Legalmente enamorados

CAPÍTULO 13

Habían pasado dos días desde el juicio del señor Marvel y todavía no podía creer la forma tan cobarde en la que Chad nos traicionó. Intentó justificarse a través de mensajes de texto diciéndonos que el abogado opositor le había ofrecido un puesto como socio si le daba el disco. Había caído tan bajo solo por un puesto de trabajo. Eso demuestra que no todas las personas que tienen dinero, tienen clase.

—¿Quieres naranja o limón? —preguntó mi padre.

—¿Ah? —su voz me sacó del viaje astral en el que me encontraba.

—El jugo, ¿de qué lo quieres? —replicó.

—Limón —me limité a decir.

Había venido a la casa de mi padre hacía dos días. Disfrutaba visitarlo de vez en cuando, me hubiera gustado hacerlo más seguido, pero nuestra casa estaba a 5 horas de Springfield.

—Una limonada para la princesa Lena —dijo mi padre, poniendo un vaso de cristal sobre el desayunador.

La princesa Lena era el apoyo que mi papá me había dado desde pequeña. Mi madre también adoraba llamarme así, era una lástima que ya no se encontrara con nosotros. A pesar de que falleció cuando sólo tenía 5 años, podía recordar su voz llamándome así.

—Gracias pa —le sonreí antes de darle un sorbo a mi bebida.

Mi padre salió de la cocina por unos minutos y volví a sumergirme en mis pensamientos. A pesar de que había disfrutado estos dos días con mi padre, mi mente no dejaba de pensar en tantas cosas. En la traición de Chad, en Cassie, sobretodo lo que más me molestaba, en Harry. Él no salía de mi mente desde aquel día. No me quería imaginar que hubiera pasado o cambiado si nos hubiéramos besado esa noche.

—¡Sorpresa! —exclamó mi padre.

Estaba parado frente a mí con una pequeña caja alargada en sus manos.

—Papá —sonreí avergonzada—, no tenías que hacerlo —tomé la caja—. ¿Qué es?

Abrí la pequeña caja tipo cofre y era un bolígrafo. Lo tomé en mis manos para inspeccionarlo mejor. Era bellísimo. Su cubierta era color rojo vino y tenía detalles enplantaquue la hacían lucir majestuosa.

—Abogada Lena Clarke —leí.

Ver mi nombre grabado en el bolígrafo me recordar el cuando empecé mi carrera universitaria, sentía que todo era díficil y que el mundo se me venía encima en ese momento. Este bolígrafo era una prueba de todos los sacrificios que hice para ser llamada abogada.

—Gracias papá —lo abracé repentinamente.

—Te lo mereces hija —dijo tiernamente—, estoy orgulloso de ti. Tu madre también lo estaría...

 

(...)

 

Pasaron las horas y era momento de regresar a Springfield. Tenía que salir lo más temprano posible, el viaje sería largo. De todos modos, eran las 2 de la tarde, así que estaba segura de que llegaría al anochecer.

—No te olvides de los duraznos de Cassie —dijo mi padre acercándose a mí.

Él apreciaba a Cassie como si fuera su segunda hija. Los padres de ella vivían en el reino unido, así que siempre pasaba la navidad con nosotros. Mi padre siempre recordaba enviarle duraznos, porque sabía que era la fruta favorita de Cassie.

Estaba ordenando algunas cosas en la cajuela de mi auto, así que aproveché para entrar los duraznos.

—Gracias papá.

—Vuelve pronto hija —dijo mi padre antes de abrazarme.

Sus abrazos eran cálidos y suaves. Se sentían sinceros, como si fuera la última vez que me abrazaría. 

 

(...)

 

Conduje a toda velocidad. Llegué en tiempo récord a Springfield, 3 horas y 45 minutos. Fui a la cajuela de mi auto para sacar los duraznos de Cassie, el resto de las cosas lo sacaría al siguiente día.

—¡Cassie! —exclamé cerrando la puerta detrás de mí—, estoy en casa.

Puse los duraznos sobre la pequeña mesa con 4 sillas y fui directamente a su habitación, no se encontraba allí. Su cama estaba ordenada.

—¿Habrá salido? —me pregunté.

Caminé unos centímetros hasta llegar a mi habitación. Estaba justo al frente de la de Cassie. Quité mi ropa con rapidez y tomé una toalla. El viaje me había agotado bastante, necesitaba una ducha caliente. Regresé al pasillo entre la habitación de Cassie y la mía para ir al cuarto de baño. Abrí la puerta y mi ojos se abrieron como platos. Mi corazón empezó a latir muy rápido.

—¡Cassie! —ahí estaba ella—. ¡Cassie!

Saqué su cuerpo inmóvil de la tina, la cual estaba llena de agua tintada de sangre.

—¡Vas a estar bien! ¿Oiste? ¡Vas a estar bien! Estoy aquí.

Tenía cortadas en sus muñecas. Coloqué suavemente su cuerpo inmóvil sobre mi regazo, que yacía en el suelo frío. Tomé mi teléfono. Marqué a emergencias.

—¡Si! —escuchar la voz de la operadora me dió esperanza—, hola, si, es mi amiga —tragué saliva—, tiene cortadas en sus muñecas. No responde, necesitamos una ambulancia de inmediato —intentaba pronunciar mis palabras correctamente—, la dirección es 175 Forest St Waltham, Springfield, apartamento 203.

Colgué el teléfono. Empecé a llorar. Traté de mantener la calma. —todo va a estar bien, cálmate Lena—.

—¡Vas a estar bien! Cassie ¡Vas a estar bien¡ —arrastré la parte de su pelo que le cubría el rostro—, papá te envió duraznos.

Esperé una respuesta. Continuó el silencio total. No debí dejarla sola. Tenía miedo de no volver a ver a mi amiga nunca más.

Los paramédicos llegaron y les abrí la puerta rápidamente. Ver como cargaban el cuerpo sin vida de Cassie para llevárselo destrozaba mi corazón.

Aún con la toalla puesta, me senté en la cama de Cassie para tratar de asimilar lo que estaba pasando. Vi un papel que yacía en su mesita de noche. Era una carta.

—Lena... lo siento tanto. Me rendí. Sentía que me estaba volviendo loca, no podía seguir pasando a través de otro de esos terribles momentos y arrastrarte conmigo. Siento que no tengo arreglo. —¡No estás dañada Cassie! ¡No estás dañada!—. Tú has sido en todos los sentidos, la mejor amiga que alguien pudiera tener, vi como intentaste salvarme cada noche, como me apoyaste sin importar que recayera al día siguiente, como estuviste conmigo en todos mis momentos difíciles, no te imaginas cuanto agradezco que me hayas apoyado en cada situación. Sé que te vas a sentir triste cuando veas que me haya ido, y lo siento tanto, no te lo mereces... pero no podía seguir viviendo con el aplastante dolor de la tristeza que come mi alma. Gracias por haber sido paciente y asombrosamente amable conmigo desde el primer día. Es importante para mí que sepas que, si alguien hubiera podido haberme salvado, hubieras sido tú. Gracias amiga.




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