Las rosas doradas

Capítulo 9

"Ser una Rosa Dorada no es simplemente pertenecer a un grupo selecto; es un compromiso profundo con la virtud, el conocimiento y la bondad. Las Rosas Doradas son aquellas que, a pesar de las adversidades, florecen en silencio, llevando consigo la fragancia de la verdad y la justicia. En un mundo que a menudo ignora el poder de la mujer, ser una Rosa Dorada significa ser una luz que guía con sabiduría y un corazón que late por el bienestar de los demás. Nunca olvidéis que vuestra fortaleza reside en la unión y en la pureza de vuestras intenciones."

(19 de septiembre de 1771. Diario de Mary Patel)

Al día siguiente, el viaje en carruaje hacia la casa de la benefactora estuvo marcado por una emoción inexplicable para las cuatro estudiantes que habían sido invitadas a tomar el té a casa de lady Kellping. Las jóvenes intercambiaban miradas cómplices mientras observaban por las ventanillas las calles de Mayfair y las elegantes mansiones de Londres desfilando a su alrededor. La señorita Jane se mantenía serena, aunque no pudo evitar esbozar una sonrisa ante la evidente ansiedad de sus alumnas. La señorita Frona, en cambio, mantenía una expresión de severidad, con las orejas bien paradas y los ojos entrecerrados, tratando de captar cualquier detalle que pudiera darle pistas sobre el propósito de la misteriosa reunión.

—No entiendo por qué la benefactora pidió reunirse con ustedes —preguntó en tono rígido.

Maria Pia rodó los ojos.

—Usted lo ha dicho señorita Frona —sonrió —Lady Kellping pidió reunirse con nosotras no con usted.

La mujer mayor frunció el ceño. Estaba por decir algo, pero la señorita Jane se adelantó.

—Lady Kellping estuvo interesada en las muchachas nuevas.

—Me parece extraño —Frona hizo una mueca.

De pronto el carruaje se detuvo. El cochero abrió la puerta y ayudó a salir, primero a las maestras y luego a las jóvenes.

—¿Creen que la benefactora nos dirá algo importante? —susurró Arianna para que solamente sus amigas pudieran escucharla.

—Espero que sí —respondió Maria Pia, su voz reflejando un poco de intriga.

Kristen, que había estado inquieta durante todo el viaje, miró a la maestra con cierta esperanza—. ¿Cree que nos contará algo realmente especial, señorita Jane?

Jane les sonrió con calidez.

—No lo sé, pero estoy segura de que la visita valdrá la pena. La benefactora es una mujer sabia y generosa. Sea lo que sea, estoy segura de que saldremos de allí con una nueva perspectiva.

La puerta principal, alta y adornada con detalles dorados, se abrió de inmediato, revelando a la benefactora, quien las saludó con una sonrisa cálida y los brazos abiertos.

—Bienvenidas, queridas —dijo lady Kellping, con una voz suave pero firme. —Es un placer recibirlas en mi hogar.

Frona, aún alerta, inclinó la cabeza en señal de saludo, pero no pudo evitar expresar algo de suspicacia en su tono.

—Le agradecemos la invitación, milady, aunque confieso que estoy un poco intrigada por el motivo de la misma.

La benefactora dejó escapar una pequeña risa y se volvió hacia ella.

—Oh, Frona, no hay motivo para preocuparse. De hecho, recuerdo que una vez me preguntó sobre el té exótico que solía preparar mi cocinera. Estoy segura de que le encantará saber cómo se prepara —con un gesto, llamó al mayordomo que estaba de pie cerca de la entrada—. James, por favor, acompaña a la señorita Frona a la cocina. Estoy segura de que encontrará la preparación del té muy interesante.

Frona, claramente reticente a ser separada del grupo, no tuvo más remedio que aceptar la invitación.

—Por supuesto —dijo con una leve inclinación de cabeza, aunque sus ojos seguían fijos en la benefactora, intentando descifrar sus verdaderas intenciones.

—Por aquí, señorita —indicó James cortésmente, guiándola hacia la cocina.

Una vez que Frona se hubo ido, la benefactora volvió su atención hacia las cuatro jóvenes y la maestra, su expresión llena de complicidad.

—Ahora que estamos solas, podemos hablar con más libertad. ¿Por qué no pasamos al salón? Estoy ansiosa por escuchar lo que tienen que decirme.

Las muchachas intercambiaron miradas emocionadas, y Maria Pia fue la primera en seguir a la benefactora hacia el interior de la casa, sintiendo que estaban yendo por el camino correcto.

✤ ∴ ✤ ∴ ✤

El elegante salón al que fueron conducidas estaba adornado con tapices y cortinas de terciopelo en tonos dorados y burdeos. Los muebles, finamente tallados, brillaban bajo la luz cálida de las lámparas de aceite, mientras un suave aroma a té y pastas recién horneadas llenaba el aire. La benefactora, sentada en un sillón de terciopelo verde, observaba con interés a las cuatro jóvenes y a la maestra Jane, quienes estaban acomodadas en los sofás dispuestos alrededor de una mesa baja.

La conversación comenzó con temas triviales, pero la curiosidad pronto llevó a la benefactora a lo que realmente le intrigaba. Tomando un sorbo de su té, dejó la taza en su platillo con delicadeza y miró a Maria Pia, quien se había mostrado la más ansiosa por hablar, además de que notó que era una especie de líder.




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