• Prefacio

No sé si vivir una mentira fue lo que hice, pero dentro de ella puede darme cuenta de que lo que hacía era lo mejor que me había pasado. Estar en un juego que solo yo comprendía; uno en el que el destino me enseñó la otra cara de la moneda, y en el que salí perdedor. Fue un duelo del que fue difícil salir vivo. Un reto que me hizo pelear y perder con mis propias armas. Pero de todo ello, lo peor es saber que no puedes hacer nada para cambiar lo que has provocado.

¿Han oído hablar de la tercera ley de Newton? Pues, descubrí que de toda acción se obtiene una reacción de la peor manera. Lo supe cuando el tiempo me lo hizo saber por medio de condenas. El tiempo o el destino.

El destino es la cosa más extraña de la que un día pensé hablar, como también la menos esperada y deseada. No sabría cómo definirlo, si como un buen amigo o el peor de los enemigos. La vida había sido para mí un títere al que controlaba a mi antojo, hasta que ella apareció y me dio una gran lección: Sandy Tinley, la persona a la que le debo mis días y la vida misma. Ella fue la persona a la que más amé y seguiré amando por el resto de mis años, días y cada segundo de mi triste y ajena existencia.

Mi historia, su historia y nuestro destino... Quizá no comprendan lo que digo, tal vez es tonto creer que todo está escrito en el libro de la vida, también lo creía, pero en un abrir y cerrar de ojos comprendí que hay un poder superior al que no podemos desafiar; llamémosle Dios, vida o destino.

¿Mi nombre? Eso en realidad no interesa, lo que importa aquí es cómo una pequeña mentira logra destruir lo más hermoso. Les contaré sobre el cuento de hadas que se convirtió en una pesadilla y en una eterna tortura. Los colores en nuestra historia se perdieron y lo dejaron todo muy frío y gris.

Lo que estoy por contarles les hará creer que lo nuestro fue como uno de esos cuentos donde el amor es rosa y triunfa al final. Pero no les recomiendo confiar en mi palabra, ya que después de todo solo es el relato de un viejo que vive dentro de un libro.