Las rosas doradas

Capítulo 6

"Al observar a mis jóvenes pupilas, veo en sus ojos un destello de curiosidad que, espero, nunca se apague. La niña que habita en cada una de ellas es una fuente inagotable de sueños, preguntas y aventuras. Es mi mayor deseo que esa chispa de inocencia y asombro perdure a lo largo de sus vidas, guiándolas siempre hacia la verdad, la justicia y la libertad que todas las mujeres merecen. Que nunca teman explorar lo desconocido, pues en la curiosidad reside la llave de su verdadero poder."

(30 de junio de 1770. Diario de Mary Patel)

Desde muy temprano en Saint Helen se sentía una energía especial, como si cada rincón de la escuela se hubiese contagiado del nerviosismo y la emoción que traía consigo la inminente llegada de la benefactora, Lady Kellping. Las alumnas caminaban por los pasillos con sonrisas ansiosas y manos ocupadas, algunas ajustando sus uniformes, otras repasando en sus mentes las presentaciones que habían preparado para la ilustre visitante.

En uno de los pasillos, cerca del aula de música, Maria Pia y Celine conversaban en voz baja, mirando hacia la ventana por donde podrían ver cuando el carruaje de la benefactora llegara.

—¿Crees que Lady Kellping se detenga a hablar con nosotras? —preguntó Celine.

—Tal vez —respondió la joven florentina, cruzándose de brazos con una sonrisa traviesa—. Pero apuesto a que primero nos dará un buen vistazo antes de decidir si somos dignas de su atención.

Kristen, que se unió a la conversación, asintió.

—Estoy segura de que lo haremos bien. Después de todo, somos las más nuevas y eso siempre genera curiosidad.

Arianna, que estaba revisando los últimos detalles de su peinado, se unió al grupo.

—Lo que sea que pase, será emocionante. Esta es la primera vez que una persona tan importante viene a la escuela desde que llegamos.

Las cuatro amigas intercambiaron miradas cómplices, disfrutando del fervor que se respiraba en el ambiente.

Mientras tanto, en la cocina, la cocinera Vera estaba dando órdenes a su joven ayudante, una muchacha de dieciocho años llamada Millie, que se movía rápidamente entre las mesas, llevando bandejas de pasteles y preparando teteras con precisión.

—Millie, asegúrate de que esos bollos de crema estén perfectos. Lady Kellping no es alguien a quien podamos impresionar con cualquier cosa —dijo Vera, con un tono severo pero maternal al mismo tiempo.

—Sí, Vera —respondió Millie, colocando con cuidado los bollos en una bandeja de plata—. ¿Crees que a la benefactora le gustarán los pasteles de frambuesa?

—Oh, estoy segura de que los amará —añadió Vera con una sonrisa, recordando las veces anteriores que la condesa había visitado Saint Helen—. Pero recuerda, niña, todo debe verse impecable, si no quieres que la señorita Gilaberte y la señorita Frona nos echen a la calle.

Millie asintió, entendiendo la gravedad del día, mientras continuaba con su tarea.

—¿Estás nerviosa?

Vera dejó escapar una pequeña risa mientras supervisaba la preparación de la tarta principal.

—Nerviosa, sí, pero también emocionada. Esta escuela ha sido mi hogar durante tantos años, y ver cómo crece y prospera bajo el apoyo de Lady Kellping es un orgullo para todas nosotras.

✤ ∴ ✤ ∴ ✤

Mientras las alumnas terminaban de prepararse, la conversación en los pasillos giraba en torno a las impresiones que lady Kellping se llevaría al ver el cariño con que la recibirían. Algunas especulaban sobre la generosidad de la benefactora, mientras otras discutían sobre el orden en que se presentarían.

—¿Crees que le gustará mi poema? —preguntó Dorothy a otra estudiante llamada Shirley. —Seguro que sí —respondió.

La emoción continuaba creciendo, y cada minuto que pasaba acercaba más el esperado momento. Las niñas ajustaban sus lazos, repasaban sus textos y se aseguraban de que todo estuviera en su lugar. La expectación era palpable, y aunque las alumnas intentaban mantener la calma, la emoción latente en el aire era imposible de ignorar.

Laudine y Selma estaban sentadas en un rincón apartado, lejos del bullicio de las demás alumnas que estaban emocionadas por la inminente llegada de Lady Kellping.

—¿Has visto cómo esas cuatro han estado acaparando toda la atención? —preguntó Laudine con desdén, retorciendo un mechón de su cabello rubio entre los dedos.

Selma, siempre la sombra fiel de Laudine, asintió rápidamente.

—Sí, se creen tan importantes solo porque son nuevas. Como si la escuela girara alrededor de ellas.

Laudine frunció el ceño, mirando con desprecio hacia el espacio donde se podían ver las sombras de Maria Pia, Arianna, Celine y Kristen moviéndose en los pasillos

—Especialmente la tal Maria Pia. Siempre con esa actitud arrogante. ¿Quién se cree que es?

Selma miró a Laudine, captando el brillo malicioso en sus ojos.

—¿Qué estás pensando?

Laudine se inclinó hacia adelante, bajando la voz en un susurro que apenas era audible, pero cargado de intención.

—Tengo una idea para deshacernos de ellas. ¿Te acuerdas de la iguana de Kristen?




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