Cuando tuve puesta mi ropa, salí para buscar a Lucían, en ningún momento me permití llorar por lo sucedido, y no lo haría, sé que es malo guardar las emociones, pero sentía que si lo hacía, sería darle poder a esas personas que me quieren ver destruida y eso jamás.
Estaba en la sala donde celebrábamos cada vez que teníamos un desfile, pero en vez de estar las chicas y los asistentes, habían puros policías y mi jefe hablando con ellos, al verme salió a mi encuentro.
—¿Cómo te encuentras Keinell?
—De maravilla jefe, nada mejor que ver a un hombre con un cuchillo a punto de atacarme para mejorar mi estado de ánimo, ¿No crees?—, le contesté con un tono alegre.
Este miró con los ojos entornados pero no me dijo nada.
—Te presento al jefe de policía Smith—, yo le tendi la mano al hombre—, estaba hablando con él, y hemos decidido que debes tener protección por la amenaza implícita hacia tu persona.
—¿Y acaso yo no tengo opinión?— pregunté indignación.
—Yo no voy a discutir contigo por tu seguridad, y si tienes algún problema, le preguntaré a Queen para saber su opinión.
Yo lo miré como si hubiera enloquecido.
—Ni te atrevas.
—Si no me dejas otra opción, me veré obligado.
No dije nada, no quería que le dijera nada a Queen, sabía como era ella y era capaz de encerrarme en casa para “protegerme”.
—Entonces, ¿Quién tendrá el honor de ser mi niñera?—, pregunto con fastidio.
—El sargento Hamilton—, contestó el jefe de la policía.
Yo miré al hombre mencionado, y este tampoco parecía agradarle ser mi cuidadora.
—A partir de ahora estarán juntos, cada vez que salgas para evitar ataques cuando estés fuera de tu casa—, me explicó el jefe Smith.
Por fuera sonreía, pero internamente no paraba de hacer muecas, siempre he sido una persona independiente, y el tener a alguien pegado a mí, no me hacía mucha ilusión.
—Deberías descansar, Keinell, el sargento Hamilton te llevará a casa—, me pidió Lucían, pero entre líneas entendí que era una orden.
Sin rechistar, salí de la sala, con el sargento detrás de mí, llegamos al estacionamiento, abrió la camioneta y me permitió entrar, el recorrido lo hicimos en silencio, al parecer sabía a donde nos dirigiamos porque en ningún momento me preguntó donde quedaba mi casa, cuando llegamos al edificio, hablé.
—Gracias por haberme ayudado sargento, y por traerme a casa—, le dije con un tono dulce.
Sí, habíamos tenido un encuentro para nada agradable, pero de eso a ser malagradecida había mucha diferencia, además yo nunca me he considerado orgullosa, la vida no me lo ha permitido ser.
—Señorita Cox, mi deber es proteger a las personas, sea quien sea, así que no me debe agradecer por hacer mi trabajo—, expresó fríamente el hombre.
Juemadre, con esa frialdad le haría competencia hasta a un congelador, pero no me dejé amedrentar por eso.
—Está bien sargento, mañana por favor necesito que me pase buscando, a eso de las 8, gracias y feliz noche que descanse—, y me bajé del carro sin esperar respuesta.
Entré al edificio y me dirigí a mi Penthouse, no veía la hora de ver a mi familia, a penas entré, fui rodeada por unos brazos que me apretaron tanto, que pensé que me iba a ahogar.
—Mi chiquita, vimos el desfile y casi me da un infarto al ver que por poco te atacan—, me dijo Queen mirándome con preocupación.
—Vieron el desfile, si se te olvida Queen yo estoy tan ciego como un topo—, le dijo Adbias con ese humor tan suyo.
Yo sólo rodé los ojos.
—No se preocupen, estoy más que bien, no pasó nada, y a partir de ahora voy a tener guardaespaldas—, dije mientras sacaba del bolsillo mi teléfono y me sentaba al lado de Elizabeth quitándole la chuchería que estaba comiendo.
—Revisa instagram—, me dijo Eli.
Le obedecí y revisé la red social, todo estaba lleno de mi foto en donde el sargento me sostenía de la cintura, no se veía su cara, pero sí su espalda, y me di el gustaso de chequearla, no lo voy a negar, tiene una buena espalda, la cámara captó todos esos músculos bien trabajados, a partir de este momento, me declaro fanática de las espaldas.
—¿Te traigo una cubeta?, porque no has parado de babear—, me dijo mi padre, burlándose de mí.
Preferí ignorarlo, y seguí revisando instagram, al parecer no era la única que adoraba la espalda del sargento, porque hubo muchos comentarios sobre ella y sus nalgas, habían comentarios en donde preguntaban por mí, y que condenaban lo que sucedió, pero también había comentarios en que expresaban que me lo merecía, o que quizá todo era un show para llamar la atención, y en otros en donde pintorescamente me insultaban sin razón, a todos esos, preferí ignorarlos, no valía la pena, apagué el teléfono y le dediqué mi atención a mi familia.
—¿Y cómo se llama tu cuidadora?—, preguntó Adbias.
—Sargento Jehú Hamilton—, contesté imitando la voz del hombre.
—Pobre hombre, debe estar pagando un buen karma como para que sea el encargado de cuidar de ti—, expresó con sarcasmo mi hermano.
—Kusokurae¹ Adbias—, le espeté yo.
—Cuida tu vocabulario Keinell—, me reprendió Queen.