Las Sombras Ocultas De La Familia Suzuki

Capitulo 18: Sombras en la Piedra

Aún con el corazón latiendo con fuerza por la sorpresa, me obligué a salir del armario y enfrentar a Sarah, quien seguía con los brazos cruzados y una ceja arqueada, claramente disfrutando la situación.

—¿Qué… qué haces aquí? —pregunté finalmente, mi voz aún algo tensa por el susto.

Sarah me miró con una expresión inocente.

—¿Cómo que qué hago aquí? Ya te había dicho que iba a venir hoy.

Fruncí el ceño. ¿Me lo había dicho? Mi mente repasó nuestra última conversación, tratando de encontrar algún momento en el que hubiera mencionado eso… pero no recordaba nada.

—No es cierto, ¡No me dijiste nada! —dije, cruzando los brazos también.

Sarah me miró, parpadeando un par de veces antes de soltar un suspiro dramático.

—¡Claro que sí! Fue antes de que te fueras.

Negué con la cabeza.

—No, no lo hiciste.

—Sí, sí lo hice.

—No.

—Sí.

Nuestra discusión siguió por unos segundos, hasta que Sarah se detuvo, entrecerrando los ojos con una expresión pensativa. Su expresión cambió ligeramente mientras su mirada se desviaba hacia un lado, como si estuviera revisando en su memoria.

—Espera… —murmuró antes de soltar una pequeña risa—. Oh.

—¿Oh qué?

Sarah soltó una risita nerviosa antes de rascarse el cuello.

—Tal vez… solo tal vez… olvidé decírtelo.

La miré sin poder creerlo.

—¡Pero en mi defensa! —levantó un dedo, interrumpiéndome antes de que pudiera reclamarle—. Estaba totalmente convencida de que lo mencioné.

Apretó los labios, como si intentara encontrar una justificación mejor, y luego chasqueó los dedos con entusiasmo.

—Además… quedó mejor como una sorpresa, ¿no?

Me quedé en silencio, tratando de decidir si reír o frustrarme más. Con Sarah, estas cosas eran normales. Aun así, no dejaba de ser desconcertante que simplemente apareciera en mi casa sin previo aviso.

—Por cierto, antes de que me digas otra cosa —dijo con tono casual—, la mujer de ojos rojos me dejó entrar.

—¿Rose?

Sarah asintió con una sonrisa satisfecha.

—Sip. Toqué la puerta y cuando me abrió, le dije que era tu amiga y que venía a verte. Solo me dijo que estabas arriba y que no hiciera mucho escándalo.

—¿Ella te dejo pasar así nada más...?

—Obviamente. ¿Quién podría negarle algo a una cara tan adorable como la mía? —dijo, señalando a sí misma con orgullo.

Mire al suelo por un momento y al regresar mi mirada a ella, la encontré balanceándose ligeramente sobre sus talones, con esa sonrisa ligera que claramente mostraba que estaba divirtiéndose con la situación.

—Bueno, ya estoy aquí, ¿no? —dijo con una pequeña inclinación de cabeza—. ¿No me vas a invitar a sentarme o me vas correr de la casa cruelmente ?

Puse los ojos en blanco, pero una pequeña sonrisa se asomó en mis labios antes de que pudiera evitarlo.

—Pues ya qué…

Cerré el armario y me aseguré de que todo estuviese en orden antes de hacerle un gesto a Sarah con la cabeza para indicarle que me siguiera fuera de la habitación desconocida. Sarah lo hizo sin objeciones, caminando con la misma confianza de siempre, como si esta casa no fuera completamente ajena para ella.

Ni siquiera habíamos salido completamente al pasillo cuando empezó su interrogatorio.

—Entonces, ¿La señora gruñona ya dijo que sí vas a ir a mi escuela o todavía está en su fase de negación absoluta?

Antes de que pudiera siquiera abrir la boca para responder, Sarah continuó, como si tuviera una lista de preguntas preparada.

—¿Y qué hay de la criatura esa que viste en tu sueño? ¿Has encontrado algo más? Porque yo investigué algunas cosas, y déjame decirte que hay criaturas bien raras, pero ninguna coincide con la que me describiste.

No había terminado de procesar su segunda pregunta cuando lanzó una tercera.

—Por cierto, ¿cómo te ha ido aquí? ¿Ya te acostumbraste o todavía sientes que estás en un universo alterno?

Mi mente intentaba seguirle el ritmo, pero las palabras salían de su boca a tal velocidad que apenas tenía tiempo de organizar mis respuestas.

—Eh… —murmuré, sintiéndome cada vez más abrumado.

—¿Eh? Eso no es una respuesta

Aceleré el paso hasta llegar a la puerta de mi cuarto y la abrí rápidamente, señalándole que entrara antes de que hiciera más preguntas de las que podía manejar. Sarah pasó primero, mirando a su alrededor con curiosidad antes de dejarse caer sin ceremonia sobre la cama.

Aproveché el momento para tomar aire y organizar mis pensamientos antes de hablar.

—Yunna dijo que no podía ir a tu escuela —solté finalmente, cerrando la puerta detrás de mí—. Dijo que estaba muy lejos y que es muy cara.

Sarah suspiró, visiblemente molesta.

—Sabía que iba a decir eso… Típico.

La ignoré y seguí con mi explicación.

—Sobre la criatura… no he encontrado nada nuevo. Desde aquel sueño, no he vuelto a verla, aunque…

Hice una breve pausa, recordando la extraña sustancia negra que Keila había tosido días atrás.

—Hubo algo raro. Keila estaba enferma y cuando tosió, dejó una mancha negra en las sábanas. No sé qué era, pero Rose y Yunna parecían preocupadas cuando lo vieron.

Sarah se enderezó un poco en la cama, interesada, pero no interrumpió.

—Y sobre cómo me ha ido… —suspiré, mirando hacia la ventana—. No sé. Es diferente. Se siente… más estable que antes, pero al mismo tiempo… —Busqué las palabras adecuadas—. Como si hubiera cosas que no termino de entender.

Sarah asintió lentamente mientras escuchaba, aunque en realidad estaba más ocupada explorando mi cuarto con la mirada. Se puso de pie y empezó a tocar y agarrar algunas cosas sin ningún reparo: una figura pequeña que estaba en el buró, un libro que había dejado abierto sobre el escritorio, incluso mi piyama que había doblado en la silla.

—No sé por qué, pero me imaginaba tu cuarto más desordenado —comentó con una media sonrisa antes de soltar la piyama y tomar otro objeto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.