Miguel:
Odio a los humanos.
Es decir, nunca fueron santos de mi devoción porque son la causa por la que mi familia se fue al diablo… Bueno, tal vez no sea exactamente así. En realidad, creo que fueron el detonante, porque la culpa la tuvo Lucifer y tal vez el manto oscuro que nos impidió ver en lo que se estaba convirtiendo.
El punto es que, ese desagrado que les tenía y que mejoró solo un poco luego de conocer a Nova, terminó por convertirse en odio tras pasar la mayor parte de mi existencia vagando entre ellos, esperando el maldito momento en que comenzara la misión que Dios me encomendó.
Caminar en la Tierra siempre fue cosa de Rafael. Él lo amaba y en todo el disparatado plan de Dios, estoy seguro de que él habría preferido estar en mi lugar; definitivamente, yo habría preferido estar en el de él. Encerrado en el Cielo junto al resto de los ángeles, poniendo orden entre mis semejantes mientras aguardamos a que las puertas del Cielo se abran y la guerra comience nuevamente.
Sin embargo, ser un guerrero o, mejor dicho, el mejor guerrero, me convierte en el indicado para llevar a cabo una parte del plan maestro de Dios. Plan que, debo destacar, no tengo ni la menor idea de qué trata. Solo sé que debo procurar que el descendiente del híbrido y el príncipe de los Legnas nazca en el pasado y luego protegerlo con mi vida. Una vez que sus poderes se activen, tengo que colocarle la marca de Dios que sellará su fuerza para que no se salga de control y detendrá su reloj biológico para que pueda llegar al 2020 vivita y coleando.
No me miren raro, puedo odiar a los humanos, pero tanto tiempo entre ellos ha provocado que algunas de sus expresiones formen parte de mi vocabulario.
Mi estancia desde que encerré a Lucifer en el Infierno, Vitae y Mors cayeron en un sueño profundo y mis hermanos y yo nos separamos para cumplir nuestras misiones, si bien no ha sido de mi agrado, no puedo decir que haya sido aburrida. Me he dedicado a luchar tanto con los humanos como con los Legnas, escondiendo mi naturaleza, por supuesto, todo por hacer de mi tiempo algo mucho más soportable.
Cualquiera pensaría que estoy loco por escoger la guerra, pero no, soy un guerrero, el líder del Ejército Celestial, una criatura que no puede morir y, por tanto, no tiene nada que perder. Además, no había mucho más que pudiera hacer, pues después de Nova me juré no involucrarme con humanos otra vez, de ninguna forma y dado que no podía ir con Gabriel para hacernos compañía, pues él estaba en su misión, no me quedó de otra que luchar.
Sin embargo, eso ya acabó. Por fin.
Estoy en Morf y el año 1817 corre con calma, pero sé que mi espera ha terminado, pues hace unos diecisiete años, vi por primera vez a un Lirba Asím de unos tres años y poco después, conocí al híbrido: Maira Roirep, bajo las alas de Cristopher Hostring, un vampiro bastante sanguinario, que en cualquier otro momento habría eliminado, pero viendo que está involucrado con uno de los elementos de la profecía, he tenido que dejarlo con vida. Asesinarlo podría repercutir en la visión de Dios y primero muerto, antes de arruinar las cosas.
Desde entonces, he estado vigilándolos, siendo testigo de la escoria en la que se han convertido y la de cosas horribles que han hecho.
Por suerte para mí, pues eso significa que todo está por terminar, o comenzar, según como se mire, hace unos días el modo de actuar de Lirba y Maira cambió radicalmente, al punto de que pasaron de ser unos hijos de puta sin escrúpulos a intentar salvar al rey humano que ellos mismos planeaban matar; lo que solo puede significar una cosa. Los denominados Doppelganger ya no están en sus cuerpos y los del futuro han ocupado su lugar.
En estos momentos están escondidos dentro de la casa de un brujo bastante extraño y reconocido por estos lares, no precisamente por su alma caritativa, vale destacar. Junto a ellos hay otro brujo, más raro todavía, pues siempre está riendo, algo que me exaspera como no se pueden imaginar. Mientras tanto, yo espero sin mucha paciencia a que los dos tortolitos decidan hacer el amor y que, como resultado, ella quede embarazada. Algo que, vale destacar, no tengo ni idea de cómo va a funcionar. Los Legnas no pueden tener hijos y me consta que ella lo es… Uno bien raro, pero lo es. Él también.
Si bien mis hermanos no saben cuál era la misión que me tocaba, pues Vitae se encargó de que así fuera, yo sí conozco la de ellos. Por eso sé que la tal Maira y, Jazlyn, por supuesto, son nietas de Gabriel. Lo que las hace familia mía… Raro.
El punto es que son descendientes de seres celestiales y nosotros no podemos tener hijos. Gabriel no está en Morf, me he encargado de buscarlo, así que no podrá usar el polvo de la Piedra Sagrada para lograr el milagro. Además, no puede desperdiciarlo, pues tiene que usarlo para darle vida al último Nefilim y luego a la hija de este. Aunque esta última esté aquí, sigue siendo del futuro y, en estos momentos, en 1817, nada de lo que sucederá más adelante, ha sucedido aún, así que su misión no ha terminado. No sé si entienden a qué me refiero. Esto del pasado-futuro es bastante complicado.
Bajo la oscuridad de la noche, observo la casa del brujo sumida en absoluta tranquilidad; salvo por el constante sonido chirriante de la cama de los tortolitos que están en acción. Estoy en el exterior de la barrera para que no noten mi presencia y no, no soy un pervertido, pero según lo que Dios me dijo, esa criatura crece con abismal rapidez, igual que los Nefilim, por lo que sé que desde que sea concebido a que nazca, solo pasarán nueve días. Lo que me da a pensar, que podré saber si ya viene en camino desde el momento en punto en que terminen el acto.