Legalmente enamorados

CAPÍTULO 12

PERSPECTIVA DE LENA

—¿Estás lista? —preguntó Cassie abriendo la puerta de mi habitación.

—en 5 minutos —dije, alisando mi cabello con una plancha de pelo.

Hoy era el juicio del señor Patrick Marvel, nuestro cliente más importante. Cassie y yo nos habíamos despertado hacía unos minutos para prepararnos con anterioridad.

—Permíteme ayudarte —Cassie tomó la plancha—, no quiero que te quemes.

Solíamos plancharnos el pelo mutuamente, pero como Cassie estaba vistiéndose, decidí hacerlo yo. A decir verdad, era un poco incómodo hacerlo por mí misma.

Después de alistar los últimos detalles, emprendimos nuestro viaje al juzgado. Llegamos al cabo de unos 10 minutos, todos estaban presentables en la sala. El señor Craig se encontraba en la mesa izquierda junto al señor Marvel, quien traía un traje color naranja. Harry se encontraba en la primera fila del público, su vestimenta era elegante igual que siempre. Chad aún no había llegado. Cassie y yo caminamos hasta acercarnos a Harry. Saludé al señor Craig con una sonrisa.

—¿No saludas a tu papi? —preguntó Harry sonriendo.

Rodeé los ojos. Cassie se echó a reír. Ella estaba ahí cuando hicimos la majestuosa actuación, por eso entendió su mal chiste.

—El juez ha entrado a la sala —dijo el oficial de policía con su voz gruesa.

Todos se pusieron de pie. El juez se dirigió a su silla y todos retomaron sus asientos. 

 

(...)

 

El juicio estaba en curso y ya habían llamado al señor Marvel al estrado.

—Señor Marvel —el abogado empezó a hablar—, si el padre de su esposa hubiera fallecido, ¿quién se quedaría con toda su herencia?

El abogado era alta estatura y calvo. Sus pantalones anchos lo hacían parecer profesor de matemáticas y su barba lo hacía ver intimidante.

—Mi esposa —se limitó a responder el señor Marvel.

—Y si su esposa muere, ¿a pertenecería el patrimonio de 50 millones?

—A mi hijo y a mí —respondió inquieto.

—¿Entonces tiene razones suficientes para intentar asesinar a su suegro?

—¡Objeción! —exclamó el señor Craig.

—Señor Marvel, ¿usted cambió las pastillas de su suegro por ibuprofeno? —reformuló su pregunta el abogado.

—No —se limitó a responder.

El señor Marvel se veía nervioso, pero era inevitable con lo intimidante que lucía el abogado contrario.

—No tengo más preguntas por ahora su señoría —dijo el abogado antes de volver a su asiento.

Segundos después el juez llamó a Agatha Hill al estrado, la testigo estrella. De ella dependían muchas cosas en este juicio.

—Señora Agatha Hill, jura decir la verdad y nada más que la verdad en este estrado —preguntó el oficial con una biblia en sus manos.

—Lo juro —respondió la señora con su mano derecha levantada y la otra sobre la biblia.

El señor Craig se puso de pie para empezar con sus preguntas, esas preguntas eran su primera parte del plan para ganar este juicio. Desacreditar a la testigo estrella.

—Señora Hill, ¿cuánto tiempo tiene trabajando en la casa de los Marvel?

—Desde que nació el joven Wiliam —se limitó a decir.

Respondió de manera lenta y precisa. Parecía estar entrenada.

—¿Hace cuánto tiempo nació el joven Marvel? —preguntó el señor Craig mientras mirada al público.

—20 años.

—Muy bien —cambió su atención a la señora Hill—. Desde hace 20 años usted también administra la medicación del señor Jackson, ¿correcto?

—Sí —respondió seriamente. 

—¿Cuántas veces al día le daba la medicación para la presión arterial?

—1 vez cada 2 días —respondió sin cambiar su postura.

Era una señora seria. Respondía las preguntas con rapidez y seguridad.

—Usted encontró al señor Jackson tirado en el suelo, ¿correcto?

—Sí —se limitó a responder.

—¿Usted le dió las pastillas ese día? —preguntó el señor Craig mirándola fijamente a los ojos.

—Sí, ¡pero no sabía que eran ibuprofeno! —se sobresaltó.

—Cómo alguien que dice que le ha dado la misma pastilla 2,880 veces —el señor Craig cambió su atención hacia el jurado—, durante 7,300 días, no se va a dar cuenta de que la pastilla es totalmente diferente a la que le ha dado durante 20 años.

La señora Hill se quedó sin palabras, como si estuviera haciendo los cálculos en su mente.

—Señora Hill, ¿ha escuchado del Hospital Psiquiátrico Arkansas? —preguntó el señor Craig mientras caminaba a su escritorio para tomar un documento.

Le pasó una copia al juez y mantuvo una en sus manos.

La señora Hill empezó a mostrarse impaciente cuando el señor Craig le mencionó a quel hospital. Él sostenía el documento que le habíamos dado Chad y yo, que por cierto, todavía no se encontraba en el lugar.

—Sí —dijo ella con voz temblorosa.

—¿Cómo conoce el lugar? ¿Trabajó allí? —cuestionó el señor Craig leyendo el documento que era perseguido por los ojos de la señora Hill.

—No —lanzó un suspiro—, era paciente.

El señor Craig la miró y sonrió, como si estuviera planeando sus siguientes palabras.

—Eso es correcto. Puedo ver aquí que hace 25 años, cuando usted tenía 20 años —la mujer mostró confusión—, tuvo una crisis psicópata e intento de suicidio  tomando pastillas —dijo el señor Craig para luego cerrar el documento.

Todos se estremecieron en sus asientos, incluso Cassie y Harry. Podía ver cada una de las sorprendidas del lugar.

—Su señoría, ¿cómo podemos confiar en un testigo con este récord? Sería negligente —agregó el señor Craig ahora dirigiéndose al abogado.

La señora Hill quedó estupefacta. Su semblante había cambiado por completo. Se veía furiosa y triste. Sin decir una palabra, sus ojos llorosos soltaron una lágrima que recorrió su mejilla.

—No tengo más preguntas su señoría —dijo el señor Craig para volver a su asiento.

No podía evitar sentirme culpable por el sufrimiento de la señora Hill. Chad y yo habíamos arrumpido en su vida privada y gracias a eso, probablemente la iba a introducir como sospechosa.




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