Lecciones del Corazón.

6.

JAMES

La mañana del sábado me encontró en la universidad, revisando mis notas para la próxima clase de matemáticas. La tranquilidad del campus me ofrecía un respiro del caos de mi vida diaria. Desde que había comenzado a interactuar con Adara, todo había cambiado.

Mis pensamientos se centraban en ella, lo que complicaba mis días. Sabía que debía enfocarme en mis clases, pero cada vez que pensaba en ella, un torrente de emociones me envolvía.

Esa semana había sido un caos total. Después de nuestro café, no podía sacarme la sensación de que algo estaba surgiendo entre nosotros. Cada mirada, cada palabra compartida me hacía cuestionar las decisiones que había tomado en el pasado. La imagen de Adara me perseguía en cada rincón de mi mente, incluso cuando intentaba concentrarme en los números.

Hola, James. ¿Tienes tiempo para hablar este fin de semana?” Me quedé inmovil por un par de segundos, mi corazón acelerado. Aquel mensaje era algo que jamas espere pero que increíblemente, deseaba. Había algo en su tono que me hacía sentir que esta conversación podría cambiar todo. Así que, sin pensarlo mucho, respondí: “Claro, ¿cuándo quieres que nos veamos?

Poco después, acordamos vernos en una pequeña cafetería que quedaba a las afueras del campus. La idea de pasar más tiempo con ella me emocionaba, pero también me inquietaba. Sabía que no podía dejar que mis sentimientos me arrastraran. Sin embargo, la idea de perderla me aterraba aún más.

Cuando llegué a la cafetería, Adara ya estaba allí, sentada en una mesa en la esquina. El lugar tenía un aire acogedor, con el aroma del café recién hecho llenando el espacio. La vi absorta en su teléfono, y por un momento, me detuve a observarla. La luz suave del sol que entraba por la ventana resaltaba su belleza. Me pregunté si ella se daba cuenta del efecto que tenía en mí.

—Hola, Adara —saludé, acercándome a la mesa. Al instante, levantó la vista y sonrió, una oleada de calidez me recorrió de pies a cabeza.

—Hola, James. Gracias por venir —su voz suave pero con un trasfondo de nerviosismo.

Me senté frente a ella, sintiendo que la atmósfera era diferente a la vez que familiar. Había una tensión palpable, y su sonrisa, aunque sincera, parecía esconder algo más profundo.

—¿Qué tal tu semana? —pregunté, tratando de romper el hielo.

—Ha sido… complicada —murmuró, mirando su taza de café como si allí pudiera encontrar las palabras adecuadas. —He estado pensando en muchas cosas.

Esa afirmación encendió algo en mi. Sabía exactamente a qué se refería. Mi mente también había estado en caos. La idea de que ambos estuviéramos luchando con lo mismo me hacía sentir un extraño alivio.

—¿Cómo qué? —inquirí, sintiendo que debía abrir la conversación, aunque temía a dónde podría llevar.

—Sobre mi vida, mi matrimonio… —dijo, con un suspiro que parecía llevar el peso del mundo—. No sé si estoy en el lugar correcto.

¿Cómo podía estar tan segura de lo que sentía cuando yo mismo estaba tan confundido? No quería presionarla, pero al mismo tiempo, sentía que este era el momento para ser honesto.

—Adara, entiendo que esto es complicado. Pero quiero que sepas que estoy aquí para ti, lo que necesites —solté sin medir riesgos, aunque aquellas palabras realmente eran un riesgo.

—Gracias, eso significa mucho para mí. Pero no quiero que esto sea… complicado —frunció el ceño, como si las palabras salieran de su boca a regañadientes.

—Yo tampoco —respondí, sintiendo que la angustia comenzaba a crecer en mi pecho. —No quiero que esto nos afecte. Pero no puedo evitar lo que siento.

Adara me miró fijamente, como si estuviera tratando de leer mis pensamientos. Su mirada intensa me hizo sentir expuesto, y por un momento, las palabras se me quedaron atascadas en la garganta.

—¿Y qué sientes? —preguntó finalmente, su voz apenas era un suave susurro.

La pregunta flotó en el aire, pesada e inquietante. ¿Cómo podía poner en palabras lo que había estado sintiendo? La atracción era innegable, pero también había un profundo deseo de conexión. Sabía que debía ser cuidadoso; no quería que mis palabras la asustaran.

—Siento que hay algo especial entre nosotros. Algo que va más allá de ser solo colegas —mi corazón latía con fuerza.

Su respiración se detuvo por un instante, y su mirada se suavizó.

—Yo también lo siento, James. Pero hay tantas cosas en juego. No sé si estoy lista para enfrentar todo esto —su voz temblorosa me confirmó que ambos luchábamos por lo mismo.

Tomé un sorbo de café, intentando aclarar mi mente. Tenía que encontrar el camino correcto en esa conversación. La verdad era que no quería que se sintiera presionada, pero al mismo tiempo, no podía dejar de sentir que estábamos destinados a algo más.

—No quiero que sientas que debes tomar una decisión ahora. Solo quiero que sepas que estoy aquí, y que estoy dispuesto a esperar si eso es lo que necesitas —trate de calmarla.

—Gracias, eso me ayuda a sentirme más tranquila. A veces siento que estoy en una encrucijada y no sé qué camino tomar —sus ojos reflejando la confusión que también sentía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.