Luego de escuchar la horrible acusación contra Betania, juro por Dios que siento cómo mi mundo se rompe en dos. Por un lado mi vida junto a esa mujer que más que hermana, se ha comportado como madre y por otro, la posibilidad de que no sea la persona que siempre he creído que es y eso me aterra.
Quedo en un estado de shock total, ni siquiera sé en qué momento salimos de la Sala del Trono, solo sé que me sujeto del brazo de Elián rezando para que me sostenga porque lo que me queda para derrumbarme es nada. Por suerte y algo que en algún momento le agradeceré, mi esposo no me suelta. Agarra mi voluntad, dignidad y los miles de trocitos en los que se ha roto mi corazón y me saca de ese lugar infernal. Incluso se muestra desconfiado cuando Reni y Nany quieren que vaya con ellas a la biblioteca.
Sé qué quieren hablar, intentar entender toda esta situación y a pesar de que no quiero conversar con nadie, acepto la propuesta porque la otra opción es encerrarme en mi habitación a pensar y sé que no podré evitar desmoronarme.
—No te preocupes, iré con ellas. —Elián frunce el ceño sin estar muy convencido aún. No sé qué pretende él que haga, ¿romper a llorar? Pero parece que la idea de encerrarme con mi hermana y mi sobrina, no le gusta.
—¿Segura? —Asiento con la cabeza y le dedico un intento de sonrisa que sé que parece más una mueca que otra cosa.
—Claro que sí, no te preocupes.
Me volteo con la idea de seguir a las chicas que ya han entrado a la biblioteca dejándonos solos para despedirnos mejor, pero antes de dar un paso, me detiene sujetándome de la mano. Camina hasta ubicarse frente a mí y para mi sorpresa, acuna mi rostro con sus manos obligándome a mirarlo.
—Todo va a estar bien —murmura—. No conozco a Betania, pero no la creo capaz de hacerlo. Pasa un rato tranquilo con las chicas, intenta relajarte y no le des vueltas al asunto hasta hablar con ella. Te prometo que se arreglará y si no es así, estaré aquí para lo que necesites.
Los ojos se me llenan de lágrimas al ver la sinceridad de su mirada y realmente deseo que así sea. No sé qué haría si mi hermana hubiese planeado todo esto.
—Gracias. —Es lo único que consigo decir y con esa sonrisa condenadamente sexy, me dice:
—De nada. —Para luego depositar un casto beso en mi frente.
Mis ojos se abren sorprendidos y mi corazón se dispara acelerado.
¿Qué ha sido eso?
Toco mi frente, justo donde sus labios hicieron contacto y las mariposas de mi estómago están revoloteando como locas.
¿Eso ha sido parte del estúpido y peligroso juego en el que nos hemos enredado?
Confundida aun, entro a la biblioteca y me siento en el sofá junto a Nany quien conversa tranquilamente con Reni. Sus miradas tristes no me gustan para nada, pero al igual que Elián, deciden darle el voto de confianza a Betania. Nadie la cree capaz de algo como eso, es que es absurdo. No tiene motivos reales para hacerlo.
—¿Saben qué significa esto? —pregunta Nany de repente y al ver que ninguna de nosotras le contesta, continúa—: Si Bet no lo hizo, algo en lo que creo totalmente, David mintió. La incriminó.
Frunzo el ceño ante su lógica.
—O tal vez alguien más puso las pruebas en su habitación y él las encontró —rebato. Es una opción, ¿no? ¿Qué ganaría David incriminando a su esposa?
—No creo, David nunca me ha gustado —interviene Reni—. Es esta clase de hombres que con solo una mirada da mala espina, ríe muy raro, es un lame botas y todo lo que dice me parece fingido.
—No sabía que pensaras tan mal de tu cuñado —murmura Nany—. Aunque yo pienso igual. No sé cómo Bet ha podido vivir tanto tiempo con él. Menos mal que el pequeño Lucas se parece a la madre y no al padre.
—¿Pero qué ganaría David haciéndole daño a su esposa? —pregunto—. Es decir, si por alguna casualidad aparecen más pruebas y mis padres deciden que Bet es la culpable, eso le costará su puesto en la lucha a la corona y por consiguiente, David perdería la oportunidad de convertirse en rey. Si él es el malo tiene que saber que eso es lo que sucederá y si no le interesa, ¿qué sería lo suficientemente importante para él como para incriminar a mi hermana?
Reni y Nany interiorizan mis palabras, saben que no tiene lógica que David haya hecho eso a propósito sabiendo que le costaría la oportunidad de ser rey, así que solo hay dos opciones: o se encontró las pruebas en su habitación sin querer o hay algo mucho más importante para él que la posibilidad de ser rey.
Y por alguna razón, me inclino más a la segunda opción.
David es la clase de hombre que se le nota en el rostro la ambición. Es que solo hay que mirar cómo observa anhelante el trono cuando está vacío, para saber que desea ser rey y si se hubiera encontrado el móvil de casualidad, en vez de delatarla, debería protegerla, ¿no?
Sacudo la cabeza. Al diablo, esto me deja más confundida aún.
—Mejor cambiemos de tema —propongo. Necesito despejar mi cabeza.
—¡Perfecto! —exclama Reni demasiado emocionada dando una palmada en el aire—. ¿Cómo te fue anoche?
Resoplo. No quiero hablar de eso, solo recordarlo me avergüenza. ¿Cómo rayos las cosas pasaron de un juego relativamente inofensivo a una guerra ardiente en la que un paso en falso podría quemarte?