Cuando finalmente llegamos a la casa, ya era de noche. La fachada de la casa se veía igual de imponente que siempre bajo la luz de la luna, pero ahora me sentía más cansado, como si las horas en la feria hubieran drenado algo más que mi energía.
Al entrar, noté que Lance ya había llegado. Estaba sentado en el sillón de la sala, esperando pacientemente a que llegáramos. Al vernos entrar, sonrió con una leve inclinación de la cabeza, como si hubiera estado aguardando nuestra llegada todo el tiempo.
—Llegan justo a tiempo —Su tono era relajado, aunque había algo en su mirada que parecía haber estado calculando algo mientras nos esperaba.
Rose, por otra parte, ya estaba ocupada preparando la cena. Me llamó la atención su agilidad mientras acomodaba la mesa. Se movía con una precisión que hacía que todo pareciera fluir a la perfección. Colocaba platos, servía bebidas y organizaba los cubiertos con tal rapidez que apenas si la veía detenerse un segundo.
Nos sentamos para cenar, y la atmósfera se sentía tranquila, casi como si todo lo ocurrido en la feria hubiera quedado atrás. Sin embargo, algo me llamó la atención. Keila se sentó cerca de mí, lo cual era raro. Generalmente prefería sentarse más cerca de Sabrina, o en algún lugar donde pudiera mantenerse al margen de las conversaciones. Esta vez, sin embargo, eligió un asiento entre mí y el extremo opuesto de la mesa, lejos de Sabrina y Lance, que estaban sentados juntos.
Mientras Rose iba y venía de la cocina, sirviendo las bebidas y llevando más raciones, no podía evitar observar su eficiencia. Movía platos, llenaba vasos y recogía cubiertos como si fuera una máquina perfectamente programada. Me pregunté cuándo comía ella. ¿Se sentaba a cenar alguna vez, o estaba siempre ocupada sirviendo a los demás?
La cena transcurrió de manera tranquila, casi rutinaria, aunque me resultaba difícil apartar la vista de Rose. Fui de los últimos en terminar, al igual que Lance. Sabrina había terminado mucho antes, y Yunna también, aunque permanecían en la mesa en silencio haciendo platica entre ellas. Justo cuando pensaba que la noche terminaría sin ningún incidente, Lance se dirigió a Keila.
—Keila, ¿podrías acompañarme a mi cuarto? Necesito que me ayudes con algo.
Keila, sin siquiera mirar a Lance, respondió de inmediato:
—No puedo. Voy a hacer algo… con Davinder.
Dijo esto con una firmeza que nunca había mostrado antes, y luego me lanzó una mirada rápida. Por un momento, sentí cómo la atención de todos en la mesa se volcaba sobre mí. La sorpresa era evidente en los rostros de Lance y Sabrina, mientras que Yunna, aunque no lo demostraba abiertamente, parecía estar analizándolo todo en silencio.
Keila se levantó de la mesa y, sin perder tiempo, me tomó de la muñeca. Sentí su mano firme, y sin dudarlo, me llevó hacia las escaleras. Todo pasó tan rápido que apenas pude procesarlo. Mi mente iba a mil por hora mientras subíamos los escalones, la presión de su agarre sobre mi muñeca me mantenía alerta.
Cuando llegamos al pasillo superior, me giré para mirarla, pero ella seguía caminando con determinación, llevándome directamente hacia su cuarto. Todo lo que había ocurrido en la feria, las sombras, los reflejos, ahora parecía estar a punto de cobrar un nuevo sentido, aunque no tenía idea de qué esperar. Keila me llevó por el pasillo contrario al que estaba mi habitación, hacia un rincón de la casa que hasta ahora no había explorado. Al llegar, abrió la puerta de su cuarto sin decir una palabra, permitiéndome entrar antes de seguirme.
La habitación de Keila era pequeña pero muy bien decorada, con una estética que, de inmediato, me recordó un estilo gótico. Las paredes estaban adornadas con estanterías llenas de libros, y aunque no había demasiados muebles, todo parecía tener un lugar específico. Algunas prendas estaban tiradas en el suelo, de una manera que hacía parecer que no le importaba demasiado el orden, pero de algún modo encajaba con el ambiente. La cama, de un negro profundo con una manta a juego, ocupaba un lugar central en la habitación, mientras que pequeños detalles —como una lámpara con pantalla oscura y una colección de figuras en uno de los estantes que reforzaban esa estética sombría. Había algo acogedor pero misterioso en el lugar, como si reflejara perfectamente a Keila.
—Ponte cómodo —dijo Keila sin girarse hacia mí—. Haz lo que quieras, pero quédate aquí un rato.
Me quedé parado, algo incómodo, sin saber bien qué hacer. Todo lo que había sucedido en la cena me seguía dando vueltas en la cabeza, y por supuesto, no pude evitar preguntarle:
—¿Por qué no querías ir con Lance?
Keila, aún de espaldas, se encogió de hombros mientras se dejaba caer en su cama, sin hacer ningún esfuerzo por mirarme. Sus movimientos eran relajados, como si la pregunta no fuera nada importante.
—No quería pasar tiempo con él, eso es todo —respondió, su tono tan directo que me dejó claro que no tenía intención de discutirlo más.
Agarró un libro de la pila que tenía en el estante junto a su cama, lo abrió en una página al azar y empezó a leer. Por un momento, pensé en insistir, en preguntar si había algo más detrás de su repentina decisión de arrastrarme a su cuarto, pero algo en su postura —la manera en que se concentraba en su libro, cerrándose a cualquier conversación— me hizo dudar.
Me quedé sentado en una silla cerca de la ventana, sin saber qué hacer. El silencio se hacía pesado, y la incomodidad de no tener nada en qué enfocarme me carcomía. Después de un rato, mis ojos vagaron por la habitación, deteniéndose en la estantería más cercana. Los lomos de los libros parecían antiguos, algunos desgastados, y me intrigaron lo suficiente como para levantarme y examinarlos más de cerca. Tomé uno al azar, y cuando lo abrí, reconocí que era una novela de terror.
Miré el resto de los libros en el estante y me di cuenta de que casi todos eran de géneros similares: terror, misterio, y algunos con títulos que sugerían temas sobrenaturales. Me pregunté si ese interés por lo oscuro era la razón de la decoración de su cuarto.
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Editado: 08.11.2024