El Umbral del Corazón

La escalera descendente parecía interminable, y con cada paso, el aire se volvía más frío y opresivo. Clara sintió cómo la oscuridad se cerraba a su alrededor, como si la torre misma quisiera consumirla. Pero seguía adelante, guiada por el latido constante del diario que sostenía contra su pecho.

Finalmente, llegó a una vasta cámara subterránea. El espacio estaba iluminado por un extraño resplandor verde que emanaba de un lago central. El agua no era líquida; parecía una sustancia densa, casi viva, que se movía en remolinos constantes. En el centro del lago había una plataforma de piedra, y sobre ella, un altar antiguo cubierto de runas que brillaban con un fulgor intermitente.

El susurro que había oído antes ahora se convirtió en un cántico, y las sombras se alzaron del lago, tomando formas humanoides. No eran hostiles, pero su presencia era abrumadora. Una de las figuras habló, su voz resonando como un eco en las paredes de la cámara.

“Has llegado al Umbral del Corazón, el lugar donde la verdad se revela. Aquí se decide si eres digna de portar el legado de Jan Pier.”

Clara tragó saliva, sintiendo el peso de la mirada de las sombras. “He enfrentado mis miedos, he dejado atrás mi pasado. ¿Qué más debo demostrar?”

La sombra inclinó su cabeza, como si considerara su respuesta. Luego señaló el altar. “Coloca el diario sobre el altar. Deja que él decida si eres digna.”

Con manos temblorosas, Clara avanzó hacia el lago. Un puente de piedra surgió ante ella, conectando la orilla con la plataforma central. Cada paso sobre el puente parecía resonar en la cámara, y la sustancia del lago se agitaba bajo sus pies, como si reaccionara a su presencia.

Cuando llegó al altar, colocó el diario sobre su superficie. Las runas brillaron intensamente, y una columna de luz azul se alzó desde el altar, envolviendo el libro. Las sombras comenzaron a cantar con más intensidad, y Clara sintió cómo una energía la atravesaba, como si algo estuviera evaluando cada rincón de su alma.

De repente, una voz diferente habló. Era profunda, antigua, y no provenía de las sombras.

“Clara,” dijo la voz, “¿por qué buscas este poder? ¿Qué harás con él si te lo concedo?”

Clara cerró los ojos, sintiendo cómo todas las emociones que la habían llevado hasta allí se acumulaban en su pecho. “No busco poder. Busco respuestas. Quiero proteger este legado, evitar que caiga en manos equivocadas. Y si puedo... quiero usarlo para reparar el daño que las sombras han causado.”

Hubo un silencio abrumador. Incluso las sombras dejaron de cantar, y el aire pareció congelarse. Entonces, la voz habló de nuevo.

“Las respuestas siempre tienen un precio, Clara. El sacrificio es inevitable. ¿Estás dispuesta a entregar todo lo que amas para cumplir este propósito?”

Clara sintió un nudo en la garganta. Las palabras de la anciana y de Jan Pier resonaron en su mente. El camino que había elegido no era fácil, y sabía que implicaba dejar atrás la vida que conocía. Pero su convicción era más fuerte que su miedo.

“Sí,” respondió con firmeza. “Estoy dispuesta.”

La columna de luz azul se intensificó, cegándola momentáneamente. Cuando abrió los ojos, el diario estaba abierto sobre el altar, sus páginas llenas de símbolos y palabras que ahora podía comprender. En ellas se encontraban los secretos de Jan Pier: fórmulas, rituales, y fragmentos de su historia que no habían sido contados.

Las sombras se inclinaron ante Clara, como si reconocieran su valía. La voz habló una última vez.

“Eres digna. Pero recuerda: el conocimiento que posees puede salvar o destruir. La elección siempre será tuya.”

Clara tomó el diario y sintió una nueva fuerza fluir en su interior. El puente desapareció tras de ella, y la cámara comenzó a desvanecerse. Ahora estaba de regreso en el bosque, bajo un cielo lleno de estrellas.

El diario brillaba en sus manos, y Clara sabía que el verdadero viaje apenas comenzaba. Las sombras aún estaban allí, pero ahora parecían guiarla, no oponerse a ella.

El legado de Jan Pier estaba a salvo, pero el mundo aún esperaba su decisión.