Legnas Extras

3. Humanos

MARATÓN 3 de 4

Dios:

Salí del castillo y me perdí en la inmensidad del Cielo con la esperanza de calmar, no solo mi enojo, sino también mi dolor ante la traición de aquellos que me importaban; mi decepción ante ese propio acto y la impotencia al saberme nuevamente a las puertas de una vida sin propósito alguno.

«¿Estás bien?» preguntó Miguel de repente, sobresaltándome.

Estaba tan sumida en mis pensamientos, en mi aflicción, que no lo sentí llegar.

«Lo estaré» respondí sin más.

Asintió con la cabeza y aunque pensaba que se marcharía, no lo hizo. Se quedó a mi lado acompañándome en el silencio durante un largo rato hasta que se cansó.

«No lo odie, por favor»

«No quiero que intervengas por él, Miguel. No es justo que, a pesar de lo que hizo, tenga quién lo defienda. ¿Y yo qué?»

«Usted puede defenderse sin ayuda» Noté un poco de diversión en su voz y eso me hizo mirarlo. «No estoy justificando su accionar. Estuvo mal lo que hizo y estoy convencido de que él lo sabe e intentará redimirse. Yo solo le pido que no lo odie. Él solo quería su atención»

«Es que yo se la doy, Miguel. No entiendo por qué ustedes no lo ven. De todas las criaturas celestiales, ustedes cuatro son mis favoritos, con los que comparto todo; son a los primeros que acudo rebosante de emoción ante una nueva idea, con la esperanza de que compartan conmigo esa dicha» Suspiré profundo. «Es cierto que las cosas han cambiado, pero estoy aburrida de que día a día sea siempre igual. Quería un nuevo mundo, pero lo quería junto a ustedes. Ahora ya no será posible»

«Lamento eso, aunque no lo crea, entiendo su fascinación por esos seres, aunque también considero que estaba un poco obsesionado. Me habría gustado que hubiésemos logrado un equilibrio para que todos fuéramos felices. Usted con su mundo y nosotros en él, así como usted a nuestro lado. Todos juntos».

«Sí, bueno, gracias a Lucifer, eso ya no será posible»

«Tal vez no todo esté perdido con Adán y Eva»

«Oh, no, sí que lo está. Ellos desobedecieron y ahora tienen que enfrentar las consecuencias de sus actos. No quiero saber nada de ellos»

«Si ese es su deseo, yo estoy con usted. Siempre, sin importar qué»

Sus palabras me sorprendieron muchísimo. Siempre lo consideré como uno de los más leales; pero sentir tanta convicción, provocó algo en mí, aún no sé el qué; solo sé que, antes de darme cuenta, lo estaba abrazando.

Nuestras energías se fusionaron y, aunque al principio sentí la resistencia en él, pues nunca había experimentado ese tipo de intimidad, poco a poco se abandonó al placer de la unión, al regocijo ante nuestros espíritus fusionados como uno solo y, aunque para mí no fue tan intenso como con Lucifer, había una calma adictiva; era como si hubiese encontrado otra parte de mí. Hoy, mirando en retrospectiva, podría describirlo como seguridad.

Con él me sentía segura, protegida, en casa y ese sentimiento se convirtió en una droga para mí; lo buscaba sin parar. Con el tiempo, nos fuimos dando cuenta de que lo que hacíamos estaba mal; sabíamos que estábamos traicionando a Lucifer, pero no podíamos detenernos; de hecho, yo no quería hacerlo y él, no sé si por el placer o por no poder negarme nada a mí, no se resistía. Cada vez que lo necesitaba, ahí estaba él para calmarme, para hacerme sentir segura y en paz. Pero no nos adelantemos demasiado.

Tal y como sabía, unos días después, en los que Lucifer hizo todo lo posible para ganarse mi simpatía, terminé perdonándolo y volvimos a ser los de siempre. Puse todo mi empeño en que las cosas regresaran a la normalidad y no sé si lo logré; tal vez sí, pues Lucifer dejó de protestar; sin embargo, en mi alma había un vacío.

Si bien me encantaba estar con ellos, no me sentía totalmente feliz, me faltaba algo y sabía lo que era. Necesitaba un propósito, algo a qué dedicarme; necesitaba aventura y muchas veces estuve tentada a mirar cómo les iba a Adán, Eva y sus descendientes; pero jamás lo hice, hasta unos cuantos siglos después y fue culpa de Rafael.

Me pregunto si lo sabe…

Él estaba charlando con un ángel, Nianda, deben recordarla, ella es parte del Ejército de Miguel y me atrevería a decir que, en aquel entonces, no había nada entre ellos. De hecho, creo que él le temía un poco, pero no es para menos, ella tiene un carácter peor que el del guerrero celestial.

Ya me desvié…

Iba en busca de Lucifer para hacer algo, lo que sea que me quitase el aburrimiento, cuando los escuché:

«No se lo digas a nadie, por favor» pidió Rafael

«¿Te castigarían?»

«Oh, dalo por hecho. Como Dios se entere de lo que he estado haciendo, no me imagino lo que me hará; así que Nianda, por favor, no lo digas.»

Voy a admitirlo, me asusté. No sabía lo que había hecho, ni se me ocurría nada que pudiera hacerme enojar, pero que, el siempre alegre y jaranero Rafael estuviese convencido de que me iba a enfurecer, no me gustaba ni un poco. Fundamentalmente, porque temía otra decepción, otra traición.

«¿Por qué lo hiciste si sabías que se iba a enojar?»




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