—¿Qué haces aquí? —le pregunto a David al verlo en mi habitación.
Desde aquel día en el que osó actuar en mi contra, acusarme de traición, le prohibí entrar en esta habitación. En estos momentos duerme en un cuarto de invitados, pero no me importa, ni él ni lo que puedan pensar de mí el resto de los que viven en este lugar. Incluso, a pesar de la insistencia de mis padres de perdonarlo, he mantenido mi decisión firme. Lo quiero fuera de mi vida.
—Necesitamos hablar —responde desde su lugar al borde de la cama y yo camino hacia mi armario a buscar la ropa de equitación.
—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar.
—Sabes que sí, Bet. —Enojada, doy la media vuelta y lo veo en la puerta del closet.
—No me llames así, no tienes ningún derecho. Para ti soy Betania, princesa o alteza, perdiste todos tus derechos el día que decidiste traicionarme.
—Yo no te he traicionado, Betania, en serio. El móvil y la receta lo encontré de pura casualidad y…
—Escucha —lo interrumpo dando un paso hacia él porque no tengo intenciones de perder más tiempo del estrictamente necesario—. No quieras verme la cara de tonta porque no lo soy. No sé qué ganas con todo esto, pero lo voy a descubrir. Si realmente fueras tan inocente como dices, no me habrías acusado con mi familia; si realmente fueras mi esposo, mi amigo, habrías hablado conmigo, me habrías dicho lo que habías encontrado antes de irle con el chisme al rey; pero no, me traicionaste y eso no te lo voy a perdonar nunca.
»Voy a descubrir lo que tramas, David. Voy a limpiar mi nombre y juro que te haré pagar, porque si estás detrás de lo de Ximena como lo imagino, juro por Dios que no te saldrás con la tuya. Voy a destruirte.
»Ahora sal de mi habitación y no vuelvas más. No me mires, no me hables, déjame en paz.
—Eres mi esposa.
—Solo en papeles y lucharé para que pronto deje de ser así. —Sin cabeza para buscar la ropa, paso por su lado y voy directo a la puerta, la abro—. Lárgate de aquí o llamaré a seguridad.
—Claro… —comenta con una sonrisa sarcástica—. Seguridad… eres muy amante de la seguridad, ¿no? —Frunzo el ceño sin entender a qué se refiere y mi corazón se acelera ante la pequeña posibilidad de que sepa algo de Joshua.
—¿Qué quieres decir?
—Nada. —Camina hacia mí y cuando pienso que va a atravesar la puerta, se detiene—. Solo espero que no te arrepientas de tu decisión… princesa. —El tono en que “princesa”, sale de sus labios no me gusta ni un poquito, eso sin contar que suena a amenaza.
—Y yo espero que lo que sea que pretendas conseguir traicionándome, valga el haber perdido la oportunidad de convertirte en rey.
—Créeme, lo vale.
Y sin más, sale de la habitación dejándome estupefacta, con la boca abierta de par en par y el corazón latiendo acelerado.
Lo ha admitido.
¡Hijo de puta, lo ha admitido!
Cierro la puerta con fuerza ante la rabia que me produce saber que he estado casada con alguien tan despreciable como él. Es que no puedo creerlo…
Necesito ver a Joshua, necesito hablar con él.
Pensaba irme a cabalgar un rato para suprimir la necesidad que tengo de hablar con él desde ayer, pero no creo que pueda hacerlo ahora. Estoy tan enojada, mi vida se ha convertido en una auténtica basura los últimos días y lo único que realmente me mantiene cuerda es mi hijo, Joshua y mis hermanas, pero Elián tiene razón, debo pensar en mí, en mi felicidad porque si no lo hago yo, nadie lo hará por mí.
A mi mente viene el recuerdo de Joshua aquel día en que me suplicó que le dijera si Lucas era su hijo o no y yo, por temor a lo que pudiera pasar, tragué mis palabras y me marché, pero eso se acabó. No pienso seguir huyendo de la persona que es capaz de darlo todo por mí simplemente por proteger a aquellos que no dudaron para poner en tela de juicio mi integridad.
Dos toques en la puerta me devuelven a la realidad.
—¿Alteza? —Escucho la voz de mi doncella y sonrío inmediatamente.
—Pasa.
Lola, una chica de veintiséis años, rubia y lo mejor que hay en persona, entra a mi habitación con una sonrisa adornando su bonito rostro.
—Avisaron que ya su caballo está listo.
—Cambio de planes, Lola, necesito que me ayudes a ver a tu hermano.
La chica abre los ojos de par en par. Es la primera vez que le pido algo relacionado a este tema, pero sé que me ayudará; no sería la primera vez que nos auxilia en nuestros encuentros secretos.
—Yo… pensaba que ustedes ya no…
—Eso cambiará a partir de hoy, Lola, he decidido luchar por mi felicidad.
—Eso hará a Joshua muy feliz, alteza.
Hoy es el día libre de Joshua y dado que no tiene muchas cosas que hacer, sé de buena fuente que se la pasa encerrado en su habitación leyendo, alejado del mundo y de su vida diaria. Es por eso que necesito a su hermana, ella me ayudará a escabullirme hasta su habitación para darle una sorpresa.
Es arriesgado, lo sé, pero al mismo tiempo es el lugar más seguro porque nadie pensaría en buscarme ahí. Quiero hablar con él, estar con él, terminar lo que empezamos el otro día y que arruiné por miedosa.