P R E F A C I O

El 6 de agosto de 1917 Sali de casa a las 2:00 de la tarde, iba a tomar el te con mis amigas en el pueblo, mi casa era una granja alejada del pueblo y me tomaba 30 minutos llegar, todos los días recorría estos cominos para reunirme con ellas, pero como iba a saber que este día sería diferente.

Llevaba puesto un hermoso vestido rosa pastel con unos zapatos del mismo color planos, odiaba usar tacones. Mi familia no era muy adinerada, pero estábamos bien, todas mis amigas eran de la alta y me regalaban los vestidos que ya habían usado al menos una vez o aquellos que no les gustaban. Yo al ser la mayor de mi familia tenía el deber de casarme a los veinte con un chico ya elegido por mi familia, no estaba feliz de casarme con un chico que nunca había visto y menos si no era por amor, pero el amor era lo que menos importaba si mi familia se veía beneficiada al yo casarme.

Ese día amaneció nublado por lo que intente caminar más rápido de lo normal para no empaparme de la lluvia próxima a caer, pero las cosas no siempre salen como uno las desea y mi suerte ese día ya estaba echada y no a mi favor. Escuche gritos a lo lejos, me detuve para intentar escuchar lo que decían, pero ya habían cesado, segundo después sentí un gran dolor en mi espalda, caí de rodillas al suelo rocoso, sentí como mis rodillas empezaban a arder; a lo lejos divise un grupo de hombres acercarse a mi corriendo, pensé que me ayudarían, me acaban de apuñalar pero que equivocada estaba.

Llegaron hasta mí y lo primero que hicieron fue elegir quien sería el primero en hacerme suya, para ese momento ya no distinguía voces o veía claramente, solo sentía como algo entraba en mí una y otra vez, se detenía unos minutos y después lo volvía a sentir; me estaban violando y no sé cuántos eran o quienes eran.

Volví a estar consciente no sé cuánto tiempo después, ya no se escuchaban risas, ya no sentía que alguien encima de mí, solo sentía las gotas de lluvia en mi rostro, intente moverme, pero no lograba nada. Estaba lista para dejarme morir hasta que escuche voces otra vez, intente gritar, pero no salía nada de mi boca, ya no tenía fuerzas y solo cerré los ojos.