Las sombras del amor

El trató

Cuando Marcos Ribeiro llegó a nuestra pequeña ciudad, todo cambio para siempre. La mayoría de los habitantes de mi ciudad vivía gracias a los créditos que el banco local ofrecía a sus ciudadanos, con ello podía sustentar sus pequeños almacenes y emprendimientos propios, debe entenderse que la isla en donde estábamos vivía puramente del turismo por eso todos nos preparábamos para las temporadas altas donde se podía generar el dinero suficiente para sobrevivir el resto de los meses, aquellos que no tenían posibilidad de juntar el dinero pedían crédito al banco y se lo devolvían en las temporadas más altas era así como funcionaba todo, hasta que llegó Marcos Ribeiro junto con sus hombres.

Cuando desembarcó, como es común en los pequeños poblados más de un ojo curioso se acercó a la playa para ver al elegante hombre de traje blanco impecable, zapatos lustrados y reloj de bolsillo que miraba ansiosamente cada tanto, con el tiempo ese detalle en el se volvió característico pero de formas más siniestras. Estaba rodeado de hombres corpulentos que parecían gorilas de 2 m o más, uno de ellos era el que más miedo daba parecía sacado del mismísimo infierno, lo acompañaba a todos lados, se escuchaban leyendas y rumores sobre él, al que Ribeiro llamaba Kraken.

—Dicen que antes eran piratas y que ese monstruo se dedicaba a matar marineros— susurró doña Patricia mientras acomodaba sus flores.

—No, no yo oí que ese monstruo no es humano fue concebido por una mujer adultera con un demonio por eso lleva la marca de la maldición en su estatura— dijo Don Juan acomodando sus verduras.

Y así seguían más y más los rumores, yo estaba curiosa por escuchar cada uno de ellos, pero mi padre me exigía que siguiera caminando detrás de él como era costumbre.

—No te dejes llevar por los comentarios de la gente, solo está asustada, es la primera vez que vino un ciudadano nuevo a la ciudad durante muchos años— me aconsejó mi padre levantando la carpa de su tienda de comestibles y chucherías.

—Pero ¿Y si son ciertos?— pregunté yo algo asustada por las teorías que circulaban entre los habitantes.

—¿ Realmente crees que es hijo de un demonio y que viene a jalarnos las patas de noche?— me preguntó con un tono burlesco mi padre mientras entrecerraba los ojos.

Yo no pude evitar reírme pero luego me puse seria.

—Me refiero a lo de los piratas— susurré mirando el enorme barco donde había venido Marcos Ribeiro, que aún yacía en el puerto anclado.

—Bueno en todo caso si está escapando de la ley tampoco es nuestro problema, no deberíamos meternos con esa gente— susurró esta vez con un tono más de preocupación.

Los criminales solían refugiarse en las pequeñas islas como la nuestra para que la ley no los encontrará. Existían cientos de historias de Islas que habían vivido en anarquía completa durante años en manos de delincuentes que eran desechados de los grandes países y refugiados en las tierras inhóspitas como la nuestra, gracias a la bendición de Dios nunca nos había pasado eso a nosotros pero ¿Qué tal si ahora era diferente?

Lamentablemente si bien los rumores no eran del todo ciertos, la paz de nuestra tierra sí nos fue arrebatada. En cuanto Ribeiro se acomodó en la vieja mansión de quién había sido una adinerada familia de irlandeses, los cuales abandonaron la Isla antes de que yo naciera, lo segundo que hizo fue comprar el banco local de la Isla, al principio nadie entendió lo que estaba sucediendo, pero pronto comprendimos que todos formaban parte de un gran plan con tintes macabros si se me permite dar mi opinión sobre eso. Comenzó a visitar personalmente a todos aquellos que habían pedido créditos los años anteriores

y que todavía no habían podido pagarlos, les daba un mes para que lo hicieran sino debían atenerse a las consecuencias, aún no sabíamos cuáles eran esas consecuencias así que la mayoría no prestó atención, la dulce y peligrosa inocencia de la ignorancia.

Una tarde de esas donde el sol agobia y los almacenes cierran por las altas temperaturas, estaban mis padres sentados bebiendo té, yo me encontraba en la habitación alta ordenando, cuando escuché la puerta abrirse y mi padre recibiendo a alguien. Me quedé atenta escuchando la conversación pues al ser una jovencita no se me permitía interrumpir conversaciones de adultos.

—Espero tenga un excelente día señor Jacinto Gómez— dijo una voz gruesa que no reconocía.

—Igualmente para usted señor Ribeiro— dijo mi padre con la voz algo pausada.

—¿Desea una taza de té?— interrumpió mi madre para suavizar el evidente ambiente tenso entre los dos hombres.

—Por favor si no es molestia— contestó Ribeiro.

—¿Qué lo trae por aquí Señor Ribeiro?— preguntó mi padre, mientras ambos hombres se sentaban a la mesa.

—Usted sabe perfectamente porque estoy aquí Jacinto, por favor no me hagas perder el tiempo, no haga que se lo repita ¿Esto es un préstamo que usted sacó al banco hace un año del cual solo lleva pagadas tres cuotas? La gente aquí tiene una manera peculiar de pasar las noticias, pero muy efectiva debo decirlo, así que no debería repetir lo que ya dije en otros casos similares al de usted ¿Verdad?— el tono de Ribeiro se había puesto más áspero como si fuese una amenaza más que una advertencia.

—Señor le voy a pedir que salga de mi casa— le dijo mi padre intentando imitar el tono de Ribeiro.

De repente se escucharon unos pasos grotescos y mi madre lanzó un gritito de terror yo estaba a punto de salir de mi habitación cuando escuché la voz de Ribeiro.

—¡Alto Kraken! ¿Sabes porque mi guardaespaldas tiene ese nombre Jacinto?— mi padre no respondió— Él cada vez que agarra a un ser vivo no lo suelta hasta que le rompe el último de sus huesos, tal como el mítico monstruo de las profundidades del mar— un silencio sepulcral se creó en la habitación y yo no pude aguantar más para salir a la sala.

—¿Cómo se atreve?— quería que mi voz saliera firme, pero de lo contrario, salió débil y afinada, después de todo tan solo era una joven de 25 años.




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