Las rosas doradas

Capítulo 5

"En un mundo que tantas veces nos coloca en competencia unas contra otras, es esencial que recordemos el poder que reside en nuestra unidad. Las mujeres, cuando se apoyan mutuamente, son capaces de desafiar incluso las más grandes adversidades. No debemos permitir que nos dividan; nuestra fuerza está en el vínculo que compartimos, en el conocimiento de que cada una de nosotras lucha no solo por sí misma, sino por todas. Unidas, somos capaces de cambiar el curso de la historia, de forjar un futuro en el que nuestras hijas no solo sueñen con libertad, sino que la vivan plenamente."

(9 de junio de 177. Diario de Mary Patel)

Era una mañana tranquila en Saint Helen, y las jóvenes estaban sumergidas en su clase de Literatura con la señorita Jane. La maestra, con su habitual calma, leía en voz alta un fragmento de una obra de Jane Austen, mientras las alumnas la escuchaban con atención. Las cuatro amigas estaban sentadas juntas, disfrutando del relato, cuando la puerta del aula se abrió de repente.

Todas las cabezas se giraron hacia la entrada, donde apareció la imponente figura de la señorita Frona, con su habitual porte severo y gesto autoritario. El ambiente se volvió tenso al instante. La maestra detuvo su lectura y se volvió hacia la puerta, esbozando una leve sonrisa en señal de bienvenida.

—Buenos días, señorita Frona —saludó con cortesía, dejando el libro sobre el escritorio.

—Buenos días, señorita Miller —respondió Frona con un tono más formal que cálido. Luego, su mirada recorrió la sala, y las alumnas se levantaron de inmediato de sus asientos, como era costumbre al recibir a una autoridad en la sala.

—Buenos días, señorita Frona —saludaron las alumnas al unísono, algunas más nerviosas que otras.

Frona asintió, satisfecha con la disciplina de las estudiantes.

—Pueden sentarse —ordenó. Las jóvenes obedecieron rápidamente, retomando sus lugares.

La señorita Frona se acercó al escritorio de Jane, sus pasos resonando en el silencio del aula.

—Lamento interrumpir su clase, pero tengo un anuncio importante que hacer.

La maestra Jane asintió comprensivamente.

—Por supuesto, señorita Frona. Adelante.

La mujer mayor se giró hacia las alumnas, quienes la observaban con curiosidad.

—He venido a informarles que mañana recibiremos la visita de Lady Kellping, nuestra ilustre benefactora. Ella ha expresado su deseo de ver cómo van las cosas en la escuela y, por supuesto, esperamos darle una bienvenida digna de su generosidad.

Hubo un murmullo de excitación en la sala. La visita de Lady Hege Kellping, condesa de Diors, era un evento importante, y todas sabían lo crucial que era causar una buena impresión.

—Para ello —continuó la señorita riona, levantando una mano para silenciar los susurros—. Me gustaría que algunas de ustedes participaran en una pequeña presentación para agasajarla. Las que tengan habilidades en recitación, canto o que puedan tocar algún instrumento, por favor, den un paso adelante después de la clase para organizar los detalles.

Maria Pia, que había estado escuchando atentamente, intercambió una mirada con sus amigas.

La señorita Frona volvió a mirar a la maestra Jane.

—Confío en que podrá coordinar con las alumnas para preparar algo adecuado.

—Por supuesto, señorita Frona —respondió Jane con una ligera inclinación de cabeza—. Nos aseguraremos de que todo esté a la altura de la ocasión.

—Eso espero —dijo Frona, con un tono que sugería que no aceptaría menos. Luego, dirigió una última mirada a las alumnas—. Espero que todas entiendan la importancia de este evento. Es crucial para el prestigio de nuestra escuela.

Con esas palabras, Frona giró sobre sus talones y se dirigió hacia la puerta. Las alumnas la despidieron con una reverencia respetuosa mientras ella salía del aula. Una vez que se había ido, la tensión en la sala pareció disiparse un poco, y la señorita Jane volvió a tomar la palabra.

—Bueno, señoritas, parece que mañana será un día muy especial. Si alguna de ustedes quiere participar en la presentación, por favor, hable conmigo después de la clase. Será una excelente oportunidad para demostrar lo que han aprendido.

Maria Pia levantó la mano casi de inmediato, y Jane asintió hacia ella.

—¿Sí, Maria Pia?

—Señorita Jane, ¿puedo recitar un poema? He estado trabajando en uno que creo que sería perfecto.

La maestra sonrió, complacida por la iniciativa de la nueva estudiante.

—Por supuesto. Estoy segura de que Lady Kellping lo apreciará.

Arianna, siempre un poco más reservada, levantó la mano tímidamente.

—Yo podría tocar el piano. Si eso es lo que necesitan.

Jane asintió con entusiasmo.

—Arianna, sería maravilloso. Estoy segura de que tu talento impresionará a nuestra invitada.

Las demás chicas comenzaron a discutir entre sí sobre quién más podría participar, y pronto la clase se llenó de entusiasmo por la preparación del evento.




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