League of Leguends: Semilla De La TraiciÓn

Capitulo VIII

COMO EN CASA

NO GRIS

EN EL CORAZÓN DE LA CIUDAD CAÍDA.

 

"Tratadlos con honor, Hermanos. No porque nos vayan a dar la victoria hoy, sino porque su destino podría ser un día el vuestro."

Astorath, el siempre eterno.

—Capellán, venga aquí —ordenó Vhadin, al tiempo que se dirigía a un punto especifico.
Corax dejó al puñado de portadores de la verdad que se estaban reagrupando y se dirigió hacia el capitán, que se encontraba en el extremo de la calle.
—Hermano —lo saludó Corax. El capellán contempló la puesta de sol con sus propios ojos, ya que se había quitado el casco—. ¿Qué necesitas?
Vhadin señaló con un gesto de la barbilla el horizonte cada vez más oscuro.
—Me recuerda nuestro hogar.
Oyó un leve chirrido de las juntas de la armadura de Corax cuando éste hizo un movimiento. Quizás se había encogido de hombros.
—¿Dónde están Torgal y la escuadra de asalto? —quiso saber el capellán.
—Están revisando las cimas de las torres —le contestó el capitán—. Me alegraré mucho cuando llegue el momento en que este planeta esté completamente sometido, Corax. A pesar de la necesidad de combatir, ha sido una guerra sin sentido.
—Como tú digas, hermano. ¿Qué necesitas? —inquirió el capellán.
Vhadin siguió sin mirarlo a los ojos.
—Respuestas antes de que volvamos a la nave —le respondió—. Nuestro Señor se ha mantenido lejos de nosotros desde hace un mes, y los sacerdotes guerreros de la legión se reúnen y callan. ¿Qué ocurre en esas reuniones a las que asistís los de armadura negra?
Corax soltó un bufido y se volvió para marcharse.
—No es el mejor momento. Todavía tenemos una isla que someter.
—No me des la espalda, capellán.
Ambos cruzaron la mirada, y las lentes ópticas del casco del capitán quedaron fijas en los ojos entrecerrados del capellán.
—¿Qué es lo que ocurre? ¿Qué es lo que te tiene tan desconcentrado? —inquirió Corax.
Su tono de voz era apacible y conciliador a pesar de su severidad. Vhadin conocía muy bien esa voz. Era el modo de hablar de Corax cuando los guerreros acudían a él con alguna duda espiritual. El capitán no supo por qué, pero tuvo la sensación de que aquello lo irritaba.
Vhadin apuntó con el martillo hacia el otro extremo de la calle, donde dos escuadras estaban atendiendo a los heridos. Buena parte del pavimento estaba ocupado por los restos de otro obsidiano, una criatura de forma cristalina y que estaba siendo desmantelada y destrozada, era un trofeo y un recordatorio. Las torretas de asedio móviles de Dagotal eran objeto de reparaciones de combate bajo la dirección de Segismund.
—Todos estamos ciegos menos tú —añadió el capitán—. Luchamos, tal y como nos han ordenado, y exterminamos una cultura tal y como se nos a indicado. Además, nuestro señor supremo tenía razón. Es una purga del pasado, y eso es bueno para nuestra sangre. La legión necesitaba una victoria después de reunirse para conmemorar el fracaso de nuestro ejército. Pero un mes de silencio más tarde desde que partimos de la tumba de la ciudad perfecta, seguimos ciegos.
—¿Qué quieres que te diga? —le respondió Corax mientras se le acercaba otra vez.
Levantó el guantelete, pero un gesto de indecisión apareció en su rostro y apartó la mano. Tuvo la sensación de que si se la ponía en el hombro de Vhadin, aquello exasperaría al capitán en vez de recordarle la hermandad existente entre ambos.
—Quiero que me respondas a lo que te pregunto e ilumines a tus hermanos de armas, tal y como te exige tu deber.
Corax soltó un suspiro, y con él se le escapó la paciencia.
—Las reuniones de los capellanes son inviolables y secretas. Ninguno de nosotros puede hablar de lo que ocurre en ellas. Además, nos hemos asegurado que las ratas voladoras de Noxus no nos espíen, los cuervos de Swain están ciegos a esta actividad y es lo que me alegra en cierta medida. Solo es una tradición, hermano.
Vhadin bajó el martillo.
—¿Qué tradición? —Replicó el capitán con una risotada carente de alegría—. ¿Qué hay de una legión arrodillada en el polvo, y de que nuestro señor no nos haya dado más que su silencio durante todo un mes? El resto de nosotros necesitamos respuestas, Corax. Yo necesito respuestas.
—Lo que necesitas son ordenes, capitán, pero lo único que diré serán palabras que ya he pronunciado antes. Recurrimos a la Verdad y buscamos un nuevo camino. La legión está perdida, y buscamos las respuestas que la guíen de nuevo. ¿Nos guardas rencor por eso? ¿Deberíamos quedarnos a la deriva, perdidos en el vacío, expulsados de nuestra creencia?
Vhadin notó la saliva ácida que comenzaba a acumulársele y a picarle bajo la lengua.
—Mientras tanto, la legión espera y libra una guerra, igualmente ciega en ambos casos. ¿Los capellanes tienen las respuestas que buscaban?
—Sí, hermano. Creo que sí.
—¿Y cuándo pensáis compartir esas verdades con nosotros?
Corax sacó el crozius y lo empuñó con las dos manos mientras se volvía hacia las escuadras reagrupadas.
—¿Por qué crees que vinimos aquí? ¿Simplemente para acabar con estos blasfemos? ¿Para borrar este patético imperio formado por una sola civilización de la faz de la historia?
—Si crees que carezco de la perspicacia necesaria, por favor, ilumíname —le replicó el capitán con los dientes apretados.
—Paz, hermano. Astorath conoce muy bien el valor de los símbolos, y de la pureza de la intención. Seguimos un camino falso que nos llevó hasta una ciudad de cenizas. En otra ciudad de cenizas comenzaremos a dar los primeros pasos del verdadero camino. Él nos mostrará la senda y realizaremos el Rito de la Remembranza tal y como debe cumplirse, con honor y sinceridad. No sometidos por la Trifarix y maltratados como perros desleales.
Aquello era y no era una sorpresa para Vhadin. No hacía falta ser un profeta para saber que su señor les hablaría después de que aquella isla quedara sometida, pero que aquel gesto quedase convertido en el primer paso de una nueva odisea era a la vez emocionante y turbador.
—Lamento que la hermandad de capellanes no nos haya contado nada de esto, pero gracias por decírmelo por fin.
—Había muy poco que decir antes de que nuestro padre regresara de su larga reclusión. Lo cierto es que no se trata de ningún secreto. —El rostro curtido de Corax se iluminó de nuevo con una sonrisa—. Ahora mismo ya debe de estar enterándose toda la legión. Astorath el sempiterno se reunirá con nosotros en el centro de la ciudad una vez hayamos exterminado la última vida impía que queda en esta isla. Y esta vez, cuando la legión se arrodille en el polvo de una ciudad muerta, será porque esa ciudad ha muerto bajo el fuego de una justicia verdadera.
En ese momento, alguien lo interrumpió.
—¿Capitán? ¿Capitán?
Vhadin se volteo para ver a Torgal.
— Habla, Torgal.
—Capitán, le pido disculpas por otra sorpresa desagradable, pero no se va a creer lo que estoy viendo.
Vhadin soltó una maldición entre dientes, pero las palabras no llegaron a resonar por el ambiente. Ya estaba empezando a cansarse de oír esa expresión a lo largo del día.




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