Lecciones del Corazón.

14.

ADARA

Las noches se habían vuelto interminables, llenas de pensamientos que se enredaban en mi cabeza. Sabía que era inevitable enfrentar a Travis, que tarde o temprano tendría que decirle la verdad sobre James y sobre lo que yo realmente quería. Pero eso no hacía el momento menos aterrador. Lo más difícil era que, aunque sabía lo que tenía que hacer, también sentía miedo de lo que vendría después.

Al día siguiente, después de mi última clase, decidí ir directamente a casa. Llevaba días evitando hablar de frente con Travis, buscando excusas, escudándome en el cansancio o en la rutina. Pero ya no podía posponerlo.

Entré a la casa y me detuve un momento en la entrada, escuchando el silencio.

—Travis, ¿estás aquí? —pregunté, desde el pasillo.

—Sí, estoy en la sala —respondió con un tono de voz extrañamente apagada.

Lo encontré sentado en el sofá, con un libro en las manos que claramente no estaba leyendo. Su mirada parecía distante, como si estuviera sumido en pensamientos propios. Me senté frente a él, sintiendo cómo el silencio se extendía entre nosotros como un abismo.

—Tenemos que hablar —murmuré finalmente, tratando de mantener la calma, aunque mi corazón latía con fuerza. Él asintió con la cabeza, cerrando el libro lentamente, y me miró con ojos cansados.

—Sí, creo que eso es lo que necesitamos. —Durante unos segundos, ninguno de los dos dijo nada. Sentí que el peso de todas nuestras palabras no dichas estaba a punto de romperse. Y entonces, sin pensarlo demasiado, lo solté.

—Travis, no puedo seguir así —hablé, con un nudo en la garganta—. No puedo seguir fingiendo que todo está bien, porque no lo está. Hace mucho tiempo que dejamos de ser felices, y aunque me duele admitirlo, creo que ambos lo sabemos. —Él suspiró profundamente, como si intentara procesar mis palabras.

—Adara, ¿es por él? ¿Por James? —El escuchar su nombre en boca de Travis me hizo estremecerme, pero no podía evitarlo. Asentí, manteniendo mi mirada fija en la de él.

—Sí, Travis. Pero no se trata solo de James. Se trata de mí, de lo que realmente quiero, de lo que me hace sentir viva. Hace mucho tiempo que me siento atrapada en una vida que no me pertenece. —Su rostro se contrajo, y vi el dolor en sus ojos. No intentó disimularlo.

—¿Y acaso yo no te hice feliz en algún momento? —preguntó en un tono herido—. Porque juraría que tuvimos buenos años juntos, Adara. Que construimos una vida, y que esos momentos también fueron reales.

Sentí cómo la culpa se intensificaba, pero traté de ser honesta.

—Claro que sí, Travis. Pero las cosas cambian. Tú también lo sabes. Las personas evolucionan, ya veces, el amor cambia de forma sin que podamos evitarlo. No estoy diciendo que no te haya querido, solo… solo que no siento lo mismo. —Un largo silencio cayó entre nosotros, uno que parecía cargado de mil emociones diferentes. Finalmente, Travis bajó la mirada, y entrelazo sus manos con fuerza sobre su regazo.

—¿Y qué se supone que debo hacer, Adara? —su voz sonó rota, como si nunca hubiera esperado escuchar esas palabras de mí—. ¿Aceptar que todo lo que construimos no tiene sentido, que no vale la pena luchar? —Le dolían mis palabras, lo sabía, pero también sabía que no podía retroceder ahora.

—No se trata de que no tenga sentido, Travis. Lo que vivimos siempre será parte de nosotros. Pero ahora siento que me estoy perdiendo a mí misma. Necesito ser honesta contigo, y más importante aún, conmigo misma.

Travis levantó la cabeza y me miró directamente, su expresión una mezcla de dolor y furia contenida.

—Así de fácil? ¿Decides que quieres estar con él y ya? ¿No piensas en lo que pierdes, en lo que pierdes yo? —Mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, pero traté por todos los medios de mantener la calma.

—No es fácil, Travis. Nada de esto lo es. Pero prefiero enfrentarlo ahora a seguir mintiéndome, a seguir haciéndote creer que todo está bien cuando no lo está. —Él sacudió la cabeza, frustrado, como si intentara entender algo que para él no tenía sentido.

—Entonces, ¿esto es el final? ¿No hay vuelta atrás? —Lo miré, deseando que hubiera una respuesta fácil, una forma de hacer que comprendiera sin dolor. Pero no la había. Solo pude asentir, sintiendo que con cada palabra que decía, me acercaba más a una verdad que ya no podía ignorar.

—Sí, Travis. Creo que este es el final para nosotros. —Él se levantó del sofá, caminando de un lado a otro por la sala, tratando de controlar la tensión en sus gestos. Finalmente, se detuvo y me miró con una mezcla de rabia y resignación.

—Espero que valga la pena, Adara. Espero que de verdad encuentres lo que estás buscando. —Cada palabra suya me hacía sentir una punzada de culpa, pero sabía que tenía razón en algo: tenía que valer la pena, porque ahora estaba poniendo todo en juego por una verdad que había tardado demasiado en aceptar.

—Lo lamento, Travis. Lamento que sea así. Pero también lamento no haber tenido el valor de enfrentar esto antes —dije, levantándome y acercándome a él, aunque sin atreverme a tocarlo—. Te agradezco por todos los momentos que compartimos, y aunque no pueda cambiar lo que sientes ahora, espero que algún día puedas entender. —Travis respiró profundamente y, después de un segundo, asintió. Sus ojos parecían más apagados que nunca, como si algo en él se hubiera roto.




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