Las siete princesas

Cap 32 Ximena y Elián

Este no es el final, pero narran Ximena y Elián...


Ximena:

Preocupada, tensa, nerviosa...

Esas tres palabras son las que mejor describen mi estado durante todo el día y ver cómo el tiempo transcurre sin tener noticias de mi hermana, solo agrava la situación.

Para colmo, en horas de la tarde, Anaileth me ha contado que escuchó cuando Mónica le ordenó a uno de sus guardias capturar a Elián y a Joshua. Ni siquiera sabía que habían liberado a Elián. Mi primera reacción fue escribirle a Lucien que suponía que estaba con el jefe de seguridad para que les avisara.

Unas horas más tarde supe por él que su hermano también estaba y que juntos intentaban encontrar a Bet, pero ya avanzada la noche vi a mi esposo durante unos cinco minutos y las noticias no fueron alentadoras. Él decidió quedarse con Joshua para seguir buscando pues aún les faltaban algunos pasadizos.

Ahora estoy en el baño de mi habitación terminando de cambiarme para ir a la cama. No creo que pueda dormir, pero tengo a una pequeña a la cual cuidar y que parece muy emocionada por poder pasar la noche conmigo. Un detalle que a mí me gusta mucho.

—¿Lista? —pregunto cuando salgo del baño. Pao me observa desde la cama con una sonrisa preciosa, ajena a los problemas que asechan al palacio.

—Lista. —Se mete bajo el edredón y palmea el colchón a su lado invitándome a unirme. Sonriendo, me acomodo a su lado.

Me acuesto boca arriba y me sorprende cuando se acerca a mí cogiendo mi brazo derecho para colocarlo detrás de su cuello y luego acomoda su cabeza en mi hombro. Cruza su pequeño brazo sobre mi cintura.

—¿Puedo? —pregunta y no puedo evitar reír. ¿Pregunta si puede luego de haberlo hecho? Es una pilla.

—Claro que sí. —Acaricio su cabello con delicadeza—. ¿Estás cómoda?

—Sí. ¿Y tú?

—También. Mm. ¿Qué hace tu papá para dormirte? ¿Te cuenta un cuento?

—Me canta.

—¿En serio? —pregunto asombrada. Eso no me lo esperaba—. ¿Y cómo lo hace?

—Pésimo. —Río a carcajadas ante la falta de vergüenza de esta mocosa y ella me imita—. Pero es mi papá y me gusta que lo haga.

Su cuerpecito se acerca más a mí si es que eso es posible.

—Hueles bien, princesa.

—¿Sí? ¿A qué huelo?

—No sé... pero es cálido y agradable. Se siente muy bien.

Sonrío ante sus palabras y esta vez soy yo quien la acerca más a mí. Su cabecita está sobre mi pecho, su bracito derecho sobre mi estómago y su pierna sobre las mías.

—¿Ya no me tienes miedo? —pregunta de repente y yo frunzo el ceño.

—¿Miedo? —Me separo un poco de ella y me coloco sobre mi lado derecho para estar cara a cara. Acomoda sus manitas debajo de su mejilla.

—Al principio huías de mí cada vez que me veías. Papá me dijo que eras muy joven para ser mi mamá y que tenías miedo de hacerlo mal, por eso huías de mí; pero ya no lo haces. Supongo que ya me quieres aunque sea un poquito más.

¿Puede alguien darme un coscorrón por haber sido tan imbécil cuando la conocí?

Coloco un mechón de cabello detrás de su oreja.

—Déjame ver cómo te explico, cielo... Tengo diecinueve años, apenas estoy empezando a vivir y en aquel momento yo no te conocía. No te lo voy a negar, me asustaba cada vez que me preguntabas si me podías llamar mamá porque no estaba lista para eso.

»Pero eres una niña fabulosa, es técnicamente imposible no quererte. Eres de esa clase de personas que emiten luz propia y se van colando en tu vida hasta volverse una parte imprescindible.

Una bonita sonrisa se extiende por su rostro.

—Te voy a decir algo y quiero que nunca se te olvide, ¿ok? —Asiente con la cabeza—. Tu mamá es Arabella, es la mujer que te trajo al mundo y si la vida se lo hubiese permitido, nadie te habría amado como ella. No quiero que te olvides nunca de ella porque tu mamá es una parte de ti; Arabella, donde quiera que esté, te cuida y te protege y si quieres que yo sea tu segunda mamá, no hay nada que me haga más feliz que tenerte como mi hija.

Hace un puchero y sus bonitos ojos se llenan de lágrimas, los míos también.

—Si me quieres llamar mamá, eres más que bienvenida, ya no me voy a asustar; si quieres seguir llamándome Xime, estás en todo tu derecho. Tú decides, preciosa; yo estaré aquí para ti porque te quiero. Es imposible no hacerlo. Eres parte de mi familia.

Con las lágrimas saliendo de sus ojitos, se acerca a mí y me envuelve en un abrazo fuerte que me sabe a anhelo, a amor y yo se lo devuelvo con el mismo sentimiento.

—Mi mami es Arabella y vive con papá Dios, nunca lo olvidaré, pero también quiero que tú seas mi mamá.

—Pues seré tu mamá, cariño. —Le doy un beso en la cima de su cabecita y par de minutos después, aún abrazadas, le canto una nana para que se quede dormida y, contra todo pronóstico, yo también consigo descansar.
 

ELIÁN:

—¡Puta mierda! —grita Joshua una vez entramos a su despacho.



#614 en Novela romántica

En el texto hay: humor, amor, princesas

Editado: 27.10.2024

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