Las rosas doradas

Capítulo 22

En muchas ocasiones, la verdadera eficacia radica en el silencio. El trabajo que se hace sin buscar aplausos o reconocimiento es, a menudo, el más profundo y duradero. He visto cómo pequeñas acciones realizadas con humildad pueden transformar vidas de manera invisible, pero poderosa. Las mujeres que nos acompañan y los niños que reciben nuestra ayuda no necesitan grandes discursos ni gestos grandilocuentes, sino un apoyo constante y sincero. El cambio verdadero no siempre viene con estruendo, sino que crece, poco a poco, en la quietud de la dedicación silenciosa.

(16 de septiembre de 1778. Diario de Mary Patel)

Laudine y Selma caminaban por los pasillos de la escuela, dirigiéndose hacia donde se encontraban Dorothy y Martha, dos de sus compañeras. Al encontrarlas en el salón de clases, Laudine esbozó una sonrisa maliciosa y comenzó la conversación con tono calculado.

—¿Sabían que las cuatro nuevas estudiantes tienen trato especial con la señorita Gilaberte? —comenzó Laudine, mientras jugaba distraídamente con un mechón de su cabello.

Selma asintió con fingida indignación.

—Sí, parece que pueden ir a visitar a la benefactora de la escuela tres o cuatro veces por semana. ¿No les parece sospechoso?

Dorothy, que siempre había sido más justa, frunció el ceño.

—¿Y qué tiene de malo? Tal vez las estén preparando para algo importante.

—Oh, claro, "algo importante" —dijo Laudine con sarcasmo—. O tal vez son simplemente las nuevas favoritas. No es justo que les den todos los privilegios, mientras nosotras quedamos en segundo plano.

Martha, que había estado escuchando en silencio, cruzó los brazos.

—No lo sé... no me había dado cuenta. Aunque sí es un poco extraño que tengan tanto acceso a la benefactora.

—Exacto, Martha —continuó Selma, aprovechando la duda—. Algo raro hay, y estamos seguras de que la directora está ocultando algo a todas nosotras.

Dorothy, aunque intrigada, no pudo evitar defender a las jóvenes.

—Bueno, no creo que estén haciendo nada malo. Quizás hay una razón de peso para que las visiten tan seguido. No deberíamos juzgarlas sin saber.

Laudine la miró con una sonrisa venenosa.

—Oh, Dorothy, eres tan noble; pero algunas de nosotras no tenemos tanta paciencia para favoritismos injustos. Yo digo que debemos desenmascararlas, descubrir qué están tramando.

Martha miró a Dorothy con duda, mientras esta última trataba de mantenerse firme.

—No sé, Laudine. Si de verdad están haciendo algo indebido, ya se sabrá. Pero, ¿y si no es así?

—Pues entonces nos aseguramos de que la verdad salga a la luz. Sea lo que sea —dijo Laudine con firmeza, mirando a sus compañeras. Su propuesta había sido planteada, y aunque no todas estaban del todo convencidas, el veneno de la duda ya estaba en el aire.

✤ ∴ ✤ ∴ ✤

Esa tarde, Dorothy se dirigió al jardín de Saint Helen, donde sabía que encontraría a las cuatro inseparables compañeras. Aunque había intentado ignorar los comentarios venenosos de Laudine y Selma, algo en su interior le decía que debía advertirles. Finalmente, las encontró, donde Maria Pia, Arianna, Celine y Kristen estaban sentadas bajo la sombra de un gran roble, conversando.

—¿Dorothy? —preguntó Maria Pia, al verla acercarse con el ceño ligeramente fruncido—. ¿Necesitas algo?

Dorothy respiró hondo antes de hablar.

—Necesito hablar con ustedes. Es importante.

Las cuatro jóvenes se miraron entre sí, con curiosidad. Arianna fue la primera en invitarla a sentarse.

—Por favor, siéntate. ¿Qué sucede?

Dorothy se acomodó en el césped frente a ellas, con su expresión seria.

—Laudine y Selma están conspirando contra ustedes. Han estado diciendo cosas... —hizo una pausa—, insinuando que reciben tratos especiales por parte de la señorita Gilaberte y lady Kellping. Están buscando una forma de atraparles, de descubrir lo que hacen.

Las jóvenes intercambiaron miradas, manteniendo la compostura, aunque dentro de ellas crecía una preocupación latente. Maria Pia, manteniendo su serenidad, le sonrió a Dorothy con gratitud.

—Gracias por advertirnos, Dorothy. Te aseguro que no estamos haciendo nada malo.

Celine añadió, con suavidad en su voz: —Entendemos por qué pueden estar molestas, pero todo tiene una razón.

Dorothy asintió, aunque su curiosidad seguía presente.

—No estoy aquí para juzgarlas, sólo quería que supieran lo que está pasando. Laudine y Selma no se detendrán hasta descubrir algo que puedan usar en su contra.

Kristen, quien había estado escuchando en silencio, habló por primera vez.

—Agradecemos que nos hayas venido a avisar. Tendremos cuidado.

—Sí, de verdad, gracias —añadió Arianna con una sonrisa amable—. No todo el mundo se toma la molestia de advertir cuando algo así sucede.

Dorothy se sintió algo más tranquila al escuchar las palabras de agradecimiento. Aunque aún no entendía del todo qué hacían sus cuatro compañeras nuevas, sabía que no eran como Laudine y Selma intentaban hacerlas ver.




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