La luz del amanecer se filtraba débilmente por las cortinas de la habitación, iluminando los rincones con un resplandor suave y apagado. Abrí los ojos de golpe, mi respiración agitada y el sudor corriendo por mi frente. Había vuelto a mi habitación, pero con una sensación de agotamiento que pesaba sobre todo mi cuerpo, como si no hubiera dormido en absoluto. A pesar de estar despierto, mi mente seguía atrapada en las imágenes del sueño: las sombras, la voz de mi padre, y esa advertencia que aún resonaba en mi cabeza.
Intenté sacudirme el sopor y, tras algunos minutos mirando el techo, decidí que lo mejor sería levantarme. Mi cuerpo se sentía pesado, como si la falta de descanso me hubiera robado todas las fuerzas. Me puse lo primero que encontré y bajé las escaleras lentamente, con la esperanza de encontrar algo que me distrajera.
En el camino hacia la cocina, me encontré con Rose. Estaba subiendo por las escaleras, cargando una canasta de ropa en los brazos. Sus ojos se fijaron en mí al instante, y su expresión pasó de neutral a preocupada en un segundo.
—Davinder, cariño, ¿estás bien? Te ves algo cansado.
Me froté los ojos, tratando de ocultar mi agotamiento.
—Estoy bien, solo estoy un poco adormilado por… los eventos de ayer.
Ella me miró con algo de curiosidad, pero no insistió. En cambio, me guiñó un ojo mientras seguía caminando.
—Espero que te haya servido el descanso. Es bueno saber que Yunna te llevó a tu habitación anoche. Fue un gesto amable de su parte, ¿no crees?
Me detuve en seco, parpadeando un par de veces mientras procesaba lo que acababa de decir.
—¿Yunna? —pregunté, sintiendo un extraño nudo en el estómago—. ¿Ella fue quien me llevó?
Rose giró levemente la cabeza, aún caminando, como si lo que acababa de decir no tuviera nada de especial.
—Por supuesto. ¿Quién más? Yo lleve a Keila a su habitación cuando ellas llegaron.
No dije nada más, pero mi mente no dejaba de dar vueltas. ¿Yunna? ¿La misma Yunna que apenas parecía hablar conmigo a menos que fuera para darme instrucciones? Era algo que no encajaba con lo que conocía de ella...
—Bueno, ¿quieres desayunar? Sabrina y Yunna ya estan en la cocina. Vamos.
Asentí en silencio y la seguí hasta la cocina. El aroma del café y del pan recién horneado llenaba el aire, lo que hizo que mi estómago gruñera a pesar de la tensión que sentía. Sabrina estaba sentada en la mesa, hojeando un periódico con expresión tranquila, mientras Yunna servía té en una taza.
Sabrina levantó la vista cuando entré y me dedicó una sonrisa cálida.
—Buenos días, Davinder. ¿Dormiste bien?
Asentí levemente, aunque sabía que mi expresión decía lo contrario. No quería que me hicieran más preguntas, así que simplemente me senté en mi lugar habitual y comencé a servirme un poco de jugo.
Yunna apenas levantó la mirada hacia mí, ocupada con el té, pero su presencia me hacía sentir ligeramente incómodo después de lo que Rose me había dicho. Decidí no mirarla directamente mientras me sentaba.
La conversación entre ellas empezó, al principio sobre temas cotidianos, hasta que Sabrina dejó escapar un suspiro y se dirigió a Yunna con una mirada más seria.
—¿Cómo está Keila?
Yunna levantó la vista de su taza, su expresión inmutable, aunque su tono mostraba algo de cansancio.
—Está en su habitación descansando. Todavía tiene fiebre, pero al menos durmió mejor anoche. Lance estuvo revisándola temprano.
—Me preocupa que sea algo más que un simple resfriado. Tal vez deberíamos llamar a un médico especializado.
—Ya lo pensé, —respondió Yunna, colocando la taza sobre la mesa con cuidado—. Pero necesitamos observarla un poco más antes de alarmarnos. No debemos someterla a más estrés del necesario.
Sabrina asintió levemente, aunque no dijo nada más. El silencio que siguió me hizo sentir que había algo más en la situación de Keila, algo que no estaban diciendo. ¿Qué tan enferma estaba realmente?
Mientras masticaba un pedazo de pan, no podía evitar notar cómo la atmósfera en la mesa se sentía un poco tensa. Las palabras de Rose seguían repitiéndose en mi cabeza: "Fue Yunna quien te llevó." Intenté no mirar hacia ella, pero era imposible ignorar su presencia, tan fría e imponente como siempre. Sin embargo, algo me decía que había más en ella de lo que dejaba ver, algo que no terminaba de comprender.
El sonido de Rose acercándose a la mesa rompió mi cadena de pensamientos. Colocó un papel junto a mí con un gesto casual, susurrando:
—Creo que esto es tuyo. Lo encontré ayer cuando lavé tu ropa.
Miré el papel y lo reconocí al instante. Era la dirección de la escuela de Sarah. Un rastro de esperanza iluminó mi mente, pero también sabía que explicar esto no sería sencillo. Y mucho menos frente a Yunna. Tomé el papel de la mesa, tratando de no llamar la atención, pero el movimiento no pasó desapercibido. Sentí la mirada de Yunna fija en mí y, como si estuviera esperando el momento adecuado, habló con ese tono firme que siempre lograba congelarme.
—¿Qué es eso, Davinder?
Mis dedos apretaron el papel con nerviosismo. Sabía que ocultarlo solo generaría más preguntas, así que decidí enfrentarla.
—Es la dirección de la escuela de Sarah. Ayer, sus padres me dijeron que podía ir allí… si era posible.
Yunna, que hasta ese momento parecía concentrada en beber su té, levantó la mirada. Sus ojos se posaron en el papel con una mezcla de curiosidad y algo más que no pude descifrar.
—¿Escuela? —preguntó, su voz calmada pero firme—. ¿Dónde está?
Sin pensarlo demasiado, le pasé el papel. Ella lo tomó con cuidado y lo leyó en silencio. Su ceño se frunció ligeramente, y el ambiente en la mesa se volvió más tenso.
—No. —Fue lo único que dijo al devolverme el papel.
Mi corazón se hundió un poco al escuchar su respuesta, aunque ya me lo esperaba.
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Editado: 02.12.2024