Las rosas doradas

Capítulo 23

A menudo, la impulsividad nos tienta a actuar sin medir las consecuencias, pero he aprendido que no siempre es el mejor camino para alcanzar nuestros propósitos. La mente serena y la paciencia nos permiten ver con claridad los pasos que debemos seguir. A veces, detenernos a reflexionar antes de actuar puede ser la diferencia entre el éxito y el fracaso.

(19 de septiembre de 1778. Diario de Mary Patel)

Una semana después, llegó nuevamente ese fin de semana en que las jóvenes iban a sus hogares a pasar con sus respectivas familias. Era un sábado soleado cuando Maria Pia y Arianna llegaron a la mansión de los condes de Mersey. Ambas se sentían emocionadas por el merecido descanso tras semanas de intenso trabajo en la escuela y en la casona. Al bajar del carruaje, fueron recibidas por los condes y su primogénito, quieres las saludaron con mucho cariño. Las jóvenes fueron a la habitación que compartían, donde encontraron a Marla, quien ahora, vestida de doncella, mostraba un semblante completamente distinto al de la última vez que la habían visto, semanas atrás en la casona.

—¡Marla! —exclamó Maria Pia, corriendo a abrazarla—. ¡Qué alegría verte!

Marla sonrió tímidamente, pero en sus ojos brillaba una felicidad sincera.

—Gracias a usted, señorita. No sabes lo agradecida que estoy.

Arianna, con una sonrisa cómplice, también saludó a la joven.

—Me alegra verte tan bien, Marla. ¿Cómo te ha ido? ¿Te has acostumbrado a tu nueva vida aquí?

—Ha sido un cambio enorme —confesó Marla—. Estoy encantada. Lady condesa ha sido muy buena conmigo. Me ha dado tiempo para estudiar en mis ratos libres —Sus ojos se iluminaron al hablar, como si por primera vez en mucho tiempo sintiera esperanza.

—¿De verdad? —preguntó Maria Pia con entusiasmo—. Eso es maravilloso. Sabía que mi hermano y cuñada te ayudarían a progresar, pero estudiar... ¡Eso es más de lo que podíamos haber esperado! —clamó con evidente felicidad.

—Así es —continuó Marla, un poco más confiada—. No quiero desaprovechar la oportunidad. Gracias a ustedes tengo una vida diferente. No solo trabajo, sino que también tengo la posibilidad de aprender.

Maria Pia le puso una mano en el hombro, asintiendo con admiración.

—Te lo mereces, Marla. Has demostrado ser fuerte. Estamos muy orgullosas de ti.

La doncella conmovida, se inclinó ligeramente en un gesto de agradecimiento.

—Les debo tanto. No sé cómo podré devolverles todo lo que han hecho por mí.

Maria Pia la miró con dulzura.

—No tienes que devolvernos nada. Nos basta con verte feliz y aprovechando las oportunidades que se te han dado. Eso es lo único que importa.

Maria Pia y Arianna sabían que estaban haciendo la diferencia, y ver a Marla tan feliz y con nuevas perspectivas de futuro era la mayor recompensa que podían recibir.

✤ ∴ ✤ ∴ ✤

Maria Pia y Arianna estaban cómodamente sentadas en una pequeña sala de Mersey Hall, rodeadas por el cálido aroma a té recién hecho y el delicioso olor de la tarta de manzana que descansaba en la mesa frente a ellas. El sol de la mañana se filtraba suavemente por las ventanas, y ambas se sentían tranquilas después de la reconfortante conversación con Marla. Mientras bebían el té en silencio, la mente de Maria Pia no dejaba de dar vueltas.

—Arianna —comenzó Maria Pia, rompiendo el silencio—, he estado pensando, creo que deberíamos hacerle una visita a Sir Rupert.

Arianna, sorprendida, dejó su taza sobre el platillo y frunció el ceño.

—¿Visitar a Sir Rupert? ¿Para qué, Maria Pia? Ese hombre no quiere saber nada de nosotras, ni de las mujeres de la casona.

Maria Pia se inclinó hacia adelante, con sus ojos brillando de entusiasmo.

—Exactamente. Por eso creo que deberíamos hablar con él. Si lo abordamos de manera correcta, tal vez podamos convencerlo de que permita que las mujeres continúen con sus clases sin interferencias.

Arianna la miró con escepticismo.

—¿Estás segura de eso? Sir Rupert no parece ser el tipo de persona que cambia de opinión tan fácilmente. Además, podríamos meternos en problemas. No es exactamente lo que deberíamos estar haciendo.

Maria Pia se encogió de hombros con una pequeña sonrisa.

—Tal vez no es lo más prudente, pero si no lo intentamos, nunca sabremos si podemos cambiar algo. No podemos dejar que esas mujeres pierdan la oportunidad de mejorar sus vidas. Estoy convencida de que, si hablo con él, puedo hacerle ver que lo que hacemos en la casona no es una amenaza para él.

Arianna suspiró, claramente preocupada.

—Entiendo lo que dices pero, ¿y si sale mal? ¿Qué haremos si nos descubren? La señorita Frona o la señorita Gilaberte podrían enfadarse mucho si se enteran de que nos hemos metido en esto por nuestra cuenta.

Maria Pia la miró con seriedad, pero también con suavidad.

—Arianna, sé que es arriesgado, pero hemos hecho cosas difíciles antes. No estamos solas en esto. Además, tengo la sensación de que si hablamos con él desde el corazón, puede que, aunque sea un poco, dé su brazo a torcer.




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