Lucy estaba de pie al final del pasillo del hospital, con la mano agarrando el cuello de su abrigo con fuerza, la mirada tan fría que podía congelarse. El corazón se le aceleraba y sentía todo el cuerpo como si estuviera al borde de un precipicio, a punto de caer en cualquier momento. Al otro lado del teléfono, la voz de Carter Willowson era como una bomba de relojería que hacía añicos su tranquila vida.
Carter apareció al final del pasillo, con la espalda recta como una estatua, como si aquel lugar ni siquiera le perteneciera. Con cada paso que daba hacia delante, el corazón de Lucy se hundía un punto más, y en su cabeza sólo quedaba un pensamiento: esta noche se había acabado todo.
──«Es mi hija, Lucy». Carter se volvió, sus ojos tan tranquilos e indiferentes como siempre, su voz baja y fuerte con una determinación que no podía ser refutada, «Asumiré la responsabilidad de su educación.»
Lucy se quedó helada, sintiendo como si se le atascara el cuello. A duras penas se contuvo y maldijo en voz baja: «¿Asumirás la responsabilidad? Vaya 'asumir'». Ella se rió, sarcástica: «¿Estás en condiciones de decir eso, Carter? ¿Nunca te has preocupado por ella en tu vida y ahora quieres asumir la responsabilidad? ¿Crees que ella necesita tu 'compromiso'?».
Carter seguía de pie, como si no hubiera oído la ira en sus palabras. En lugar de eso, sus ojos se volvieron más profundos, como si estuviera sopesando el peso de cada palabra.
──«Sé que la eché de menos mientras crecía». Su voz era tan baja que resultaba casi inaudible. «No puedo compensar el pasado, pero es mi hija y se merece una vida mejor».
El corazón de Lucy se hundió. Esas palabras, sonaban como una espina en su pecho. Perdió un poco el control y casi aplasta la correa del bolso en su mano.
──«¿Una vida mejor? ¿Sabes lo que necesita? Lo que necesita es una madre. Alguien que la quiera de verdad, no tú, Carter».
Los ojos de Carter se oscurecieron momentáneamente y se detuvo unos segundos, alargando la mano para tocarle el hombro, pero se detuvo en el último momento. Lucy se quedó mirándole la mano, con el corazón destrozado. En ese momento, él vaciló, y ella pudo oírlo.
Respiró hondo y retiró la mano, con un tono más tranquilo, pero con algunos matices extraños:
──«Te equivocas, Lucy». Se acercó un poco más y bajó la voz lentamente: «Crees que soy frío e indiferente, pero también soy responsable. Sé que ahora no lo haces por el bien de Amy, sino por el tuyo».
Lucy se quedó helada, con un zumbido en la cabeza. No pudo evitar reírse, un poco amargamente de sí misma.
──«¿Por mí misma?» Bajó la mirada y respiró hondo, tratando de no derrumbarse. «Ni siquiera lo entiendes, Amy lo es todo para mí, ¡mi única familia!».
Carter se acercó lentamente, la atmósfera se congeló, pesándola hasta el punto de que apenas podía respirar.
──«Ella también es mi familia, Lucy». Hizo una pausa: «Pero no puedo dejar que siga viviendo esta vida insegura. Nunca le pedí que abandonara su mundo, pero ahora, tengo que tomar una decisión».
Los ojos de Lucy se oscurecieron momentáneamente cuando sintió que una pesada presión comenzaba a oprimir su corazón desde cada centímetro de su piel. Ella sabía que esto pronto se volvería inmanejable, pero nunca lo dejaría ir.
──«No dejaré que te la lleves, Carter». Susurró, con voz temblorosa pero decidida.
Se giró violentamente y se dirigió hacia la ventana, como un torrente que surgía en su interior, la ira y el miedo casi le impedían respirar. Se agarró con fuerza al marco de la ventana, la escena que tenía delante era borrosa.
Carter se quedó quieto, con los ojos clavados en su espalda durante una fracción de segundo, y luego se volvió y se mofó:
──«En ese caso, me saldré con la mía».
A Lucy se le encogió el corazón y se volvió, clavando sus ojos en los de él. Sus palabras llegaron como un disparo de advertencia, con fría determinación. Su corazón se aceleró, pero la confusión creció en su interior: ¿podía mantener a Amy en su mundo o no? ¿O debía tomar decisiones demasiado difíciles de soportar?