Las Sombras Ocultas De La Casa Suzuki

Capitulo 3: Sombras Familiares

Para pasar el tiempo mientras la cena estaba lista, tomé el álbum de recuerdos que descansaba en la mesita de noche. Lo había hojeado incontables veces, pero siempre volvía a él, como si en sus páginas desvaídas pudiera encontrar respuestas que me seguían eludiendo. Lo abrí en una página al azar, pero el azar nunca era realmente eso. Mis ojos siempre terminaban en las mismas imágenes: las de mis padres, cuando todavía estaban vivos, cuando aún éramos una familia.
La mayoría de las fotos estaban ligeramente dañadas, arruinadas por el accidente de automóvil que le arrebató la vida a mi madre. Las esquinas quemadas, los colores desteñidos... todo parecía un recordatorio constante de lo que se había perdido. Sin embargo, algunas partes de las fotos se habían conservado intactas, como si el tiempo y la tragedia no hubieran podido tocarlas. Y eso me perturbaba.
Una imagen en particular siempre llamaba mi atención. Incluso con el daño en la parte superior, todavía podía reconocer lo que mostraba. Mi padre, sonriendo, me sostenía en sus brazos cuando apenas era un bebé. A su lado, una mujer. Pero su rostro estaba quemado, irreconocible por completo, como si el fuego hubiera elegido borrar justo esa parte de la fotografía. Solía pensar que era mi madre, pero algo no cuadraba. La mujer en la imagen vestía con una elegancia que nunca había visto en las pocas fotos que tenía de mamá. Su ropa, su postura, todo hablaba de alguien de una vida diferente, alguien que no encajaba en los recuerdos que guardaba de mi madre. Y además, parecía ser más baja que mi padre, un detalle que no había notado hasta años después.
¿Quién era ella? Esa pregunta me había atormentado en silencio durante mucho tiempo, pero cada vez que volvía a la imagen, las respuestas parecían más lejanas. Había algo en esa figura borrada que me inquietaba profundamente. No solo el misterio de su identidad, sino el hecho de que, por alguna razón, esa foto seguía conmigo después de todo este tiempo, como si quisiera que la viera, que me enfrentara a la verdad que ocultaba. Intenté buscar alguna otra imagen donde apareciera la mujer, pero las demás fotos solamente me protagonizaban a mi y a mi mamá juntos.
Antes de que pudiera seguir indagando en la identidad de la misteriosa mujer, Rose abrió la puerta de mi habitación. Yo rápidamente cerré el álbum, no queriendo que ella viese sus contenidos.

—Espero no haberte interrumpido en nada, Davinder. La cena ya está lista —Rose me informó cortésmente

Ella me guío escaleras abajo, donde un delicioso aroma flotaba desde la cocina. Al llegar al comedor, Sabrina y Yunna ya estaban sentadas a la mesa, una expresión de tranquilidad en el rostro de Sabrina, mientras que Yunna mantenía su postura rígida, observándome de reojo.
—Siéntate, querido —dijo Sabrina, su voz cálida como siempre. Note que no había nadie nuevo, pero no le tome importancia pensando que se unirían a la cena después.
La cena comenzó en silencio, pero pronto Sabrina rompió el hielo, preguntándome sobre mi vida en el orfanato. Hablaba con tanta ternura que me hacía sentir más cómodo, aunque la mirada severa de Yunna nunca se apartaba de mí.

El repentino sonido de una puerta al fondo del pasillo me hizo saltar. El eco de los pasos que se acercaban a la cocina resonaba en el aire, cada paso parecía aumentar la tensión que ya sentía en mi pecho. Un hombre alto y atlético, con el cabello de un vibrante naranja que casi parecía brillar bajo la luz, apareció en la entrada. A su lado, una adolescente de cabello blanco, parecido al de Sabrina, lo seguía en silencio.
El hombre me dirigió una sonrisa cálida, pero algo en su expresión me hizo sentir incómodo, como si esa sonrisa no llegara del todo a sus ojos.

—¡Hola! Debes ser Davinder —dijo con un tono amistoso—. Soy Lance, el esposo de Sabrina.

Asentí, intentando devolverle la sonrisa, pero algo me detuvo. Al desviar la mirada hacia Sabrina, noté una leve incomodidad en sus ojos cuando Lance la miró. Fue apenas un segundo, pero lo suficiente como para hacerme sentir que algo no iba bien.

—Hola —respondí, tratando de mantener la calma mientras me esforzaba por parecer amigable, aunque mis instintos me decían que no debía bajar la guardia.

La chica que estaba a su lado no se molestó en sonreír. Su incomodidad era palpable, y cuando habló, lo hizo de forma abrupta, como si quisiera terminar rápido.

—Soy Keila —murmuró antes de girarse bruscamente y subir las escaleras sin decir una palabra más, sus pasos resonando con fuerza en el pasillo.
—Encantado de conocerte, Keila —dije, alzando la voz para que me escuchara, pero ella ni siquiera se detuvo. Ni una respuesta. Ni un vistazo atrás. Solo se fue, dejando tras de sí una estela de tensión que parecía llenar la habitación.

Vi cómo Sabrina la seguía con la mirada, sus labios apretados y una sombra de preocupación en su rostro. Algo en la atmósfera cambió en ese momento, como si de repente hubiera una verdad oculta en la sala que no lograba entender. ¿Quién era Keila? ¿Y por qué su presencia parecía incomodar tanto a Sabrina? No podía sacarme esas preguntas de la cabeza.
Lance, sin embargo, no parecía afectado en absoluto. Su sonrisa no vaciló ni un segundo mientras me observaba.

—Bienvenido a la familia, jovencito. Espero que te sientas como en casa aquí —dijo, aunque había algo en su tono que sonaba demasiado... ensayado—. Me encantaría conocer más de ti, pero tengo algunos asuntos que atender.

Con esa despedida rápida, Lance se giró y desapareció también por las escaleras, dejando tras de sí un silencio incómodo.
Intenté relajarme, pero no podía. Algo en todo aquello se sentía mal, fuera de lugar. La inquietud en los ojos de Sabrina contrastaba claramente con la calma gélida de Yunna, quien no parecía afectada en absoluto por la tensión que colgaba en el aire. Todo esto, la frialdad de Yunna, el nerviosismo de Sabrina, la extraña actitud de Lance y Keila... ¿Qué estaba pasando en esta casa?
La cena terminó en un silencio denso. Rose no tardó en recoger los platos, sus movimientos eran rápidos y precisos, pero incluso ella parecía evitar cruzar miradas con nadie. ¿Acaso ella también sabía algo?
De repente, la voz firme de Yunna rompió el silencio, sacándome de mis pensamientos.




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