Elián:
Veo a Ximena marcharse y suspiro aliviado. Ella le avisará al rey, él abdicará a favor de Betania y Mónica caerá.
Dejo de resistirme a la sujeción pues ya logramos lo que queríamos; sin embargo, siento como me liberan. Miro hacia atrás a tiempo de ver cómo uno de los que me sujetaban cae al suelo inconsciente y el otro lucha contra Joshua.
El jefe de seguridad le propina una patada en el pecho que lo envía hacia atrás, choca contra el sofá de tres plazas y cae al suelo. Intenta levantarse, pero otro guardia se lanza contra él y en cuestión de segundos, los aliados de Joshua se han encarado de nuestros captores.
—Ximena ha ido a avisarle al rey –digo acercándome a Joshua. Betania, que se mantenía unos pasos alejada, se acerca a mí y, para mi sorpresa, me abraza.
—Gracias.
—No hay de qué, princesa. Ahora vayamos a esa conferencia de prensa.
Salimos caminando y a lo lejos, vemos a David conversando con dos guardias.
—David Baltazar —dice Joshua desde nuestra posición y el aludido levanta la cabeza. Tiene el rostro desfigurado y honestamente, no me siento mal por la satisfacción que me invade al verlo—. Quedas detenido por el secuestro de Janckdy Betania, la segunda princesa de esta nación.
—¿Qué? —murmura el tipo y antes de que pueda hacer algo, dos de nuestros guardias se le acercan.
Los dos que estaban con él intentan defenderlo, pero se detienen al escuchar al que en algún momento, fue su jefe:
—Si yo fuera ustedes no lo intentaría. —Los dos hombres analizan la situación y saben que están perdidos; además de los dos que acaban de esposar a David, hay seis más con sus bastones listos para usarlos.
Ah, debo aclarar que las armas están prohibidas dentro del palacio por seguridad para la familia real; están bajo llave y solo Joshua tiene acceso a ellas, pero decidió no usarlas pues al no saber en quién confiar, no podía arriesgarse a un levantamiento armado. Chico inteligente, ahora hay que caerse a porrazos.
Joshua le hace una seña a sus guardias quienes esposan a los que están con David. Betania abre la puerta y se adentra a la sala de conferencias, nosotros le seguimos.
Lo primero que noto es que Ximena no está y por un momento me preocupo de que no haya podido dar la noticia, pero al ver la cara roja por la ira de Mónica mientras le pide a los guardias que la suelten, me dice que sí.
Alejandra, Nany y Reni están rezagadas en una esquina, asustadas, esperando a ver qué sucede. La reina tiene la cabeza gacha y el rey continúa hablando a las cámaras que no se pierden detalle alguno; aunque estas, desde que notan a Betania, apuntan hacia ella. El rey continúa hablando captando nuevamente la atención de los reporteros.
—El video que salió a la luz en la mañana de ayer en el que Betania renunciaba a su candidatura, es falso. Mi hija fue secuestrada hace dos días y obligada a hacer esa declaración. Me llena de mucho pesar saber que detrás de todo eso ha estado Mónica por su ambición para convertirse en reina. Ha cometido muchos delitos, entre ellos, extorsionarnos para obligarnos a abdicar a su favor a cambio de regresarnos a Betania con vida.
—¡Eres un mentiroso! ¡Un farsante! —grita Mónica fuera de sí—. ¡Le has mentido a este pueblo durante años! ¡¿Por qué hablas de mis delitos solamente?! ¡¿Y los tuyos?! ¡¿O cómo le llamas al hacerle creer a tu pueblo que Joskani es una chica huérfana a la que Alejandra adoptó cuando en realidad es tu hija?! ¡Joskani es la cuarta princesa de este país, esa que se supone que nunca nació y ustedes la ocultaron! ¡Engañaron al pueblo solo para tener otra oportunidad de concebir a un hijo varón!
»¡Tú no te mereces la corona ni el respeto de este pueblo, papá!
Los reporteros se vuelven locos ante esa declaración; comienzan a hacer preguntas una tras otra, queriendo saber si es cierto, por qué lo hizo, qué sucederá con Nany y no sé cuántas cosas más. Sin embargo, todo queda en segundo plano cuando un grito de terror se eleva por encima de escándalo.
Busco la fuente y en una de las puertas veo a Florencia aterrorizada mientras observa algo en el piso. Sus ojos se encuentran con los míos y se me hiela la sangre. Incluso antes de que pronuncie su nombre, ya me estoy abriendo paso a la fuerza entre los reporteros que buscan la primicia.
—¡Es Ximena! —grita y el corazón me sube a la garganta.
Consigo salir del tumulto y me paralizo por unos segundos al ver el cuerpo de Ximena en el suelo y el charco de sangre a su alrededor. Está pálida.
Mi corazón martillea con fuerza contra mis costillas y por un segundo, el recuerdo de Arabella acostada en esa morgue pálida, fría, muerta, viene a mi mente. No… no de nuevo…
Alguien golpea mi hombro al pasar por mi lado y reacciono. Sacudo la cabeza y me lanzo al piso junto con Joshua.
Joshua rasga su vestido por la zona del abdomen y a mí se me retuerce la vida al ver la herida en su costado soltando demasiada sangre.
Con las manos temblando coloco dos dedos en su muñeca y suspiro aliviado al sentir su pulso. Está viva, aunque por la cantidad de sangre, no sé por cuánto tiempo.
—Tiene pulso —le digo a Joshua quien se limita a asentir con la cabeza—. Ximena, Ximena, cariño, despierta —intento despertarla obligándome a no sucumbir ante el nudo en mi garganta.
—Oh, Dios. —Escucho decir a Betania para luego arrodillarse a mi lado. Meto la mano en mi bolsillo para buscar mi teléfono, pero recuerdo que desde que me encarcelaron ayer, no lo he vuelto a ver.
—¡Llamen a una Ambulancia! —grito fuera de mí y escucho a alguien mencionar que llamará a la del palacio. Ni siquiera sabía que aquí había una.
Joshua se saca su camisa quedando en camiseta y hace presión en la herida con ella.
—Tobías —dice el jefe de seguridad observando a uno de los guardias—. Nadie sale del palacio, ningún reportero, trabajador, nadie. Hasta que no averigüemos quién le ha hecho esto a la princesa, el palacio está totalmente cerrado.