Unas horas antes.
Nany:
—¿Crees que se meta en problemas? —pregunta Reni mientras vemos desaparecer a Ximena detrás de Elián.
—Lo más probable. Se te fue un poco la mano, Reni. —Río al recordar la cara de Elián al recoger el móvil de Ximena del suelo y comprobar que lo que veíamos era su estriptis.
Se puso blanco como un papel, por unos segundos, parecía aterrado.
—Ufff, Ximena me va a matar —comenta segundos después, luego de un suspiro de resignación—. Si mi cuñado se enoja mucho le diré que ella no quería que nosotros lo viéramos, pero que soy demasiado cabeza dura.
—Muy maduro de tu parte.
—¡Pero madre mía, Nany! ¿Has visto que bueno está mi cuñado?
Una carcajada estruendosa sale desde el fondo de mi ser. Adoro a esta chica, es la mejor de mis tías. Está loca.
—¡Oh, sí! Ximena tiene una suerte envidiable y yo espero que la sepa aprovechar.
Y hablando de aprovechar. Yo también debería hacerlo, principalmente porque cierto idiota de ojos azules, debe estar en la cocina con esa maldita ropa de ayudante de cocinero que le queda de escándalo.
—Cariño, debo irme, tengo algunas cosas que hacer. —Reni entrecierra los ojos en mi dirección, pero no dice nada.
—Ok, nos vemos mañana.
Me despido de ella con un beso en ambas mejillas y salgo del salón como si fuera a salir del palacio, pero cuando estoy fuera de su vista, me dirijo a la cocina. Entro como si nada y cojo una de las donas que Carmen, la mejor cocinera que ha tenido este lugar, le prepara a los más pequeños.
Las cosas están bastante tranquilas dado que aún es temprano, pero sé que dentro de poco esto será una locura, así que es mejor no demorar.
—Señorita Mendoza, ¿se le ofrece algo? —Me volteo ante la desagradable voz de Taiga, la hija del mayordomo y a pesar de que esta chica no me cae bien porque se cree superior al resto del mundo, me obligo a poner una sonrisa en mi rostro.
—Para nada, solo he venido a robarme unas donas. —Cojo otra y sin despedirme salgo por la otra puerta de la cocina dispuesta a encontrar a Seth y alejarme de esa chica insoportable.
No tardo en encontrar al idiota que me trae mal de la cabeza desde hace tres años. Está en el fondo del pasillo del personal, frente a la ventana, con casi medio cuerpo fuera enseñando ese culito redondo que tanto me gusta apretar. Termina de fumarse un cigarrillo y lo apaga.
Antes de que pueda verme, abro la puerta a mi izquierda y me encuentro con un pequeño cuarto de limpieza.
Impaciente, espero a que pase por aquí para secuestrarlo y pasar unos minutos de calidad con él y eso hago. Cuando Seth pasa por delante de la puerta entreabierta, lo cojo por la mano y lo jalo al interior.
Un pequeño jadeo de sorpresa se le escapa y yo me río emocionada por este pequeño acto de rebeldía. Como alguien nos coja, estaré en un buen problema.
—¿Nany? —pregunta Seth en un susurro—. ¡Joder, muñeca, casi me matas de un infarto! —Esa sonrisa tierna que tanto amo y que aparece cada vez que me ve, ilumina su rostro—. ¿Qué haces aquí?
—Larga historia de la que ahora o tengo deseos de hablar —respondo deseando alejar el drama con la tía Betania lo más posible.
—Me refiero a que haces aquí, en este… —Mira a su alrededor para posar sus ojos nuevamente en mí—… cuarto de limpieza.
Me encojo de hombros.
—Tenía deseos de verte. —Muchos deseos de verte, al punto de que he pensado en mudarme al palacio solo para verte de vez en cuando.
Ojalá y pudiera ser tan sincera como me gustaría, pero eso solo nos lastimaría a los dos. Esto que tenemos es imposible, mi familia nunca permitiría que tuviera algo con alguien como él.
—Dijiste que no nos podíamos ver en el palacio, que era peligroso —me recuerda dando dos pasos hacia mí.
Apoyo mi cuerpo en la pared y cierro los ojos cuando acaricia mi mejilla. Cada vez que este hombre me toca, me eleva al cielo; es como una droga y entre más la bebo, más adicta me vuelvo.
—Solo quiero un beso y luego me voy.
—¿Solo uno? —pregunta para luego depositar un casto beso en mis labios. Sus ojos se concentran en los míos buscando algo que desconozco y eso hace que me sienta incómoda.
—¿Por qué me miras así?
—Es raro. —Frunzo el ceño sin saber a qué se refiere—. Tú aquí… buscándome a mí. Lo normal es que yo te busque y tú me des de largo hasta que te apetezca verme.
Bajo la cabeza avergonzada. Tiene razón.
Mi relación con Seth comenzó como sexo sin compromiso, pero él es la clase de hombre que le pone difícil a las mujeres no involucrar los sentimientos. Siempre es él el que me llama para salir, me invita a cenar, ir a discotecas; me ha dejado entrar en su vida y ha querido estar para mí siempre y eso me gusta. Demasiado.
Por eso siempre me alejo. Intento convencerme de que si me niego a estar con él, de que si le doy de largo o lo trato mal, él desistirá, me mandará a la mierda, algo que yo no tengo valor de hacer y por tanto, mis sentimientos por él desaparecerán.