Las Tres Damás De La Caridad

Capítulo I, Presentación

Hoy, un día tan corriente como todos, se escucha aquel silencio extenso. Sopla el aire frio de la soledad que traumatiza, que abarca la corrupta noche de Abril; amantes lujuriosos se ven en los parques, capaces de desnudar el alma, encaminándose a una velada de placer, con proporciones expresivas de relaciones amorosas.

Entre toda esta oscuridad luminosa de la ciudad se encuentra un lugar, cubierto por fronteras de vegetación, que son la respuesta de voces encerradas en el delirio de una muerte agobiante; árboles que comunican su preocupación, con soplidos suaves que erizan a aquellas mujeres capaces, capaces de entregarse, en alma y cuerpo a sus amantes, entre las hojas que caen en la acera del poco asfalto. Chocando las ramas, unas con otras, como si de aplausos emotivos se tratase.

En medio de ese bosque, una cabaña, con la calurosa bienvenida que deriva desde la puerta principal hasta la que conduce a su patio,  divida en cuatro habitaciones, una cocina y un baño, en los cuales se puede percibir el aroma de un dulce hogar; su patio grande, abrazado por la compañía de la naturaleza bella y hermosa, contiene en su centro un gran árbol; siempre verde de altura de diez a doce metros, con postura de llorón, con ramillas colgantes en forma zigzagueante, corteza fibrosa, llena de vigor, rugosa, de color castaño rojizo, con hojas en forma de lanzas, agudas y que se estrechan en ambos sentidos, olor a menta piperita, acompañado de flores blancas.

La Cabaña es habitada por tres jovencitas y su madre. Doña Martha, la cual, el paso del tiempo es marcado por su cabellera blanca, como la nieve en una estación de invierno; su rostro muestra cansancio, producto de una vida difícil; cuerpo delgado, estatura baja; ojos negros, llorosos y a la misma vez claros, demuestran su capacidad de sacrificio: todo el esfuerzo a cambio del bienestar de sus hijas. Irradia honradez, amor y orgullo por lo que hace. Una señora de entre sesenta a setenta años. Su paso por la vida ha sido sufrido, duro, malagradecido. 

En sus días de lozanía conoció a su aparente príncipe, aquel que le regalo la luna, le pinto pajaritos en las nubes, sueños que se quedaron en humo, un supuesto caballero, de nombre fiscal. Al conocerlo ella abandonó todo, por ir junto a él. Al comienzo todo fue de maravilla, color rosa, pero el paso de aquel que no se sienta a esperar, le termino jugando una mala pasada. Ya con treinta y nueve años y una hija de dos años; cansada de los abusos verbales, físicos, psicológicos, llevo a esta señora a la locura aparente, querer escapar de una vida odiosa, de una falsa ilusión de cambio. Decidió abandonar al hombre; un viernes de abril, con las maletas listas, ocultas, con su marido alistándose para ir a trabajar, ya que este era vigilante. Esperando ansiosamente que se marchara, fingiendo que todo estaba bien. El hombre se marchó, ella espero unos minutos, tomo sus maletas y su hija, y se fue dirigiéndose hacia un lugar lejos, recóndito, una ubicación insospechable, así fue que llego a una vereda del Cauca, llamada los cafés, un lugar invadido de la frescura natural, rodeada de montañas, bellos colores, un aroma de pureza y bondad, Aquí Martha se instaló, trabajando duro por su hija pequeña, cosechando el rico café, y aprendiendo cada día más de las personas que la recibieron con cariño, su nueva familia; una vida de campo pero digna y preciada.

Un día hubo una visita de estos señores de la mafia blanca, encorbatados con insignias de una supuesta ayuda, y en realidad lo que buscan es el poder, engañadores de discursos claramente bien elaborados, metiendo la cizaña en el trigo de la vida. Doña Martha conoció en esta visita informal a un supuesto hombre de carácter formal, que le propuso una ayuda incondicional, pues al caballeroso amigo nuestro, le quedó gustando la señora aquí presentada, con gentileza digna de cualquier depredador, metió la lengua ateniense, de cualquier filosofo enredador, con intenciones íntimamente relacionadas al placer hedonista. Unos tras otros días de visitas seguidas, este señor logró convencer a Martha para que viajara junto a él, y así fue que ella termino viviendo en la ciudad urbanizada de Bogotá, en un apartamento del norte de la ciudad, con lujos y detalles de muestras de “afecto”, entro en el juego de convertirse en la otra. Nuestro queridísimo amigo termino solo utilizando a Martha como un juguete sexual, como una porta más del placentero secreto, que es la sexualidad, llevando a esta dama a la crisis de identidad; así pasaron los años, hasta que el viejo senil se aburrió de ella, abandonándola junto a una nueva criatura.

Ella decidió volver a su tierra natal, con muy poco dinero entre sus manos, dos criaturas, y una decepción hacia los hombres, sí, estos embusteros que solo buscan el placer, ¿o talvez son las malas elecciones que se hacen al escoger? Ahí, en su tierra busco a su exmarido, y se volvió a rejuntar con él, el sujeto la recibió con muestra de que le hacía mucha falta, le mostró la cabaña que había comprado, el cambio que él había tenido, el encuentro personal que tubo consigo mismo, un cambio que cruelmente no duro mucho, solo unos cuantos años, y así ya con tres hijas volvió a una rutina de la que quiso escapar y termino cayendo nuevamente en ella; aunque con todo esto vivido, seguía mostrando amor profundo y enorme hacia sus hijas, el fruto de sus malas decisiones, pero que en el fondo deseaba que se superasen así mismas. 




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