Tengo que correr deprisa, tengo que hacerlo o ellos nos encontraran. Con mucho esfuerzo guío del brazo al chico casi moribundo por el largo camino lleno de arboles espinosos, está tan herido que casi lo llevo arrastrando, su piel se ha puesto tan pálida que he empezado a preocuparme por su vida.
No puede morir, no puede morir.
Debo sacarlo con vida de esta dimensión, no soy capaz de dejarlo aquí.
Lo oigo toser y eso enciende mis alertas, aquel líquido negro está saliendo nuevamente, no sé cómo manejarlo, en este mundo nadie quiere ayudarme, todos buscan acabar conmigo, ¡maldita sea!
Sigo corriendo torpemente entre las espinas, mis brazos arden, y procuro que la cara del chico no sea lastimada. Él murmura algo inentendible, tiene moretones en la cara, como si hubiera peleado a golpes con alguien, hubiera preferido que fuera eso en vez de todo esté desastre.
¿Cómo terminamos aquí?
En mis pocos años de vida imaginé encontrarme en una situación similar, nunca pensé que los susurros se convertirían en seres malignos que buscan matarme. Esto no estaba en mis planes cuando salí de casa rumbo a ese estúpido campamento.
—No puedo — su voz sale ahogada.
—Sí, vamos, tienes que lograrlo — mis ojos ya se han puesto acuosos, pero no me permito derramar ninguna lágrima.
—Sal de aquí — pide, tratando de zafarse de mi agarre inútilmente.
—No, desde un principio prometí que te liberaría — mi voz tiembla. — Ni pienses que te dejaré, no me he pasado dos años de mi vida atrapada aquí en vano.
¿Dos años? ¿De qué estoy hablando?
Lo veo con la intención de decir algo más, sin embargo, la debilidad de todo su cuerpo no se lo permite. Sigo tratando de correr, pongo su brazo sobre mis hombros en un vano intento por cargarlo, es más grande y pesado que yo, mis piernas flaquean, pero logro mantenerme estable.
Puedo percibir la energía de esos seres cerca, apresuro el paso, la energía tan pesada se siente mucho más cerca, casi podría decir que esta sobre nosotros.
Arich, los oigo susurrar.
Mi piel se eriza, el viento se vuelve agresivo y una espesa niebla nos impide continuar, doy pasos tanteando el terreno, cuidando con no enterrarnos alguna de esas puntiagudas espinas de rosales, doy un paso, pero no choco con nada, aventurándome doy otro, sigo sin sentir las espinas contra mi piel descubierta, sigo dando más pasos, pero no me encuentro con nada.
Las espinas han desaparecido.
No me quedó a pensar qué fue lo que pasó, únicamente corro con la poca energía que me queda, el camino ha quedado libre y esa se vuelve una ventaja para nosotros; cuando ya creía que estábamos lejos, sólo basto un paso en falso y caímos, de inmediato me levanto, el chico se ha quedado tendido en el piso, me arrodillo junto él.
—Vamos, vamos — mascullo.
—Es tarde, nos han encontrado — dice con voz débil.
Frunzo el entrecejo, confundida, miró a todos lados, al principio no veo nada, pero después lo captó, un montón de sombras nos han rodeado, no tienen rostro y sin embargo siento como si sus ojos estuvieran fijamente en nosotros. La energía que emanan es perturbadora, mi sexto sentido sale a la luz, y la tierra comienza a temblar, el suelo se ha ido derrumbado por partes, dejando un vacío sin fondo a la vista. Las sombras se abalanzan sobre nosotros, por instinto cubro al chico a mi lado con mi cuerpo, el miedo se apodera de mí cuando siento que caemos. Sin abrir los ojos sé que estamos cerca de la caída, un grito deja mis labios cuando al querer abrir mis párpados no veo más que oscuridad, la corriente de aire me golpea en la cara, desesperada comienzo a mover mis manos en busca de algo a lo que puede sostenerme.
La energía de las sombras se ha adueñado de mí, su maldad quema como el infierno, me está consumiendo de adentro hacia afuera.
Voy a morir, voy a morir.
Una parte desde mi interior está siendo arrancada, los gritos de sufrimiento salen de mí esporádicamente, sigo cayendo, al igual que las lágrimas de mis ojos. Algo se clava en mi pecho, y sé que se acabó.
¡ARICH!
Abro los ojos de golpe, mi respiración está descontrolada, por inercia mis manos viajan a mi pecho, no hay nada atravesándome, no hay dolor, todo está en orden. Observo mi entorno, no hay niebla, espinas ni sombras, es sólo mi habitación, desordenada como ya es lo usual. Noto un leve sudor en mi frente, se sintió tan real. Es la segunda vez que sueño con eso, la primera vez el sueño termino cuando la tierra temblaba bajo mis pies, sin embargo, ahora ha ido demasiado lejos, ¿quiénes eran ellos?, ¿quién era él?
Me estoy volviendo loca, a mis tristes quince años estoy enloqueciendo.
La luna está decorando el cielo, debe ser muy temprano; sacudo mi cabeza despejando las emociones desagradables, me acuesto en la cama otra vez, cierro los ojos con fuerza creyendo que de esa forma el sueño me invadirá pronto.
Poco a poco caigo en el limbo de la inconsciencia.
Abril 2017