Lecciones del Corazón.

10.

ADARA

El lunes por la mañana me desperté con un nudo en el estómago. Después de mi paseo con James y la cena con Travis, el peso de la realidad me parecía abrumador.

Sentía como si estuviera viviendo dos vidas al mismo tiempo, atrapada entre dos mundos que no se tocaban, pero que tampoco podía separar por completo.

Al llegar a la universidad, el bullicio de estudiantes y colegas llenaba el aire. Intenté concentrarme en mis clases, pero mi mente volvía una y otra vez a James y a Travis. Todo era más complicado de lo que podía manejar, y ni siquiera sabía por dónde empezar a desenredar mis sentimientos.

Apenas crucé la puerta de mi oficina, mi teléfono vibró. Era un mensaje de James.

"¿Tienes tiempo para hablar? Necesito verte." El mensaje era breve, pero directo, como era él. Dudé un momento antes de responder

"Sí, en una hora en el café."

La espera se me hizo interminable. Preparé mis apuntes y traté de concentrarme en la próxima clase, pero sentía que cada segundo pasaba con una lentitud desesperante. Finalmente, cuando llegó la hora, respiré hondo y me dirigí al café del campus.

James ya estaba allí cuando llegué, sentado junto a una ventana. Al verme, sonrió, y su mirada me hizo sentir una mezcla de consuelo y nervios. Me acerqué y tomé asiento frente a él.

—Gracias por venir —saludó mirándome directamente a los ojos.

—No es nada —Sonreí intentando mantener la compostura—. ¿Qué querías decirme? —James se inclinó hacia mí, y su expresión se tornó seria.

—Adara, no puedo seguir pretendiendo que esto es solo una amistad. Lo que siento por ti es algo que no puedo ignorar, y creo que tú tampoco puedes. —Sentí que el corazón se me aceleraba.

Era la confesión que había estado esperando, pero también una que temía escuchar. Miré alrededor, esperando que nadie estuviera demasiado cerca para escucharnos, y luego bajé la voz.

—James… yo también siento cosas que no puedo ignorar. Pero no puedo dejar de pensar en Travis, en lo que significaría para él si supiera lo que estamos haciendo —admití, bajando la mirada. Él tomó mi mano sobre la mesa, y el contacto me hizo estremecer.

—No estoy aquí para presionarte, Adara. Pero tampoco quiero verte atrapada en una vida que no te hace feliz. Te mereces ser feliz, y si eso significa algo conmigo, entonces quiero que lo sepas. Estoy dispuesto a luchar por ti. —Sus palabras hicieron que mi cuerpo se estremeciera, que me sintiera viva.

Había algo en su honestidad que me desarmaba, algo que me hacía querer olvidar las responsabilidades, los compromisos y dejarme llevar por lo que sentía en ese momento. Pero sabía que eso no era justo para ninguno de los tres.

—No quiero hacerle daño a Travis —murmuré, retirando mi mano suavemente—. Ha sido mi esposo por tantos años. Nos hemos apoyado en momentos difíciles… pero siento que el amor que teníamos ya no es suficiente. Siento que nos estamos perdiendo.

—Entonces, ¿qué estás esperando para decirle la verdad? —preguntó James, su voz era suave pero firme—. No estoy diciendo que sea fácil.

Me quedé en silencio, mirando a mi taza de café sin saber qué responder. Travis era parte de mi vida, de mi historia. Pero también sabía que las cosas no podían seguir igual. No podía vivir dividida entre dos amores, uno que representaba mi pasado y otro que prometía algo nuevo y desconocido.

—Lo pensaré, James. Necesito tiempo para decidir qué hacer —respondí finalmente, intentando encontrar un equilibrio entre mi honestidad y mi confusión.

—Tomate el tiempo que necesites, Adara. Pero no te olvides de que tienes derecho a ser feliz, de verdad.

Nos quedamos en silencio por unos minutos más, y aunque no se dijera en voz alta, algo entre nosotros ya había cambiado. nuestro silencio era tan cálido y reconfortante que me negaba a alejarme de él. Cuando nos despedimos, James me abrazó, y su abrazo me transmitió una paz que no había sentido en mucho tiempo.

De regreso en mi oficina, me encontré con Travis esperándome en la puerta. Me sobresalté al verlo ahí, y una oleada de culpa me atravesó.

—¡Travis! ¿Qué haces aquí? —pregunté, intentando ocultar mi sorpresa.

—Pensé en pasar a verte, sorprenderte —sonrió—. Hace mucho que no hacemos algo espontáneo. ¿Quieres almorzar conmigo? —Su gesto me sorprendió y, al mismo tiempo, me hizo sentir miserable.

Travis intentaba reconectar, y yo estaba en medio de una crisis que él desconocía. Sonreí, aunque la culpa me carcomía.

—Claro, vamos.

Caminamos hacia la cafetería del campus, y mientras hablábamos de temas ligeros, me sentí cada vez más dividida. Travis estaba haciendo un esfuerzo por nuestra relación, y yo… yo estaba involucrada con otro hombre. La contradicción me abrumaba. Nos sentamos a comer, y de repente, Travis dejó su tenedor y me miró con seriedad.

—Adara, he notado que estás distante últimamente. ¿Pasa algo que no me estás diciendo? —Lo miré, sorprendida y sin palabras. No quería mentirle, pero tampoco sabía cómo decirle la verdad.

—Travis, yo… —mi voz tembló y bajé la mirada, incapaz de sostener su mirada.




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