El rey ha sufrido un infarto...
Una frase corta, pero con un significado que heló mi sangre hace casi dos horas.
Estaba en la cama, acurrucada en los brazos de Elián luego de una larga jornada de besos calientes que aún no consigo digerir que de verdad ocurrieron. El mundo me daba vueltas, vaya que lo hacía. El maldito vino estaba haciendo estragos conmigo y él me acariciaba dulcemente para ayudarme a dormir, cuando Jheidy, mi doncella, llegó con la terrible noticia.
Todo se volvió un caos, eran las cinco de la mañana y mi resaca se fue volando del susto. Ahora me duele la cabeza, pero estoy segura de que es por el estrés de no saber cómo está.
Estamos en el hospital, todas menos Nany pues por más que la llamamos, no contesta. Tampoco que es que pueda culparla. Incluso Elián llamó a Seth, pero tiene su móvil apagado.
—Ximena. —Levanto la cabeza que tenía apoyada sobre el hombro de mi esposo quien, debo destacar, no se ha apartado ni un segundo de mi lado y miro a Betania—. ¿Crees que podamos hablar un momento?
—Bueno, iré a buscar algo de comer para todos.
Deposita un dulce beso sobre mi cabeza y le cede el asiento a mi hermana quien lo acepta con una suave sonrisa.
—Los veo bastante cariñosos.
—Sí, bueno, supongo que el plan de ustedes ha funcionado. Lo estamos intentando.
—Me alegro mucho por ti, te lo mereces. —Bet, nerviosa, coge mi mano derecha entre las de ella y la acaricia distraídamente con el pulgar—. Sé que este no es el mejor lugar, mucho menos el mejor momento para hablar de esto, pero... —Traga saliva y concentra su mirada en la mía—. Ximena, sobre las acusaciones que hay en mi contra...
—Sé que no fuiste tú, Bet.
Sus ojos se abren sorprendidos y un suspiro de alivio, que a la legua se nota que le ha devuelto el alma al cuerpo, se le escapa. Una lágrima corre por su mejilla y se la seca.
—Gracias por confiar en mí, Ximena. No me importa lo que crean mamá, papá o el resto del mundo, para mí lo único importante es que creas en mí, que sepas que nunca sería capaz de hacerte algo como eso. Eres mi hermanita. Tú, Reni, Nany, Anaileth; las cuatro, junto a Lucas, son lo más importante en mi vida te prometo que descubriré quién está detrás de todo esto.
—Sé que lo harás, si alguien puede hacerlo, esa eres tú, pero no consigo entender cómo has podido ocultar lo de Nany, Bet... —digo en un susurro para no alterar más a mi madre, horita tenía la presión altísima—. Es nuestra hermana y permitieron que se criara como nuestra sobrina, eso está mal, muy mal. No puedo imaginar siquiera por lo que está pasando.
—¿Y crees que no lo sé? ¿Qué no estoy preocupada? ¿Pero qué podía hacer yo, Ximena? Tenía solo diez años cuando sucedió y no supe nada hasta que cumplí los dieciocho. ¿Qué iba a hacer en ese momento cuando ya ella se había creído la mentira? Si decía algo la iba a destrozar, así que no me quedó de otra que demostrarle con hechos, lo mucho que la quería y lo importante que era para mí.
Bueno, supongo que tiene razón, pero incluso así me llena de rabia.
Elián llega a nosotros con un vaso de café para cada una y Betania se va con Reni a prestarle apoyo. No puedo evitar notar que su esposo no está, aunque después de que se puso en su contra, es lo más lógico.
Estamos en la sala de espera privada del mejor hospital del país y a pesar de que todo se ha manejado con la mayor discreción posible, ya los reporteros están afuera esperando por noticias de la salud del rey.
Cojo el vaso de café que me tiende Elián mientras él se sienta a mi lado, pero no lo bebo, solo me dedico a revolverlo.
No sé cuánto tiempo permanecemos así, en silencio, con la incertidumbre y la preocupación haciendo mella en nuestro interior, mientras aguardamos por noticias.
Gracias a Dios, cuando el doctor sale nos dice que el infarto fue de poca duración, leve, pero que aún no ha pasado el peligro y deberá quedarse ingresado durante unos días y yo suspiro un poco más aliviada, aunque no pudo evitar pensar en quién demonios aguanta a Sebastián tanto tiempo aquí encerrado.
Poco a poco, pasamos a darle un beso y somos enviadas de regreso al palacio, dejando a mis padres hablando de supuestamente algo importante y con los mejores de la guardia real, custodiando la puerta.
Tal y como suponía, cuatro días después, el rey exige el alta médica y, ¿quién tiene los pantalones para negarle algo? Nadie; por eso trasladaron todo lo necesario a casa y habilitaron una de las muchas habitaciones; ya no estará en el hospital, pero tendrá un médico monitoreándolo las veinticuatro horas del día y no puede trabajar.
Estoy segura de que las orientaciones de doctor le entraron por un oído y le salieron por el otro, pero mi madre se mantuvo firme al decirle que si no obedecía, ella misma lo regresaría al hospital. Ivonne puede ser convincente cuando le da la gana. Y aunque mi padre accede de mala gana, no hay forma humana de persuadirlo de festejar el cumpleaños de Betania.
Honestamente, yo pensaba que ese evento ya no se llevaría a cabo porque ¿quién en su sano juicio hace una fiesta como están las cosas ahora? Betania acusada de traición, Joskani que es una bomba de tiempo y la salud de mi padre. Pero no, él es terco y zanja el tema alegando que tiene una información importante que darle a su pueblo.