Las rosas doradas

Capítulo 7

"En el díficil camino hacia la libertad y la igualdad, la perseverancia es nuestra mayor aliada. Aunque los obstáculos se presenten como montañas insuperables, debemos recordar que cada paso firme, cada esfuerzo constante, nos acerca más a la cima. No es la velocidad lo que nos llevará a nuestros objetivos, sino la determinación de no detenernos jamás, de no desviar la mirada de lo que sabemos que es justo y necesario. Que nuestras acciones hoy sean el cimiento de un futuro más equitativo para todas."

(1 de agosto de 1770. Diario de Mary Patel).

La mañana vibraba en Saint Helen. Los rayos del sol iluminaban cada rincón del jardín y se colaban a través de las ventanas, llenando la escuela de una cálida luz que contrastaba con el nerviosismo palpable en el aire. Las alumnas habían pasado horas arreglándose, sus uniformes impecables y sus peinados perfectos, mientras los profesores se aseguraban de que todo estuviera en orden. La expectativa crecía a medida que se acercaba el momento de la llegada de Lady Kellping.

En el vestíbulo principal, la directora supervisaba los últimos detalles con cierta tranquilidad, pero también con algo de ansiedad, le preocupaba que alguna alumna metiera la pata. A su lado, la señorita Frona, siempre impecable y con su expresión severa, se mantenía a la espera de instrucciones.

—¿Están todas listas? —preguntó la directora, con voz firme.

—Sí, Edwina —respondió Frona con un tono formal—. Las alumnas están alineadas en el salón principal, los maestros están en sus puestos, y la cocinera ha preparado bocadillos y un té especial para la ocasión.

Edwina asintió, mirando hacia la gran puerta de entrada.

—Perfecto. No podemos permitirnos ningún error.

Justo en ese momento, se escucharon los cascos de los caballos y el crujido de las ruedas del carruaje al detenerse frente a la escuela. Las puertas se abrieron de par en par, y una mujer elegante, de avanzada edad, descendió con la gracia de alguien acostumbrado al aplauso y al reconocimiento. Su porte era majestuoso, y su sonrisa, aunque suave, irradiaba una autoridad innegable.

—Lady Kellping, qué honor tenerla con nosotros —exclamó la directora, inclinándose en una reverencia profunda.

—Querida Edwina —respondió la ilustre visitante con una sonrisa cortés—. Es un placer regresar a Saint Helen. Este lugar guarda muchos recuerdos queridos para mí.

La señorita Frona también se inclinó, mostrando un respeto casi exagerado.

—Lady Kellping, estamos encantados de tenerla aquí. Todo está preparado para su visita.

Lady Kellping asintió, dejando que su mirada recorriera el vestíbulo antes de dirigirse al salón principal.

—Estoy deseosa de ver cómo ha progresado la escuela desde la última vez.

Las puertas del salón principal se abrieron, revelando a las alumnas alineadas, todas con sonrisas nerviosas pero emocionadas. La sala estaba adornada con flores frescas y decoraciones delicadas, todo preparado para impresionar a la ilustre visitante.

—Señoritas —anunció la directora, levantando la voz para dirigirse a todas las presentes—. Algunas de ustedes ya conocen a lady Kellping, pero tenemos nuevas estudiantes, por lo que es un honor presentarles a lady Kellping, nuestra querida benefactora. Estoy segura de que querrán demostrarle todo lo que han aprendido y cuánto aprecian su generosidad.

Las alumnas hicieron una reverencia colectiva, murmurando en coro:

—Bienvenida lady Kellping, es un honor tenerla aquí.

La benefactora sonrió con calidez, haciendo un gesto para que las jóvenes se relajaran.

—El honor es mío, mis queridas niñas. No puedo esperar para ver sus talentos y escuchar sus voces.

La directora indicó a la visitante que tomase asiento en el sitio de honor, en la parte central, donde también se sentarían ella misma, Frona y los maestros.

La primera en actuar fue una joven de cabello castaño que recitó un poema con una claridad y emoción que cautivó a todos en la sala. Le siguieron Laudine y Selma, tocando una melodía con la flauta.

A continuación, Arianna se sentó al piano y comenzó a tocar una melodía suave y melancólica que resonó en las paredes del salón.

Las hermanas Spure continuaron con un dúo de violines. Mientras que Maria Pia recitó un fragmento de Shakespeare con pasión.

Lady Kellping aplaudió cada actuación con un entusiasmo genuino, sus ojos brillando con orgullo.

—Qué talento tan impresionante. Es evidente que esta escuela sigue siendo un bastión de excelencia —comentó, recordando también sus años de interna en dicha escuela.

Finalmente, el acto culminante fue una canción interpretada por varias de las alumnas en coro, sus voces armonizando perfectamente mientras cantaban una melodía que hablaba de esperanza y unidad. El salón resonaba con sus voces, y la benefactora no pudo evitar sentirse conmovida.

—Estoy profundamente agradecida por esta muestra de cariño —dijo Hege Kellping cuando el coro terminó—.Saint Helen siempre ha tenido un lugar especial en mi corazón, y ver cómo continúan cultivando el talento y la bondad en estas jóvenes me llena de alegría.




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