El mal tiempo que había perdurado durante los últimos dos días ya había cesado. El día se encontraba espléndido, los rayos del sol iluminaban todo el paisaje lejos del castillo y no eran lo suficientemente potentes como para causar extremo calor. Transitaba con la nana Shaa hacia la mítica fuente de nuestra diosa mientras Ellor se quedaba a una distancia prudencial para no interrumpir nuestra sesión de entrenamientos. Esta vez pondría toda mi disposición para aprender esa magia curativa.
Cuando llegué hasta la fuente, observé la escultura de mármol. No pude evitar recordar cómo su leyenda había sido transmitida de generación en generación. La historia mitológica de nuestros dioses era conocida por todos en Veronan. Lolmeriol y Círceleb eran dos jóvenes enamorados que no pudieron vivir su amor a causa de los padres de ambos, por lo tanto, al ver su amor truncado prefirieron la muerte. Lolmeriol, frustrado, estalló consumido por sus propias llamas en Darowan y, Círceleb, desdichada e infeliz, se convirtió en un huracán de gran categoría sepultándose en los mares en Veronan. Era una historia muy triste y de gran sacrificio, ya que ambos amantes al destruirse generaron que ambas tierras surgieran y tomaran forma hasta lo que se conoce hoy en día. Era increíble que la rivalidad persistiera hasta la actualidad.
—Muy bien, Nyëmura —dijo la nana deteniéndose—. A meditar.
—Como sea dispuesto.
Me posicioné para meditar concentrándome como estaba acostumbrada. Desde que había vuelto a retomar los ejercicios, había notado un pequeño cambio en mí. Aunque me costara meditar, había notado algo de progreso. Escuchaba el canto de las aves, el fluir de los cursos de agua dulce, la fuerza vital y vibratoria de la tierra; era como si pudiera conectarme plenamente con la energía de la naturaleza. No quise contarle a Shaa porque no quería inquietarla y producirle falsas esperanzas. Quería estar plenamente segura de lo que me sucedía.
Abrí los ojos reconociendo nuevamente en mis manos esa sensación extraña como cada vez que meditaba, pero cuál fue mi sorpresa cuando hallé a Shaa levitando. Ella se encontraba en la misma posición que la mía sólo que se elevada flotando en el aire. Su rostro visiblemente arrugado lucía una calma y un estado de relajación absoluto.
—¡Nana! ¿Qué te ocurre? —susurré—. ¿Estás bien?
Ella descendió de una manera pausada hasta volver a quedar sentada sobre el suelo.
—Estoy bien.
—¿Qué fue eso? ¿Cómo pudiste?
—Es un modo de canalizar la energía.
—Increíble... ¿Puedo hacer eso? —le pregunté entusiasmada.
—Claro, mi niña. Sólo que en vez de concentrarte en el material viviente debes concentrarte en el silencio. Suprime tus pensamientos, relájate y vive el aquí y el ahora.
—De acuerdo. Lo intentaré —dije emocionada por probarlo.
Cerré mis ojos e intenté no pensar en nada, pero sentía el obstáculo que bloqueaba y atravesaba mi mente. Cada vez que lograba elevarme, quedaba suspendida por unos pocos segundos y caía sentada bruscamente sobre el suelo.
—Ay, Nyëmura, que eres terca. Si tuviera que contar las veces que has caído con tu noble trasero sobre el suelo... —dijo Shaa riendo—. Niña, eres igual que tu padre.
Suspiré resignada y encogí mis hombros.
—Nana, ¿alguna vez seré capaz de curar? —me atreví a preguntarle. La pregunta estaba rondando por mi mente bastante últimamente.
—Claro que sí. Sólo necesitas más fe. Pero verdadera fe en ti misma.
—Quisiera poder curar a todos los elfos de Gremland. Salvarlos.
—Eso es un acto de bondad muy noble, mi niña. Pero si te refieres a la enfermedad del cosmos... recuerda que aún no hay mucha investigación sobre ello —contestó. Luego de una pausa, continuó—: Tengo fe en ti. Sé que lo lograrás.
—Gracias.
—Bueno, creo que deberíamos regresar al castillo. Ha sido demasiado esfuerzo para ti en esta sesión desde que retomamos los entrenamientos.
Me paré y seguí a mi nana hasta el encuentro con Ellor.
Los tres regresábamos al castillo cuando pasamos justo frente al punto de intercambio. Fue en ese momento, que se me ocurrió una brillante idea.
—Nana, ¿puedo quedarme un momento con Elwa?
—Creo que... no sería lo correcto —respondió algo dubitativa.
—Sólo un momento... —le rogué—. Después le pediré que me acompañe al castillo.
—Bueno, está bien. Pero regresa temprano, por favor. Que sea antes del anochecer —pidió accediendo.
Shaa y Ellor se alejaron rumbo al castillo. Cuando los perdí de vista, me quité la diadema de oro y escuché a mis espaldas:
—Princesa, ¿por qué tanto engaño? ¿Qué gana usted yendo a Darowan? Eso es un auténtico peligro.
Dejé la diadema en su mano.
—Esta es una oportunidad perfecta, Elwa. Desde que son menos frecuentes las flotas de intercambio con Darowan, ya no puedo llegar tanto hasta allá. Sí o sí debo persuadir a la princesa de que construir tuberías con plomo no es bueno.
Me puse unas ropas totalmente acordes con las de una plebeya para pasar desapercibida como siempre mientras un wingator se acercaba volando a lo lejos. La pesada criatura llegaría en cualquier momento a nuestro lado.
—Si su padre se enterara de que colaboro con usted en esta empresa, no sé qué sería de mí.
Reí con gracia.
—Tranquila, Elwa. Nadie me descubrirá —prometí besando su mejilla.
—Se acerca. Buena suerte, princesa.
—Gracias por todo.
Contuve la risa cuando Elwa engañaba al elfo de Darowan y, entonces, me escondí en el depósito detrás del lomo del animal. Cuando el wingator se elevó, supe que el conductor ya estaba montado en la parte frontal del animal. Levanté un poco la manta y saludé a Elwa con la mano. Luego, volví a esconderme.
Desde que había conocido a la princesa de Darowan, nos habíamos vuelto muy amigas y no dudé en hacerle saber mi opinión respecto a Darowan y a su gente. Ellos no merecían tener un rey tan desconsiderado y, además, había descubierto que no todos los elfos de esa tierra eran hostiles, pues había conocido a varios, entre ellos, a los que recibían un trato bastante desconsiderado. Elwa fue una de las únicas que también mostró un poco de compasión por los elfos de aquella tierra y ha colaborado conmigo hasta tal punto de formar parte de mi engaño. Sé que lo que hago no está bien, debido a que me infiltro en territorio enemigo e incumplo con la ley, pero es por una noble causa.