Legnas Extras

6. La profecía

Dios:

A partir de ahí todo fue a peor.

Lucifer supo de mi altercado con Miguel y, aprovechando la brecha que se había creado entre los tres Arcángeles y yo, intentó que lo siguieran. No lo consiguió, hoy, mirando en retrospectiva, sé que ellos, a pesar de todo, nunca me dieron la espalda, que fueron fieles hasta el final. En ese entonces, no lo veía tan así.

El Arcángel caído secuestró a Rafael. Busqué con desespero a Miguel y a Gabriel para que me ayudaran a rescatarlo. Ellos me pidieron que volviera a unirme, que de esa forma podría enfrentarme a Lucifer y su ejército sin complicaciones, pero no era una opción. Eso significaba volver al Cielo, vivir encerrada nuevamente entre las nubes y no estaba dispuesta a permitirlo. Eso sí, buscamos por mar y tierra, destruyendo a todo aquel que se pusiese en nuestro camino para rescatar al Sanador. Lo conseguimos; sin embargo, cuando regresamos, Nova había sido asesinada.

¿La peor parte?

Todo parecía indicar que lo había hecho yo.

Sin embargo, nunca la toqué; la amenaza que hice aquella noche, se quedó en eso, una amenaza, pues poco después comprendí, que Miguel, aun cuando la había elegido a ella, seguía luchando a mi lado y prefería tenerlo así, a perderlo completamente.

El asesino de la chica dejó mi Gracia esparcida en el cuerpo de Nova; eso, sumado a mi amenaza y a que en la búsqueda de Rafael no estuvimos siempre juntos, llevó a Miguel a creer que había sido yo. Entró en cólera, no atendía a razones y, por primera vez, se atrevió a atacarme.

Yo estaba desesperada, intentaba explicarle que no había tenido nada que ver, pero no entendía o, peor, no quería entender. Estaba totalmente fuera de sí; ni siquiera sus hermanos, que también creían que había sido yo, pudieron detenerlo de subir al Cielo dispuesto a recuperar su alma y devolvérsela a su cuerpo.

—Tienes que calmarte —ordené mientras buscaba en el mar de almas que habitaban en el Paraíso que había creado para ellas, la de la mujer que amaba.

Si me escuchó o no, no lo sé. Siguió su labor.

—Gabriel, ayúdame —pedí al ver que, en vez de detenerlo, lo ayudaban y solo la mirada que me dedicó, me bastó para comprender que no recibiría nada de ellos.

Harta de todo, nos saqué del pequeño paraíso y cerré las puertas a cal y canto de modo que ninguno de ellos, por más poderoso que fuera, pudiera acceder.

—¡Ábrelo! —ordenó.

—No.

—Vitae, abre la maldita puerta.

—Escúchame, Miguel, no la maté. No le hice nada.

—Sí lo hiciste. La mataste porque estabas obsesionada conmigo; porque no podías soportar que ya no estuviese dispuesto a hacer todo lo que tú pedías. Porque ahora que ya no tenías a tu Arcángel preferido, yo era todo o que te quedaba y no estabas dispuesta a perderme.

—¡No lo hice! —grité—. La amenacé, sí, estaba fuera de mí esa noche. Tenía miedo a perderte, es verdad, pero luego me di cuenta de que, a pesar de todo, tú estabas ahí. Lucifer te tentó y tú dijiste que no. Acepté que estuvieses con ella porque era mejor compartirte, que perderte completamente. ¡No maté a Nova!

—¡Mentirosa!

—¿Por qué no puedes creerme?

—Estaba tu Gracia…

—¡Gracia que perdí mientras luchaba para salvar a Rafael! —Volví a gritar, interrumpiendo sus palabras—. Yo no la maté, fue Lucifer y sé que en el fondo lo sabes. Esto es lo que tu hermano quiere, ponerlos en mi contra para que caigan y lo sigan.

—Vale, si quieres que te crea, sálvala.

—¿Qué? —Esta vez preguntamos Mors y yo.

La maldita solía dejarme las discusiones a mí. Según sus palabras, si ella intervenía, con su carácter explosivo, solo iba a conseguir alterarse y, por consiguiente, todo terminaría en desastre. Al parecer a mí se me da mejor apelar a las emociones de los demás. No podía estar más equivocada; era tan o peor que ella.

—Busca su alma y regrésala a su cuerpo.

—Sabes que eso no es posible.

—Eres Dios, para ti, todo es posible.

—Eso alteraría el destino. Gabriel lo sabe mejor que nadie. Podría resultar en desastre.

—No me importa lo que pueda sucederles a los humanos y al mundo; la quiero a ella de regreso. Así que, si quieres demostrarme que no la mataste, sálvala.

Me volteé a Gabriel intentando buscar su ayuda.

—No me mires. Con todas las veces que has perdonado a Lucifer, creo que esto es lo mínimo que puedes hacer para demostrarnos que sí somos importantes para ti.

Respiré profundo varias veces. Lo que me estaban pidiendo era la receta para el desastre. Los tres lo sabían, pero no estaban dispuestos a dar su brazo a torcer; aun así, yo no podía permitirlo.

¿Ven por qué los tres estaban tan enojados por haber mandado todo a la mierda al salvar a los Hostring? Por ellos no estuve dispuesta y sin embargo por Saaam y Adams no me lo pensé. Es cierto que en ese momento aun no sabía que era Dios, pero, de igual forma, los protegí hasta el final.

—No puedo. —Fueron mis únicas palabras y no miento cuando digo que el dolor que vi en la mirada de Miguel, lo sentí como mío propio.




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