Las reglas del amor

1. De posesiones y muebles

Como su hermana mayor, Lea, estaba embarazada otra vez y de un hombre que no era su esposo, Ivy se vio en la obligación de encontrar un empleo durante sus vacaciones de verano.

Su amiga Elisa le consiguió un acuerdo para que trabajara como pasante con uno de los arquitectos más famosos del país y su socio en ArcheStudio.

Una pasantía no le venía mal. Ivy trataba de verle el lado positivo. Obtendría experiencia, aprendería de los mejores arquitectos y sumaría puntos para el siguiente año de universidad.

Mor, su hermana del medio le ayudó a elegir prendas sobrias, para nada llamativas, para su primer día de trabajo. Quería que se viera formal y elegante, no como una joven atolondrada que estudiaba diseño de interiores y creía que era una sala luminosa en Francia.

—Pero es horrible —protestó Ivy cuando se vio en el espejo.

Una camisa blanca cerrada hasta la garganta y una falda apenas por encima de la rodilla.

—Es perfecto —dijo Mor, estirándole la falda.

—Pero voy a trabajar en un estudio de arquitectura, no en una morgue —refutó desanimada.

—Insisto, es perfecto. —Mor solo conocía dos colores: negro y blanco.

Su vida era exactamente igual.

Ivy murmuró entre dientes algo negativo sobre su ropa y al ver la hora, supo que iba tarde y que no tendría tiempo para armar un nuevo atuendo con el que lucirse en su primer día. No le quedó de otra que irse luciendo como una fotocopia triste.

Pidió un taxi para no llegar tarde y se encontró con su amiga, que estaba esperándola en las afueras del edificio, tan impaciente que Ivy supo que era real.

En el camino pensó en cómo sorprender a Mason Donovan, el arquitecto con el que trabajaría durante casi tres meses.

Estaba impaciente por aprender de él y ansiosa por regresar a clases y alardear que había trabajado con él. Sería la envidia de la clase y el ejemplo de sus maestros.

Pasante de Mason Donovan.

—El señor Blackwood está esperándote —dijo su amiga, con tanta emoción que Ivy no alcanzó a procesar la verdad.

Fue un golpe duro de realidad y terror.

—¿Hunter? —preguntó horrorizada y tragó duro apenas dijo su nombre—. Pero pensé que trabajaría para Mason… —De la nada empezó a temblar.

El bueno y amable Mason Donovan. Terreno seguro.

Su amiga se rio.

—Cambio de planes, bebé —dijo divertida y se colgó de su brazo para ofrecerle un primer recorrido por sus nuevas oficinas—. Hunter se lastimó un brazo esquiando en las vacaciones y como no piensa tomarse el reposo médico porque es un trabajólico loco, exigió una asistente o pasante… y ahí entras tú.

Elisa la miró con preocupación.

—¿Qué? —A Ivy no le gustó cómo se escuchaba eso.

—Ay, no te vayas a desmayar, no ahora —advirtió Elisa, conociendo su… condición.

Ivy apretó los dientes y trató de concentrarse. Tenía que respirar para calmarse.

—No puedo trabajar para Hunter, dicen que es como el diablo en la tierra —refutó Ivy con cobardía.

Su amiga enarcó una ceja al escuchar sus ocurrencias y con diversión le dijo:

—Es una buena persona. —Ivy no se mostró muy convencida—. Una vez, para el día de madres, le dio a mi madre una tarjeta de descuento para el Templo de Bambú.

Su amiga suspiró enamorada. Era obvio que no veía al demonio porque… sus ovarios gritaban otra cosa.

Ivy enarcó una ceja.

—¿No es un club de desnudistas? —preguntó incomodada.

—Da igual —dijo su amiga—. Lo que importa es el gesto. —Suspiró otra vez—. ¿No te parece romántico?

—Asqueroso, de hecho —respondió Ivy y tragó duro cuando vio a Mason Donovan en su oficina.

Apenas las vio, no dudó en salir de su oficina para recibirlas. Era un elegante arquitecto de presencia innegablemente dominante. Postura segura, con una actitud que imponía respeto. Cada movimiento, sonrisa y mirada, siempre calculada.

—Elisa, bienvenida a otro año con nosotros —saludó Donovan, sonriente—. ¿Ella es nuestra nueva pasante? —Fijó sus ojos en Ivy con curiosidad.

Elisa sonrió animada. Ivy quiso morirse en ese momento. Tener la mirada azul de Donovan encima era un maldito sueño.

—Así es, Señor Donovan. Ella es Ivy Leroy y estudiamos juntas y estoy segura de que será un gran aporte para ArcheStudio —dijo Elisa con alegría inquietante.

Ivy tuvo miedo por primera vez en su vida. ¿Un gran aporte? Ella apenas existía. Y ni siquiera era buena haciéndolo.

Dios mío, no existía nadie en su familia que lo fuera. Todas eran un maldito desastre.

—Es un honor trabajar con usted, señor Donovan —dijo Ivy contra su voluntad.

Se tuvo que obligar a hablar porque estaba quedando como una pasante sin modales.

Donovan se rio. Ivy y Elisa lo miraron boquiabiertas. Cuando se reía era mucho más maravilloso.



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En el texto hay: magia y amor, juegossucios, familia loca

Editado: 20.01.2025

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