Las rosas doradas

Capítulo 3

"En un mundo que nos niega el derecho a soñar, deberíamos ser las arquitectas de nuestro propio destino. No es solo por nosotras, las privilegiadas, que levantamos nuestra voz, sino por aquellas que no la tienen, aquellas cuyas vidas están marcadas por el silencio y la sumisión. Que nuestras acciones hoy siembren las semillas de un mañana donde las mujeres puedan caminar libres y con dignidad, reclamando el lugar que por justicia nos pertenece."

(3 de mayo de 1769. Diario de Mary Patel)

La noche había caído y el internado estaba en completo silencio. Las luces de los candelabros en los pasillos habían sido apagadas, y las alumnas estaban supuestamente dormidas en sus camas. Maria Pia, Arianna, Celine y Kristen se encontraban en su habitación, acostadas bajo las mantas, pero sus corazones latiendo con rapidez.

—Recuerden, cuando la señorita Frona pase por aquí, todas debemos hacernos las dormidas —susurró Maria Pia desde su cama.

—¿Están seguras de que esto es una buena idea? —preguntó Celine en voz baja, algo nerviosa.

—Totalmente segura —respondió Kristen, que compartía la misma excitación que Maria Pia.

—No podemos dejar el diario allí. Es nuestro deber protegerlo —añadió Maria Pia.

—Silencio, viene la señorita Frona —advirtió Arianna, quien había estado escuchando con atención.

Las cuatro jóvenes cerraron los ojos y se mantuvieron inmóviles. La puerta de su habitación se abrió con un suave chirrido, y las pisadas lentas y controladas de la señorita Frona resonaron en la habitación. La mano derecha de la directora las observó detenidamente, asegurándose de que todas estuvieran dormidas. Después de un breve momento, cerró la puerta con un suave clic y continuó con su recorrido nocturno.

—¿Ya se fue? —susurró Kristen, apenas abriendo un ojo.

—Sí —respondió Maria pia, levantándose con cuidado de su cama —. Es ahora o nunca.

Con sigilo, las cuatro jóvenes se levantaron y se pusieron sus batas de noche y zapatillas. Se aseguraron de no hacer ruido mientras salían de la habitación y comenzaron su aventura nocturna por los oscuros pasillos del internado.

—Debemos ir al cuarto de castigo y recuperar el diario —indicó Maria Pia en un susurro —. Pero debemos tener cuidado, la señorita Frona todavía podría estar rondando.

—El cuarto de castigo está en la parte trasera del jardín, en el ala este —añadió Celine, tratando de recordar el camino. —Podemos tomar el pasillo detrás de la cocina para evitar ser vistas.

Las demás asintieron y avanzaron sigilosamente, escuchando cada sonido y cuidando cada paso. El internado, que durante el día era un lugar lleno de vida, ahora parecía un laberinto inquietante. Sus sombras se alargaban en las paredes, y el crujido del suelo bajo sus pies parecía amplificado en la oscuridad.

Una vez que salieron al jardín, corrieron hacia el famoso cuarto de castigo, el cual estaba completamente a oscuras. A tientas dieron con el mueble donde sabían que se encontraba el diario de Mary Patel.

—¡Lo tengo! —clamó Maria Pia con una sonrisa tan amplia, que a pesar de la oscuridad sus amigas lograron verla.

—Vámonos —añadió Arianna.

Cuando llegaron al cruce que llevaba hacia el área del personal de servicio, oyeron unas pisadas que se acercaban. Arianna tomó a Maria Pia del brazo con fuerza.

—¡Es la directora! —susurró, con el corazón en la garganta.

—¡Rápido, por aquí! —atino a decir Kristen, señalando la puerta de la cocina.

Se deslizaron en silencio por la puerta, cerrándola justo a tiempo antes de que la figura de la señorita Gilaberte apareciera en el pasillo. Las jóvenes contuvieron la respiración, esperando que no se detuviera. La directora pasó de largo sin notar nada, y el peligro inmediato se disipó.

Dentro de la cocina, las jóvenes soltaron un suspiro de alivio. Fue entonces cuando escucharon un ruido detrás de ellas. Se giraron rápidamente y vieron a Vera, la cocinera, de pie junto a una mesa con un gran trozo de tarta en la mano.

—¿Qué hacen ustedes aquí a estas horas? —preguntó Vera con una mezcla de sorpresa y diversión —. ¿No saben que está prohibido andar por el internado después de la hora de dormir?

Maria Pia, pensando rápido, le sonrió a Vera.

—Estábamos buscando algo para comer —respondió, sin atreverse a mencionar su verdadera misión.

—¿Es así? —Vera levantó una ceja escéptica, pero luego sonrió —. Bueno, supongo que un poco de tarta no le hace daño a nadie, ¿no?

—¿Nos vas a delatar? —preguntó Kristen, con algo de preocupación en la voz.

—¿Delatarlas? —Vera soltó una pequeña carcajada. —¿Y perderme la oportunidad de compartir esta deliciosa tarta? Ni en sueños. Vengan y siéntense un momento.

Las jóvenes, aliviadas, se sentaron alrededor de la mesa mientras Vera cortaba más porciones de tarta. El aroma dulce y muy tentador llenó la cocina.

—¿Y qué hacen realmente aquí? —preguntó Vera mientras les servía las porciones.

Maria Pia intercambió una mirada rápida con sus amigas antes de responder.




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