de lágrimas sobre mis ojos, pero nada me impedía que me desplazara a gran velocidad esquivando los obstáculos que se interponían en mi camino.

Fuera del castillo, me aproximaba a las ruinas que estaban cerca del cementerio. No temía a que estuvieran cerca del cementerio, porque sabía que allí descansaban nuestros ancestros. Llegué hasta un monolito antiguo y tuve que apoyarme sobre el mismo para que mis piernas no cedieran. Las lágrimas abundantes no tardaron en aparecer y quemar la piel sensible de mis mejillas. Era inútil seguir conteniéndome. El futuro que me esperaba, me dolía como nunca antes, así que sin más lloré.

—¿Kathrin?

Escuché de pronto y reconocí perfectamente la voz. Limpié mis mejillas con el pañuelo, pero no era suficiente para el mar de lágrimas que se desataban de mis ojos.

—Kathrin, ¿qué pasa? —me preguntó Taiel acercándose. Su gentil rostro lucía visiblemente preocupado invadiendo mi espacio personal.

—Nada, no es nada —sollocé ocultándome y girando el rostro para un costado.

—Algo te pasa... Estábamos entrenando aquí con tu hermano y te vi correr.

—Entonces ve a seguir ayudando a mi hermano —endurecí la voz.

—Lo siento, Kathrin. Sé que tan sólo soy el hijo del herrero, pero también eres mi amiga. Me merezco la consideración de que me cuentes qué te pasa.

—No lo entenderías —oculté mi cara entre mis manos.

—Por favor, cuéntame —pidió él liberando mi rostro.

—Es... es mi padre. Él quiere casarme.

—¿C-cómo?

Vi cruzar algo indescifrable en los ojos de Taiel. Como si estuviera sorprendido, pero a la vez también se sintiera notoriamente enfadado. ¿Podría la rabia y la irritación ante la novedad estamparse en su rostro? ¡Imposible! Sólo éramos amigos y, aunque quisiera, él jamás tendría ojos para mí. Me lo ha demostrado a través de los años, soy como una especie de hermana para él. Además de que pertenecemos a mundos y clases sociales muy distintas. De seguro el impacto de la noticia fue lo que lo dejó tan perturbado como a mí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.