Amy se había trasladado de un colegio público de una pequeña ciudad a un colegio de élite en el centro de la ciudad. Cada día que entraba en el edificio, sentía una extraña oleada de ansiedad. Los niños de aquí no son los que ella conoce y se siente como una extraterrestre. La hija de Carter Willowson, todo el mundo sabía quién era. Sí, su nombre era su etiqueta, y dondequiera que fuera, la veían como un producto de los Willowsons.
Al principio, trató de mantener las distancias y evitar ser el centro de la conversación. Pero poco a poco se dio cuenta de que no podía escapar. La observaban, esperando a que hiciera el ridículo, a que cometiera un error, a que fuera indigna de su condición de «hija de Carter Willowson».
Todos los días se sentía atrapada en una caja de cristal transparente. En clase, las miradas prácticamente la penetraban, y los comentarios susurrados y las risitas a sus espaldas la calaban hasta los huesos. A la hora de comer, se sentaba sola en un rincón, rodeada de chicos que charlaban, pero ella ni siquiera tenía la oportunidad de entablar conversación.
──«Eres una Willowson, ¿verdad?». preguntó de repente una chica, con los ojos clavados en ella. «Tu padre es rico, ¿verdad? Entonces, ¿por qué no te quedas en casa y vienes aquí?».
Amy agarró la esquina de la mesa con tanta fuerza que las puntas de los dedos se le quedaron blancas como el papel. Contuvo la ira en su corazón, no quería devolver el golpe, sólo bajó la cabeza y fingió concentrarse en su libro. Pero esas palabras fueron como una aguja en su corazón. No era curiosidad, era provocación.
En casa, todavía no se lo había dicho a Lucy. Tampoco se atrevía a decírselo a Carter. En su casa, cualquier indicio de debilidad era visto como algo inferior. Carter era cada vez más exigente, no sólo para que sacara buenas notas, sino también para que se adaptara a este nuevo mundo. En el mundo de Carter no existía el fracaso, sólo el éxito. ¿En cuanto al dolor y la soledad? ¿Para qué sirve eso?
──«Tienes que adaptarte a la vida aquí, Amy». Carter dijo fríamente, su tono llevaba una orden irrefutable. «No puedes esconderte siempre en un rincón. Tienes que mostrar tu potencial».
Amy bajó la cabeza y golpeó con la punta de los dedos la mesa del comedor varias veces, emitiendo un sonido quebradizo. Sabía que Carter nunca entendería cómo se sentía. Carter nunca le preguntó lo que quería, sólo sabía darle las mejores cosas materiales y educación, y lo que ella necesitaba, no era eso. Lo que ella necesitaba era un abrazo cálido, o una pizca de la preocupación de un padre.
──«¿Por qué no vas a hacer un amigo?». Lucy la miró con preocupación en los ojos. «No puedes estar sola todo el tiempo».
Amy negó con la cabeza, una sonrisa apenas escapando de las comisuras de los labios. «No quiero molestar a nadie más».
Lucy guardó silencio un momento, con un destello de impotencia en los ojos. Solía hacer todo lo posible por crear un ambiente cálido para Amy en la floristería, pero ahora, no podía aportar a Amy lo que realmente necesitaba. Lucy sabía que Amy no se estaba adaptando a este tipo de vida. No necesitaba más cosas materiales, sino más comprensión y amor.
Pero las filosofías de Carter y Lucy estaban cada vez más enfrentadas. Carter pensaba que lo más importante era hacer a Amy «fuerte», mientras que Lucy creía que lo que una niña necesitaba era «amor». Ella no entiende por qué Carter es siempre tan frío y por qué no puede dar más calor a Amy.
──¿De verdad crees que puede soportarlo? ──preguntó Lucy, con la voz cargada de emoción. preguntó Lucy, con una nota de inquietud en la voz.
──«Le estoy dando la mejor oportunidad que puedo». Carter respondió fríamente, como si fuera la única verdad. «Tiene que aprender a abrirse camino en el mundo. No puedes estar siempre ahí para protegerla del mundo».
──«¡No estoy protegiéndola del viento y la lluvia, le estoy dando el poder del amor!». La voz de Lucy se elevó un poco. «Amy no es tu inversión, es nuestra hija y debe ser compartida».
La discusión entre las dos fue subiendo de tono y Amy se quedó en lo alto de la escalera escuchando como su corazón sentía que se desgarraba. ¿Era la hija de Carter o la hija de Lucy? Simplemente no sabía cómo elegir, cómo complacer a ambos.
Al día siguiente, un periódico sensacionalista de fuera de la escuela había tomado en secreto una foto de Amy en el patio de recreo. En la foto, estaba sentada sola en un rincón, con los ojos vacíos y llenos de soledad. La foto se hizo rápidamente viral en Internet y se convirtió en una sensación mediática. Los periodistas empezaron a especular sobre su relación con Carter, criticando su estilo de crianza «frío» y su falta de amor por su hija. El incidente creó tal furor que Carter se vio obligado a tomar medidas más extremas.
──«¡No dejaré que nadie le haga daño!» rugió Carter, con una luz de locura en los ojos. Inmediatamente contrató a un guardaespaldas personal y pidió a la escuela que reforzara la protección de Amy. Carter cree que así la protegerá, pero Lucy piensa que así Amy tendrá más dificultades para adaptarse al mundo.
Lucy decide comunicarse con Carter, pero no espera que éste se muestre tan inflexible contra ella.
──«¡Estás exagerando!» La voz de Carter era fría como el hielo. «Tiene que adaptarse al mundo, y nadie le va a dar tregua».
──«Te equivocas, Carter». La voz de Lucy estaba llena de impotencia y rabia. «Amy necesita una familia cálida, no estas medidas frías. Ya la has hecho sentir sola, ¿quieres someterla a más estrés?».
Lucy sintió una impotencia que nunca antes había sentido. Sabía que no se trataba sólo de educación, sino de un choque entre la forma en que los dos hombres entendían la familia y sus valores.
Unos días más tarde, Amy sufrió un colapso total en su habitación. Cogió el pincel y rompió el papel de dibujo de un tirón. Las lágrimas le corrían por la cara como el agua de un dique a punto de reventar, con la voz entrecortada por la emoción: «¡No quiero esta vida! No quiero nada de esto. Sólo quiero un hogar tranquilo donde al menos no tenga que preocuparme de que me vigilen todos los días».