Las puertas del Inferis

•6. ESCULTURA DE METAL•

"En la locura y suciedad de esa triste escena terrenal"
Hozier – Take Me To Church

⚜️
 

MAEL

Decir eso fue mala idea.

Su rostro se volvió pálido, su cuerpo se puso rígido y entreabrió su boca, pero no dijo una palabra. Dió un paso hacia atrás e intente acercarme, pero volvió a alejarse.

En tan solo unos segundos, Lea había levantado una barrera invisible entre ambos. Su mirada cambio y se puso sería, pero supe que continuaba impactada por mis palabras.

-Eso... eso...-susurró asustada con los ojos muy abiertos- eso es imposible, yo no soy rara, soy normal.

Eso dolió, ¿estaba intentando decirme que yo era bicho raro?

-Eres normal, Lea, pero no creo que una simple humana- aseguré buscando su mirada.

-¿Cómo puedes suponerlo? ¡No me conoces! -Exclamó desesperada y ya no sabía qué decir para que mis palabras no sean mal interpretadas.

-Tan solo lo sé, lo siento. ¿Por cuál razón buscaría tu exnovio usarte y matarte si eres una ordinaria humana? - contesté exaltado y automáticamente me di cuenta de que no debería haber dicho esas palabras.

Pero ya era tarde, Lea me observaba con un odio y desprecio inconfundible que me hería hasta el alma. La culpa me absorbió y al momento me disculpé, pero no volvió a contestarme.

Nuestro segundo encuentro estaba siendo un poco... intenso.

Pasamos de timidez, a la comodidad y finalmente a la discordia en tan solo media hora. Pero lo dicho, dicho está. Sabía que había sido cruel, pero su actitud me sacó de mis casillas.

Si algo me caracterizaría, no sería la perfección en absoluto.

Cometo errores, como lo acabo de hacer, constantemente y más de lo que me gustaría. Pero solo tengo 22 jodidos años, me falta mucho que aprender y cambiar. Hago mi mejor intento, pero muchas veces no es suficiente. No fue suficiente para salvar a mis padres, para salvar a Alanís, para conseguir el apoyo del Consejo y tampoco lo seré para cerrar esas malditas puertas solo.

No soy perfecto, nunca lo fui, ni tampoco busqué serlo. Pero sé que soy real.

También sé, que no estoy solo. Dagny y Esdras harían todo por mí, como yo haría todo por ellos. Y de una manera u otra, ahora también la tengo a ella.

-De verdad lo siento Lea, muchas veces soy un idiota- me sinceré. -No te conozco, pero sé que no merecías lo que el Strigoi te hizo. Tampoco lo que le pasó a Alanís.

-Está bien- murmuró muy despacio y cortante.

Di dos pasos hacia ella quedando muy cerca, podía sentir su respiración entrecortada. La ponía nerviosa mi cercanía, algo que me pareció sumamente tierno. Su pecho se inflaba de una manera acelerada combinando con los latidos de mi corazón.

-Pero quiero que sepas que, a partir ahora, nadie más podrá lastimarte. – Tomé una de sus manos y las puse a la altura de mi pecho. -Alanís me hizo jurar que te protegería y lo haré. No solo por ella, sino por ti, porque mereces vivir. Yo te cuidaré, puedo asegurarlo.

En todo este tiempo no había dejado de mirarla a los ojos para que sepa, que estaba diciendo la verdad, de que podía confiar en mí.

Lea me dedicó una sonrisa de labios sincera que me sirvió para confirmar que ellos eran perfectos. Sus penetrantes ojos calaban dentro de mí. 
 

-Sabes...- Comenzó hablar luego de un rato en la misma posición soltando mis manos y agarrando las blancas barandas. Su distancia me dolía, pero no le di importancia. -Lo que más me impacta de todo lo extraño que está pasando, es que no podré tener de la hermosa presencia de Alanís nunca más en mi vida.

Su mirada se volvió melancólica, su voz rasposa y sus ojos se cristalizaron por las lágrimas reprimidas. Me entristece mucho ver su dolor. Solo espero egoístamente que no llore, porque no tendré idea de cómo consolarla.

Otra cosa agregada a mi lista de imperfecciones: no saber consolar a una mujer.

-Ella lo era todo. Jamás necesité más amor del que ella me entregaba todos los días desde la primera vez que pisé la casa. Fue un ángel enviado especialmente a llenarme de felicidad cuando yo no lo merecía, nadie en este mundo merece el puro amor que Alanís daba. - Cuando terminó de hablar, las lágrimas ya corrían por su rostro y yo estaba tenso, me destruía verla llorar y no poder consolarla.

-Es horrible saber que ya no llegaré a casa y estará esperándome para almorzar, cantando las melodías más hermosas que voy a recordar en mi vida y moviendo su cuerpo al ritmo de la música; nunca más me regañará por no abrigarme suficiente- dice entrecortadamente. -Todo porque ella se ido para siempre. La asesinaron en mi rostro Mael, y no pude hacer nada.

Como acto reflejo acorto la distancia que nos separan y nos fundo en un abrazo con miles de sentimientos tristes que existen en ella. Hunde su rostro en mi pecho y siento la humedad de sus lágrimas contra mi camisa. Acaricio de manera lenta su cabello susurrando que todo estará bien, que ya pasó y que nadie volverá hacerle daño jamás.

Sin saber lo que estaba a punto de suceder cuando algunas esculturas del jardín, estallan.

Desde la oscuridad surgen unos gigantes seres con apariencia y tamaño de osos, pero demoníacos. Sus musculaturas están muy marcadas, dándoles un aspecto escalofriante. Tienen unas garras inmensas, cubiertas de pelos de color verde. como en parte sus cuerpos. Sus pieles varia el marrón y el verde.

-Yaoguai...-Susurro impactado.

-Entrega a la chica, hechicero- dice el demonio con una voz escalofriantemente infernal, como si hubiera escuchado mi susurro.

-Qué se...- Lea no termina de hablar porque la empujo con fuerza tras de mí cuando una de las bestias mitológicas chinas se lanza cerca nuestro.




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