Las últimas Notas

Capítulo 7

Capítulo 7

El sol de la mañana brillaba con fuerza, pero Hana no parecía notarlo. Caminaba con la mirada baja, observando sus propios pies avanzar sin pensar demasiado en el camino. A su lado, Niko e Izan intentaban hablarle, contarle alguna tontería o hacerla reír, pero ella no reaccionaba. Sus pensamientos la mantenían atrapada, como si todo a su alrededor se hubiera vuelto lejano y borroso.

Desde la noche anterior, una pregunta la atormentaba: ¿De verdad vale la pena seguir investigando?

Habían avanzado bastante, pero ¿realmente les serviría saber la verdad sobre The Hollow Chords? ¿Esto los ayudaría a resolver el problema con el Consejo Estudiantil? O peor aún… ¿y si solo están perdiendo el tiempo?

La frustración seguía en su pecho como un peso insoportable. Y encima, Emilia… Esa maldita Emilia. No podía sacársela de la cabeza, ni la rabia que le provocaba.

Sin darse cuenta, ya habían llegado a la casa de antigüedades.

—¡Hana! —Niko la llamó, sacándola de su ensimismamiento.

Ella levantó la mirada y parpadeó. Niko estaba sujetando la puerta, mirándola con ligera preocupación. Izan ya había entrado, y ahora solo faltaba ella.

Suspiró y dio un paso adelante. Tal vez no tenía respuestas todavía, pero algo dentro de ella no le permitía rendirse.

Entró a la tienda.

El sonido de la campana resonó cuando los tres entraron a la tienda de antigüedades. El ambiente seguía siendo el mismo de la última vez: polvoriento, con un olor a papel viejo y madera gastada.

El hombre del mostrador levantó la mirada de su libro y los observó con calma.

—Ustedes otra vez… ¿No tienen otro pasatiempo?

—¡Claro que sí! Pero este es nuestro favorito por ahora —respondió Niko con una sonrisa despreocupada, apoyando los codos en el mostrador.

Izan lo empujó suavemente para que no hiciera enojar al hombre.

—Queremos confirmar unas cosas sobre la banda.

El hombre suspiró, cerrando su libro con pesadez.

—A ver… ¿Qué quieren ahora?

Hana, que hasta ahora había estado en silencio con los brazos cruzados, fue la primera en hablar.

—Sabemos que Ató no volvió a la banda después de su accidente.

El hombre asintió sin dudar.

—Correcto. Su lesión lo dejó fuera de los escenarios. Para cuando estuvo bien, la banda ya no existía.

—Eso significa que, aunque Makoto lo reemplazó en los conciertos, Ató seguía siendo parte de la banda, ¿verdad? —preguntó Izan.

—Sí. En total eran cinco: Meru, Ató, Makoto, Akira y Haru.

Hana frunció el ceño, confundida.

—Espera… entonces si Ató seguía siendo parte de la banda, ¿eso significa que él era el líder?

El hombre la miró como si hubiera dicho algo absurdo.

—¿Ató? ¿El líder? No, para nada.

Hana parpadeó.

—¿Eh? Pero… tiene sentido. Ató estuvo desde el inicio, y parecía alguien importante en las fotos.

—Eso no significa que fuera el líder —dijo el hombre con tono neutral—. De hecho, nadie sabe quién era.

Hana lo miró incrédula.

—¿Cómo que nadie sabe?

—Exactamente eso. La banda nunca tuvo un líder visible. O si lo tenía, nunca lo dijeron.

Niko e Izan intercambiaron miradas, mientras Hana parecía aún más frustrada.

—Eso no tiene sentido… una banda siempre tiene un líder.

—Quizás —respondió el hombre con calma—, pero en este caso, el líder no era ninguno de los cinco.

El silencio se hizo pesado entre los tres

Hana observó la caja con los recuerdos de The Hollow Chords que había traído con ellos, tratando de asimilar todo lo que acababan de escuchar.

Apretó los labios y levantó la vista hacia el hombre detrás del mostrador.

—¿Cómo sabes todo esto? —preguntó con el ceño fruncido.

El hombre, que había estado en silencio por un momento, levantó la mirada con cansancio.

—Los seguí por un tiempo —respondió con voz baja—. No como un investigador ni nada de eso… solo reuní información básica sobre ellos.

Hana entrecerró los ojos.

—¿Seguiste a la banda? ¿Por qué harías algo así?

Hombre suspiró pesadamente, pasando una mano por su rostro como si estuviera agotado.

—Fue por mi hermana —dijo finalmente—. Ella… ella los amaba más que a nada en el mundo.

Niko e Izan intercambiaron miradas antes de que Hana volviera a hablar.

—Entonces… ¿tú también eras un fan?

Hombre parpadeó, sorprendido por la pregunta. Durante un segundo, pareció dudar, pero luego dejó escapar una risa amarga.

—No exactamente —murmuró, apoyando los codos sobre el mostrador y entrelazando los dedos.

Hana notó cómo su mandíbula se tensó y cómo sus hombros parecían encorvarse, como si el peso de lo que estaba a punto de decir fuera demasiado grande para sostenerlo.

Finalmente, tras un largo silencio, Ethan exhaló lentamente y murmuró:

—Era mi hermana pequeña la fanática.

La habitación se sumió en un silencio pesado.

Hana sintió un nudo en la garganta al ver la expresión de hombre. Sus ojos oscuros reflejaban un dolor profundo, una herida que nunca había cerrado.

Niko bajó la mirada, sin saber qué decir. Izan se cruzó de brazos, como si intentara encontrar una manera de aliviar la tensión.

Hombre, por otro lado, simplemente se quedó quieto, mirando la caja de recuerdos con una tristeza indescriptible.

—Todo esto —dijo en voz baja— lo reuní para ella. Para cuando volviera…

Su voz se quebró ligeramente al final de la frase, pero rápidamente se aclaró la garganta y desvió la mirada.

El ambiente dentro de la tienda de antigüedades era pesado, como si el aire estuviera atrapado en un pasado lejano que se negaba a desvanecerse. Ethan estaba sentado detrás del mostrador, con los brazos cruzados y una mirada que parecía perdida en el tiempo.

Hana, Niko e Izan lo observaban en silencio.

Frente a ellos, sobre la mesa, estaba la caja polvorienta que Ethan ya les había entregado. Dentro estaban los recuerdos de una historia que nunca tuvo un final feliz.



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En el texto hay: tristeza, misterio amistad, bl juvenil

Editado: 26.03.2025

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