🌹Capítulo dedicado a María Chacón🌹
Cinco días han pasado desde que contraje matrimonio con Elián y ya siento que no puedo más. En serio, estoy convencida de que las cosas con el príncipe no habrían sido tan complicadas a pesar de que tampoco nos conocíamos.
Los últimos dos días, luego de la conversación que tuvimos con mi madre han sido una verdadera locura. A Elián, no sé si por suerte o por desgracia, lo veo únicamente en las cenas y en la habitación a la hora de dormir pues entre Florencia Franchioni con sus clases de etiqueta, María Chacón con sus lecciones de Historia que, en serio, amé la cara que puso Elián cuando la mujer se presentó y Eliei, la profesora de baile, casi no tiene tiempo para nada.
Eso sí, cada vez que estamos juntos, no sé qué arte tenemos que encontramos un motivo para discutir.
Por otro lado está Reni que no deja de quejarse de Lucien y en honor a la verdad, esa situación me preocupa. He leído muchos libros como para saber que la mayoría de las historias que empiezan con odio, terminan con amor y a mi padre le daría un ataque si otra de sus hijas termina descarriada rompiendo su compromiso.
Y Nany es otra que me tiene loca. Ya no sé si quererla o quererla ahorcar. En serio. Tal parece que Seth, el amigo de Elián sigue insistiendo en querer algo con ella, el chico ha hecho toda una campaña para conquistarla… ¿El problema? Es la hija de una de las princesas, si bien no tiene un compromiso planeado, se espera más de ella que un esposo cantinero. Ya basta con una oveja negra en la familia. ¿El otro problema? Que a ella Seth le gusta y por la forma en que habla de él… bastante.
Por último estoy yo, odiando sinceramente cuando el sol sale y no por tener que madrugar, sino porque mis días son realmente agitados. Entre pruebas de vestuario para la entrevista y la fiesta, cosas que me llevan prácticamente la mañana completa, debo destacar; ensayos sobre lo qué sucederá en mi cumpleaños; los estudios para que la esperada entrevista salga a la perfección y mis sesiones de huida, no tengo tiempo para nada.
¿Qué a qué me refiero con sesiones de huida? Sencillo: Paola Díaz…
Ese angelito de pelo rubio y ojitos hermosamente verdes, una ternurita para cualquier persona, pero que para mí, justo ahora, es un ser abominable. No me malinterpreten, la niña es una monada y a pesar de lo que pueda parecer, me gustan los niños y quiero tener hijos en un futuro; pero ahí está la palabra clave: FUTURO, no ahora… definitivamente, tener a una nena que se empeña en preguntarme si me puede llamar mamá, me crispa los nervios.
He perdido la cuenta de las veces en que esa cosita se me ha acercado a hacerme esa para nada inocente pregunta. Y está demás decir que me han temblado las piernas y he sudado frío como nunca. Por eso siempre termino huyendo, al punto de que cuando la veo en un lugar, me desvío, solo para no tener que enfrentarme a esa carita anhelante. Además, me conozco, aunque no quiera hacerle daño, si seguimos así, terminaré diciéndole que no soy su madre y no quiero herir sus sentimientos. Y eso me da curiosidad: ¿dónde está su mamá?
Necesito preguntarle a Elián.
—Alteza, se solicita su presencia en la salón de bailes —anuncia Jheidy, mi doncella, una vez que termino de vestirme luego de una larga sesión de pie, mientras dos señoras tomaban medidas en mi cuerpo como si fuera una muñeca.
—¿Para qué?
—No me dijeron, alteza.
¿Salón de bailes? No sé por qué, pero eso no pinta bien y lo confirmo una vez entro a la inmensa sala donde se celebran todas las fiestas del palacio y veo a Elián intentando seguirle los pasos a Eliei con un bonito vals de fondo.
Malditito sea, este tipo… ¿por qué tiene que estar tan bueno? Deberían verlo en ese pantalón de vestir que a pesar de quedarle como debe ser, remarca un delicioso trasero, su camisa blanca con las mangas enrolladas hacia arriba dejando al descubierto esos tatuajes que mentiría si dijera que no me muero por saber qué son, pero que la vergüenza me puede cuando estamos a solas. Los dos primeros botones de la pieza están abiertos y estoy convencida de que también se le ven los trazos de su pecho que le llegan al cuello y más segura estoy de que la profesora de baile se está dando un banquete con el monumento ante ella.
Para colmo de los colmos, tiene el pelo revuelto, con ese aire rebelde y seductor que tenía la noche que lo conocí, lo que junto a su puñetera sonrisa, lo hacen ver como si fuera un ángel caído del cielo. A veces me pregunto por qué Dios tiene que hacer a los hombres tan guapos, ¿no ve que lo único que consigue es que las mujeres luchemos por ser el centro de su atención?
No es que esté luchando… él ya es mi esposo y yo ni siquiera lo pedí… tampoco significa que por ser mi esposo sea mío y mucho menos que quiera que lo sea, tampoco que no quiera pues debo acostumbrarme a la idea de que lo es y… mejor dejo de pensar.
—Suerte —me desea mi doncella con una sonrisa y yo no estoy segura de a qué se refiere.
—Alteza —saluda la joven al verme acercar a ellos.
A pesar de que ya lo hice apenas entré, no puedo evitar que mis ojos vaguen por el espléndido cuerpo de mi marido y para mi vergüenza él hace lo mismo. Trago saliva con fuerza.
—¿Para qué me quería? —le pregunto a Eliei.