2

...

La mañana llegó acompañada de un cielo despejado y un aire fresco que atravesaba las ventanas abiertas de la academia. Los pasillos se llenaban lentamente con estudiantes que se dirigían a sus respectivas clases, algunos aún somnolientos, otros ansiosos por el día que tenían por delante.

Lethia caminaba junto a Cressida, sujetando su pequeño cuaderno de apuntes. Desde su llegada, la idea de enfrentarse a las lecciones de magia le había producido una mezcla de entusiasmo y nervios. Era la primera vez que se sentía parte de algo, aunque aún no estaba segura de si encajaba del todo.

-Hoy comenzamos con Control Elemental Básico -dijo Cressida mientras revisaba su horario-. Es una de las asignaturas principales para los estudiantes de primer año.

-¿Crees que sea difícil? -preguntó Lethia, con una pizca de preocupación.

-Depende del elemento que tengas más afinidad -respondió su amiga, lanzándole una mirada tranquilizadora-. No te preocupes, siempre hay tiempo para mejorar.

El aula donde se llevaría a cabo la clase era un amplio espacio semicircular al aire libre, rodeado de altos árboles que proporcionaban sombra y un ambiente sereno. En el centro, un círculo mágico tallado en piedra servía como plataforma de práctica. Allí ya esperaban varios estudiantes, incluyendo a Kael y Lyra, quienes les hicieron un gesto para que se unieran.

-¡Lethia, Cressida! -saludó Kael con entusiasmo, mientras Lyra observaba con su habitual mirada tranquila pero atenta.

La instructora, una mujer alta con cabello oscuro y ojos penetrantes, llegó poco después. Su presencia era imponente, y el sonido de su voz capturó inmediatamente la atención de todos.

-Soy la profesora Miren Orlais -anunció con tono firme-. Aquí aprenderán los fundamentos del control elemental. Recuerden, la magia no es un juego; requiere concentración, respeto y disciplina.

Lethia sintió un nudo en el estómago mientras Miren explicaba los principios básicos. Los elementos principales -fuego, agua, tierra y aire- se manifestaban de manera diferente en cada persona, dependiendo de su afinidad natural. El primer ejercicio consistía en intentar convocar una pequeña cantidad de energía elemental en el círculo mágico.

-Esto es para evaluar sus afinidades -dijo Miren, señalando el círculo-. No esperen dominarlo de inmediato.

Los estudiantes se turnaron para pararse en el centro del círculo. Algunos, como Lyra, lograron resultados sorprendentes: una suave corriente de aire giró a su alrededor, como si el viento respondiera directamente a su llamado. Otros, como Kael, tuvieron resultados más caóticos; una chispa de fuego apareció, pero rápidamente perdió el control y se apagó.

Cuando llegó el turno de Lethia, su corazón latía con fuerza. Dio un paso adelante, sintiendo las miradas de sus compañeros. Cerró los ojos y trató de concentrarse en las instrucciones de la profesora. Respiró hondo, intentando conectar con la energía dentro de ella.

Al principio, no pasó nada. Luego, una ligera vibración recorrió el círculo, y un destello de luz azulada apareció brevemente antes de desvanecerse.

-Interesante -murmuró Miren, cruzándose de brazos-. Pareces tener una afinidad con el agua, pero necesitarás trabajar en tu control.

Lethia volvió a su lugar con una mezcla de alivio y decepción. Aunque había logrado algo, sentía que no era suficiente.

-Hiciste un buen trabajo para ser la primera vez -le susurró Cressida con una sonrisa alentadora.

-Sí, además, no explotaste nada, lo cual es una ventaja -bromeó Kael, ganándose una mirada de reproche de Lyra.

Después de la clase, Lethia se quedó rezagada mientras los demás se dirigían al comedor. Estaba perdida en sus pensamientos, preguntándose si alguna vez sería capaz de destacarse en algo.

Fue entonces cuando Lyra se acercó, rompiendo el silencio.

-No deberías preocuparte tanto. Los inicios siempre son difíciles.

Lethia levantó la mirada, sorprendida de que Lyra le hablara de manera tan directa.

-¿Tú crees? Pareces tan natural en todo esto.

Lyra suspiró, cruzándose de brazos.

-Porque he estado entrenando desde que era una niña. Mi familia espera que sea perfecta, pero eso no significa que no haya tenido dificultades al principio.

Las palabras de Lyra, aunque duras, tenían un tono sincero. Por primera vez, Lethia sintió que podía ver un lado más humano detrás de la fachada seria de su compañera.

-Gracias -dijo finalmente, con una pequeña sonrisa.

Lyra asintió y luego volvió a unirse al grupo. Lethia, por su parte, decidió que no se rendiría, sin importar cuán lento fuera su progreso.

...

Al final del día, mientras regresaba a su dormitorio, Lethia escuchó un ruido extraño cerca de los establos. La curiosidad pudo más que el cansancio, y se acercó para investigar. Allí encontró a un chico alto y de cabello oscuro, con una expresión seria mientras cuidaba a uno de los caballos.

Él ni siquiera levantó la vista al notar su presencia, como si estuviera acostumbrado a ser ignorado. Lethia quiso saludarlo, pero algo en su semblante distante le hizo dudar.

Decidió no molestar y se alejó en silencio, sin saber que aquel encuentro sería el primero de muchos.

Esa noche, mientras el cielo estrellado se extendía sobre la academia, Lethia se encontraba sentada en el alféizar de la ventana de su dormitorio. Desde allí podía ver las torres iluminadas por faroles mágicos y las sombras de los árboles meciéndose con el viento. Cressida, que compartía habitación con ella, estaba leyendo un grueso libro de teoría mágica en la cama opuesta, pero no tardó en notar la expresión pensativa de su amiga.

-¿Sigues preocupada por lo de hoy? -preguntó, dejando el libro a un lado y acomodándose en los cojines.

Lethia suspiró.

-Supongo. Todos parecían saber lo que hacían, y yo apenas logré que algo apareciera.

Cressida negó con la cabeza, riendo suavemente.