Capítulo 4 -
El sol brillaba intensamente ese domingo. Los tres se habían reunido en el parque cercano a la escuela, un lugar tranquilo, rodeado de árboles altos y césped verde que parecía recién cortado. Había algo relajante en el aire, y aunque el calor del día era casi insoportable, la sombra de un banco al fondo les ofrecía un respiro.
Hana estaba recostada en el banco, mirando al cielo mientras se estiraba. Izan estaba sentado cerca de ella, con una expresión melancólica, mientras Niko daba vueltas alrededor, buscando algo con lo que entretenerse.
-Ya solo queda una semana para que termine el semestre, ¿eh? -comentó Hana, rompiendo el silencio. Estaba absorta en sus pensamientos, como si algo la estuviera preocupando, pero sus palabras fueron dirigidas a Izan.
-¿En serio? -respondió Izan, levantando la mirada del suelo-. ¿Solo una semana? La verdad es que no puedo esperar para que termine todo este estrés... Sobre todo con Natural, que es un dolor de cabeza total.
-¡Jajaja! -Niko se rió desde donde estaba parado, sacudiendo la cabeza-. Si no hubiera sido por mí, estarías encerrado con la maestra esta Navidad, ¿verdad?
Izan resopló y se dejó caer de nuevo en el banco, cruzando los brazos.
-No lo digas tan alto. Me da vergüenza pensar en ese desastre. -Respondió, mirando hacia el horizonte-. Pero bueno, ahora que lo pienso, ya casi llega Navidad, y no sé ni qué hacer. Ni siquiera podré ver a mi familia.
Hana levantó una ceja y miró a Izan con algo de sorpresa.
-¿Ah, no? ¿Tus padres no estarán en casa? -preguntó, claramente curiosa.
Izan hizo un gesto con la mano, restando importancia al tema.
-No, en realidad no. Mis padres trabajan incluso en Navidad, así que no habrá nada especial en casa. -Se encogió de hombros-. No me importa mucho, la verdad. Me acostumbré a estar solo.
Niko, que había estado escuchando la conversación, se acercó con una sonrisa.
-Yo me voy a la casa de mi abuela para Navidad -dijo, con una mezcla de entusiasmo y nostalgia-. Mis hermanas siempre hacen un alboroto, así que será divertido. ¡Me pregunto si habrá nieve!
Hana miró a Niko con una ligera sonrisa, pero luego, sin más, preguntó:
-¿Y tú, Hana? ¿Qué vas a hacer?
Hana, al escuchar su nombre, dejó escapar un suspiro y, sin mirarlos, les lanzó una mirada rápida.
-Eso no es asunto de ustedes. -respondió, casi de forma brusca.
Izan se quedó en silencio por un momento, ligeramente ofendido por la respuesta. Niko frunció el ceño, pero Hana ya estaba mirando hacia el parque, claramente queriendo terminar el tema.
-Oye, no te pongas así, ¿qué pasa? Somos amigos, ¿no? -preguntó Niko, ligeramente molesto.
Hana no dijo nada, pero su tono de voz cambió.
-Ya les dije, no es asunto de ustedes. -repitió.
Niko no insistió más, pero una sombra de incomodidad se posó sobre él. Izan, viendo cómo la tensión comenzaba a subir, decidió intervenir antes de que las cosas se complicaran más.
-Vamos, chicos, ya basta de pelear. -dijo, tomando la iniciativa para cambiar de tema-. ¿Qué tal si mejor nos enfocamos en lo que realmente importa ahora? ¿La caja? Podemos ver qué hay dentro y dejar de darle tantas vueltas a la Navidad.
Hana asintió sin decir nada, y Niko, aunque con algo de reticencia, aceptó la sugerencia de Izan. Los tres se acomodaron cerca del banco, mirando la caja que todavía descansaba sobre la mesa frente a ellos.
El silencio que siguió fue breve, pero se notaba que todos estaban un poco perdidos en sus propios pensamientos. Hana, finalmente, fue la que rompió la quietud.
-Vamos a ver qué es lo que realmente tenemos entre manos. -dijo con voz firme, mientras tomaba la caja con las dos manos, preparándose para abrirla.
La atmósfera, que se había tensado unos momentos antes, comenzó a relajarse mientras la curiosidad tomaba el control, y todos se inclinaron hacia la caja, listos para descubrir lo que les aguardaba.
Con las manos temblorosas, Izan abrió la caja lentamente. El sonido de la tapa deslizándose sobre el cartón parecía resonar en el aire, marcando el inicio de un momento crucial. Al principio, lo que vieron fue una mezcla de cosas que parecían bastante comunes: papeles enrollados, folletos viejos y algunas piezas de merchandising que definitivamente pertenecían a tiempos pasados. Pero, lo que realmente llamó su atención fue un cartel de promoción del club de música, uno con un diseño antiguo, un logo de la banda The Hollow Chords, que había sido impreso en colores ya desvaídos por los años.
-Vaya, esto parece un relicario de la banda... -comentó Niko, mientras deslizaba una de las piezas de merchandising por la mesa. Había una serie de botones con el logo de la banda, un llavero de forma extraña y, lo más interesante de todo, una figura pequeña de cerámica, un antropófago, que parecía haber sido esculpida a mano.
Izan se quedó mirando esa figura por un momento, sintiendo una extraña conexión con ella. La pieza llevaba una inscripción en la base que decía "Hecho por Ató", uno de los miembros de la banda que habían encontrado en la cuenta de fans.
-Esto... ¿es parte de lo que la banda hacía? -preguntó Izan, tocando la figura con cautela, casi como si temiera que se desintegrara al tacto.
-Parece que sí. -respondió Hana, mientras revisaba el contenido del resto de la caja. Entre el polvo y los papeles amarillentos, algo más atrapó su atención: un pequeño cartel de promoción del club. Era casi idéntico a los que encontrarías para cualquier actividad extracurricular en una escuela, pero el nombre "The Hollow Chords" brillaba en letras grandes. En la parte inferior del cartel había un número de teléfono, uno con una apariencia vieja y manchada, como si hubiera pasado por mucho.
Hana lo sostuvo entre sus dedos, miró a sus amigos y luego volvió a examinar el número de teléfono. Los tres se miraron en silencio por un instante, con la misma idea cruzando sus mentes al mismo tiempo.