Las Sombras Ocultas De La Familia Suzuki

Capitulo 13: Cuidando lo Inesperado

El camino de regreso a casa parecía mucho más largo de lo que recordaba, tal vez porque la adrenalina de haber escapado por un rato de la casa me había dejado con una extraña sensación de libertad. Lance y yo no hablamos mucho durante el trayecto; solo el sonido del motor y los murmullos de la radio llenaban el aire mientras él conducía con una calma preocupante. No podía dejar de pensar en todo lo que había aprendido hoy sobre la escuela y la criatura, pero también había algo que me seguía dando vueltas en la cabeza: Las palabras de Lance.

Cuando llegamos a la puerta de casa, Lance detuvo el coche y me miró por un momento con una sonrisa algo tensa, como si estuviera pensando en algo más que decir.

—Bueno, chico, esto es todo por ahora. —dijo con su tono tranquilo, como siempre, pero había algo en sus ojos que no me gustaba—. Tengo una junta a la que asistir, así que te dejo por aquí.

—¿Una junta? —pregunté, casi sin querer saber más, pero lo dije por la curiosidad.

—Sí. Ya sabes, negocios. Lo de siempre. —respondió, y luego hizo una pausa, como si estuviera decidiendo si añadir algo más. —Recuerda, no todo en este mundo es tan sencillo como parece. Ten cuidado con lo que crees saber.

Me sorprendió un poco, pero no dije nada, solo asintiendo mientras me bajaba del coche.

—Nos vemos más tarde. Saludas a los demás de mi parte —dijo Lance mientras arrancaba el coche, y antes de que pudiera responder, ya estaba desapareciendo por la calle.

Al quedarme allí de pie, solo con el sonido de la puerta cerrándose, me sentí una extraña mezcla de nerviosismo y logro. Había logrado salir sin que nadie lo notara. Solo tenía que encontrar la manera de entrar de nuevo sin que Yunna o cualquiera de la casa me descubriera.

Me adelanté hacia la puerta de entrada, observando desde la esquina para asegurarme de que nadie estuviera mirando. Tenía todo planeado en mi mente, sabía que debía ser rápido y silencioso. Me aseguré de que las luces de la cocina estuvieran apagadas, como si todo estuviera en su lugar, antes de deslizarme rápidamente dentro de la casa.

Pero justo cuando puse la mano en el pomo de la puerta y lo giré con cuidado, una figura apareció ante mí.

Era Yunna.

Me congelé en el mismo lugar, mi corazón acelerándose como si me hubiera caído en una trampa. Estaba parada frente a la puerta, con los brazos cruzados, mirándome fijamente.

—¿Y tú qué haces aquí? —su voz estaba cargada de una autoridad fría que me hizo sentir más pequeño de lo que ya era.

—Yo… —comencé, con la mente en blanco por un segundo, buscando algo que decir, pero nada coherente salía de mi boca.

—¿Creías que no me iba a dar cuenta? —dijo Yunna, sin apartar la vista de mí, su tono severo. Se acercó un paso más, y me sentí como si estuviera atrapado, sin salida. —Estás fuera de control, Davinder. ¿Por qué te escapaste de esta manera? ¿A donde fuiste?

Mi mente comenzaba a trabajar a mil por hora, buscando una excusa, una razón que pudiera salir sin que pareciera sospechosa. Pero al final, la realidad me alcanzó: ya era tarde para mentir.

—Perdón, solo quería salir un poco, no creí que fuera un gran problema… —dije, pero me sentí como si mis palabras fueran inútiles.

Yunna suspiró profundamente, y cuando habló de nuevo, fue con una firmeza que me heló.

—No puedes seguir comportándote así. Te lo he dicho muchas veces. No puedo permitir que te vayas sin explicaciones y sin reglas. —Se acercó aún más, su rostro tan cercano al mío que sentí la presión de su mirada—. Si no te comportas de manera adecuada, te castigaré.

Me quedé mudo. La amenaza era clara, y lo sabía. Pero había algo en su voz que me hizo sentir que no solo me estaba regañando por escapar, sino que había algo más detrás de sus palabras. Un peso oculto.

—Lo siento, Yunna… No lo volveré a hacer. —respondí, casi sin darme cuenta de lo que decía.

Pero ella no me miró con simpatía, ni siquiera con enojo. Solo con una mirada que me decía que lo que había hecho no solo era un error, sino un desafío a las reglas que no podía permitirse ignorar.

Me quedé en silencio, mientras ella se mantenía firme frente a mí, y la presión de su mirada pesaba sobre mi pecho. Sin decir una palabra, ella finalmente se aparto de la puerta para dejarme pasar.

Al dar un paso dentro, me sentí más vulnerable que nunca, como si hubiera abierto una puerta en la que no debía haber entrado. Pero no dije nada más. Intenté dirigirme a mi habitación después del regaño de Yunna, sintiéndome derrotado. Todo lo que quería era meterme bajo las sábanas y fingir que el regaño nunca había pasado. Pero apenas di un paso hacia las escaleras, sentí una mano firme en mi brazo.

—¿A dónde crees que vas? —La voz fría de Yunna me congeló en el lugar.

Me giré lentamente, deseando que esta vez hubiera algo de indulgencia en su mirada, pero no. Sus ojos estaban tan duros como siempre, y antes de que pudiera decir algo, ella ya me estaba arrastrando hacia la cocina.

—Escucha bien, Davinder. Si quieres andar actuando como un adulto y saliendo por ahí, vas a empezar a asumir responsabilidades también.

Intenté decir algo, pero las palabras se ahogaron en mi garganta. Cuando llegamos a la cocina, Yunna me soltó y empezó a sacar varias cajas y un papel doblado de una bolsa que estaba sobre la mesa. Las cajas tenían etiquetas de medicina que no reconocía, y el papel parecía ser una lista.

—¿Qué es esto? —pregunté, finalmente encontrando mi voz, aunque sonó mucho más débil de lo que pretendía.

Yunna se giró hacia mí, empujando las cajas y el papel hacia mis manos con más fuerza de la necesaria.

—Keila sigue enferma —dijo, con ese tono directo suyo que no dejaba lugar para argumentos—. Sabrina y yo vamos a salir a comprar más medicina. Mientras tanto, tú vas a cuidarla.

Parpadeé, sorprendido.




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