ADARA
Al día siguiente, me levanté sintiendo un peso distinto en el pecho, como si la realidad de lo que había hecho con Travis se hubiera asentado durante la noche.
No era una sensación de arrepentimiento, sino más bien una mezcla de tristeza y alivio, una prueba de que las decisiones más importantes no siempre son las más fáciles de sobrellevar.
Después de darme una ducha rápida, decidí que necesitaba ver a James. La confusión y la intensidad de lo que estaba viviendo requerían la única tranquilidad que sentía con él. Tomé el teléfono y le envié un mensaje breve, pidiéndole que nos encontráramos en el parque cercano a la universidad.
Llegué primero. Me senté en una banca, observando a la gente pasar, todos en sus propias vidas, ajenos a la maraña de emociones que se enredaban en mi pecho. Minutos después, vi a James acercarse desde el otro lado del parque. Su sonrisa me tranquilizó de inmediato, y al verlo supe que había tomado la decisión correcta al salir de casa.
— ¿Cómo estás? —preguntó en cuanto se sentó a mi lado, sus ojos buscando los míos.
—Un poco revuelta, para ser sincera —respondí, mirándolo con una pequeña sonrisa que intentaba ocultar mis nervios—. Pero creo que era algo necesario. Él asintió, poniéndose serio.
—Travis ¿está bien?
—No lo sé. No hemos hablado mucho desde anoche. Ambos necesitamos tiempo para procesar todo esto. —Sentí el peso de mis palabras, y una parte de mí deseaba que Travis pudiera entender las razones detrás de todo esto. Pero sabía que tomaría tiempo.
James me miró fijamente, sus ojos expresando una mezcla de preocupación y cariño.
—Adara, quiero que sepas que no tienes que hacer esto sola. Estoy aquí para lo que necesitas. Sé que has pasado por muchas cosas, y me gustaría ayudarte a encontrar algo de paz. —Asentí, sintiendo cómo sus palabras suavizaban la tensión que se había acumulado en mi pecho.
—Gracias, James. No sabes cuánto significa eso para mí. Pero también sé que esto es algo que tengo que procesar yo misma. Lo que sí puedo decirte es que estar contigo me hace sentir que tomé la decisión correcta. —Sus ojos se iluminaron, y noté cómo relajaba los hombros, como si mi respuesta le diera una seguridad que no había esperado.
—Me alegra oír eso. —Una calidez se extiende por todo mi cuerpo. En ese momento, sentí que estar con él era lo único que necesitaba.
Pasamos unos minutos en silencio, escuchando el bullicio del parque, las risas de los niños y las voces de las familias disfrutando de la mañana. Era un contraste con lo que estaba pasando en mi vida, pero me ayudó a encontrar calma en medio de la tormenta. Finalmente, James rompió el silencio.
—Entonces, ¿qué sigue para ti? ¿Tienes algún plan en mente? —Solté un suspiro, jugando con una hebra de mi cabello mientras intentaba organizar mis pensamientos.
—Para ser sincera, no he pensado en el futuro con demasiada claridad. Solo quiero encontrar una forma de reconstruirme, de entender quién soy realmente y qué quiero en esta nueva etapa. A veces siento que durante años estuve actuando según lo que se esperaba de mí, no según lo que realmente deseaba.
—A veces perderse es la mejor forma de encontrarse. Y tú, Adara, te estás encontrando de una forma que pocos se atreven. Eso es algo admirable. —Su comentario me tomó por sorpresa. Lo miré, y de repente sentí un impulso de abrazarlo, de aferrarme a la seguridad que él me ofrecía. Así que lo hice. Me incliné hacia él y lo rodeé con mis brazos, sintiendo cómo él me correspondía con calidez y firmeza.
—Gracias por estar aquí —susurré, dejando que mi voz fuera apenas un susurro.
Él no dijo nada; no era necesario. En ese momento, las palabras sobraban. Sentir su cercanía, su apoyo incondicional, era más que suficiente.
Después de unos minutos, me aparté ligeramente y lo miré a los ojos, buscando una conexión más allá de las palabras. Y en su mirada encontré una promesa silenciosa, una certeza de que, pase lo que pase, él estaría allí para acompañarme.
—James —dije, tratando de poner en palabras lo que mi corazón estaba sintiendo—, quiero ser honesta contigo. Ahora que estoy reconstruyendo mi vida, quiero que seas parte de ella, pero también quiero tomar las cosas con calma. Sé que ambos tenemos un pasado, y necesito tiempo para sanar.
—Adara, no tienes que preocuparte por eso. Estoy dispuesto a darte todo el tiempo que necesites. No tengo prisa. Lo único que quiero es que seas feliz. —Mis ojos se llenaron de lágrimas, no de tristeza, sino de gratitud.
Aquel hombre frente a mí era lo opuesto de lo que había conocido, alguien dispuesto a caminar a mi lado sin apuro, respetando mis tiempos y mis espacios.
—Gracias, James. No sabes cuánto significa para mí escuchar eso.
Él acarició mi mano, y el contacto, tan simple como parecía, me transmitió una calma que no había sentido en mucho tiempo. Nos quedamos así, en silencio, compartiendo una quietud que, en realidad, decía mucho más de lo que cualquiera de nosotros podría expresar.
Poco a poco, el bullicio del parque fue disminuyendo. La gente comenzó a dispersarse, y el sol ya estaba alto en el cielo, llenando el espacio con una luz cálida. Cuando finalmente nos levantamos para irnos, sentí que algo dentro de mí había cambiado. Estaba lista para enfrentar lo que viniera, sabiendo que tenía a alguien a mi lado que me apoyaría sin condiciones.