Las siete princesas

Cap 11 Elián

🌹Capítulo dedicado a Amy Liv🌹

 

La noche cae y con ella una horrorosa tormenta amenaza con destruir el mundo. A decir verdad, no es la gran cosa, pero odio cada vez que la lluvia trae consigo truenos y relámpagos pues vienen a mí recuerdos terribles del día que debió haber sido el más feliz de mi vida y terminó siendo el peor. Ese en el que mi pequeña nació, pero perdí a mi prometida.

Esa maldita noche el cielo parecía querer acompañar mi estado de ánimo, dolor, desolación, rabia, impotencia con una torrencial lluvia.

Dejo a Pao plácidamente dormida en su cama tal y como todas las noches, pero no sé por qué continúo haciéndolo, a fin de cuentas, siempre amanece en el cuarto de su tío.

Al llegar a mi habitación me percato de que la princesa está en el baño y con un gesto de reprobación, recojo el vestido que simplemente lanzó en una esquina, supongo que con la esperanza de que yo no lo notara. Al menos no lo dejó en el baño. Una vez acomodado, me quito la corbata, la chaqueta y desabrocho la camisa mientras recuerdo la entrevista y la catastrófica reacción.

Estoy convencido de que da igual cuál hubiese sido la respuesta de la princesa ante la última pregunta, las críticas y las ofensas le iban a llover y si bien hay personas que de cierta forma entienden la situación, hay otras que no se miden para expresar su opinión. Por eso, entre sus hermanas Betania, Reni que escondió su móvil y yo, hemos hecho lo posible para que no entre a la página de la familia real y evitar que se estrese más. Mañana es su cumpleaños y promete ser un día intenso.

Y si se preguntan qué sucedió con la entrevistadora, dudo mucho que el pueblo vuelva a verla en televisión.

—Oh, no sabía que habías llegado. Me hubiese apurado un poco —comenta al salir del baño en su ropa de dormir.

—No te preocupes, recién llego. Estaba durmiendo a Pao.

Una bonita sonrisa se extiende en su rostro haciendo cosas raras en mi estómago, por lo que sacudo la cabeza, cojo mi ropa de dormir y entro al baño. Un trueno retumba en la habitación asustándome hasta la médula.

—¡Joder! —chillo y cierro la puerta con la esperanza de que no me haya escuchado o de que no se haya dado cuenta de que las tormentas y yo, no nos llevamos.

Una vez me cepillo los dientes y enjuago mi rostro, regreso a la habitación y me la encuentro rebuscando en el armario.

—¿Qué sucede?

—¿Haz visto mi móvil? —pregunta con el ceño fruncido y nopuedo evitar pensar que se ve tierna.

Sí, lo debe tener Reni.

—No, para nada, jamás lo he visto. 
Me mira confundida y yo camino hacia la cama. Un relámpago alumbra la habitación pero no me prepara lo suficiente para el estruendo que le sigue. Doy un salto ante el susto y al ver que Ximena me observa, salto en un solo pie y me sujeto el otro intentando aparentar que me he tropezado y que me duele el dedo gordo, por eso mi salto repentino.

Se encoje de hombros volviendo a su tarea y avergonzado, me meto en la cama con la esperanza de que la noche pase rápido.

Luego de varios minutos rebuscando, desiste, apaga la luz y se acuesta a mi lado.

—Maldita sea, Ambar subía capítulo hoy de los Legnas. Supongo que tendré que esperar a mañana a ver si lo encuentro.

—¿De qué hablas?

—De nada, no me hagas caso.

Se acomoda en mi lado, apaga la lamparita de noche y se emburuja bajo el edredón.

—Buenas noches, Elián —murmura, pero yo no estoy tan seguro de que la noche vaya a ser buena. Con lo movidito que está el día de mañana no puedo creer que me vaya a desvelar por una puñetera tormenta.

—Buenas noches, princesa.

Me acomodo con la esperanza de poder dormir. No han pasado ni dos minutos cuando la princesa vuelve a hablar.

—Por cierto, si necesitas abrazarme por temor a las tormentas, no dudes en hacerlo. Yo te puedo cuidar.

Mis ojos se abren sorprendidos e inmediatamente enciendo la lamparita a mi lado. Cuando la miro, me encuentro con sus ojos cerrados y su boca apretada intentando no reír. ¿Se está burlando?

—¿Te estás burlando? —Una estruendosa carcajada sale de su interior, intenta cubrirse la cara con el edredón, pero yo lo bajo.

—Lo siento… —murmura intentando dejar de reír y la palabra clave en esto es INTENTANDO, porque no tiene resultados satisfactorios—. ¡Ay, Dios, no lo puedo creer! —Más risitas molestas y yo quiero lastimarla—. ¿Cómo le puedes tener miedo a las tormentas? ¿No estás muy grande para eso?

El recuerdo de esa catastrófica noche viene a mí y tal y como ha sucedido desde entonces, un dolor y una tristeza que no sabría explicar con palabras, cubren mi alma. No sé qué ve ella en mi rostro, pero supongo que no es bueno porque inmediatamente deja de reír.

—Lo… lo siento. —Se aclara la garganta—. No… no era mi… mi intención. Dulces sueños, Elián.

Se voltea dándome la espalda y como no quiero que esta noche termine así pues ya tengo suficiente con la tormenta como para dejar que la tristeza se quede a mi lado y la princesa piense que ha hecho algo mal, porque sinceramente, ella no tiene cómo saber lo que me sucede, decido bromear.



#614 en Novela romántica

En el texto hay: humor, amor, princesas

Editado: 27.10.2024

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