Legnas Extras

13. Propuesta

Jazlyn:

Ha pasado un mes desde el regreso de Dios y sus Arcángeles y un poco menos desde que tuve la oportunidad de tener a mi pequeña en mis brazos por primera vez.

Dar a luz a Alexa en esta ocasión no fue tan traumático como en el pasado, aun cuando sentí cada milésima de dolor durante el parto; pero supongo que no estar huyendo de las garras del enemigo y contar con los mejores sanadores a mi disposición e incluso saber que todos mis seres queridos aguardaban afuera, ayudó a que la experiencia fuera mucho mejor.

Ahora está ahí tan pequeñita y tan tranquilita mientras duerme la siesta, que me parece mentira. A veces me despierto sobresaltada en la noche por una pesadilla bastante recurrente; una en la que alguien, no Miguel, se la lleva de mis brazos y no la puedo ver jamás. No consigo verle la cara al desconocido, aunque Alex cree que se trata de Lucifer. No sería un pensamiento demasiado desacertado dado el historial que tenemos con él; a fin de cuentas, hace poco más de un año fue el mismo diablo quien le puso fin a la vida de mi pequeña.

—No va a desaparecer, aunque dejes de mirarla —dice Alex detrás de mí, sobresaltándome.

He estado tan ensimismada en mis pensamientos y el precioso rostro de la pequeña, que no sentí sus pasos atravesar el pasillo.

Antes de que me voltee hacia él, llega a mí y cruza los brazos alrededor de mi cintura para luego apoyar su barbilla sobre mi hombro.

—Lo dice el que se despierta en las noches más veces que ella solo para asegurarse de que aún está en su cuna.

Se ríe por lo bajo porque sabe que tengo razón. Sí, estamos un poco traumatizados respecto a su bienestar, pero mátennos si no tenemos derecho y muchos motivos para estarlo.

—Touché —susurra antes de darme un beso en la mejilla y soltarme.

Se acerca a la cuna y, con cuidado de no despertarla, le acaricia un cachete. Ella se remueve un poco, pero continúa con su plácido sueño.

La sonrisa que se apodera del rostro de Alex, me enternece el alma. El amor que desprenden sus ojos cada vez que la mira es incalculable y me hace amarlo aún más. Alex es increíble como rey, como guerrero, como amigo, como tío y como novio, pero, como padre es mucho mejor.

—Necesito hablar contigo de algo.

Frunzo el ceño ante su repentina seriedad. Se incorpora quedando frente a mí, separados únicamente por la cuna.

—¿Sucede algo?

—Aún no estoy seguro. —Se rasca la nuca y lo conozco bastante bien como para saber que está nervioso.

El Alex nervioso no augura nada bueno y dado que la batalla para darle casa a los últimos seguidores del diablo no ha llegado a su final, esto me da muy mala espina.

—Mejor vamos a un lugar más tranquilo.

¿Más tranquilo que nuestra habitación? Mis nervios aumentan.

—¿Y Alexa?

—Le pedí a mi hermana que…

Tres toques en la puerta interrumpen sus palabras y Sharon asoma la cabeza completando la frase por sí sola.

—Ya pueden irse, mi sobrina y yo lo pasaremos de puta madre —comenta, acercándose a nosotros—. Ahora lárguense.

Con el ceño fruncido, sin entender absolutamente nada porque, si lo que tiene que decirme el rey es malo, su hermana no debería estar tan relajada, me dejo arrastrar por Sharon hasta el pasillo. Ni siquiera puedo abrir la boca para preguntar qué pasa o pedirle que la cuide porque nos cierra la puerta en las narices.

Alex me toma de la mano y me incita a caminar. No dice nada y yo tampoco, pero no porque no tenga nada que decir, si no porque intento descifrar a qué se debe la tensión de sus hombros, la rigidez de su mandíbula o a que mire constantemente a su alrededor.

La verdad es que no consigo distinguir si está preocupado por alguna amenaza, pues, aunque su cuerpo me dice que sí, sus acciones y las de su hermana, lo niegan rotundamente.

Así que me limito a esperar, algo que no se me da muy bien porque soy una persona en exceso curiosa, aun así, hago lo posible por quedarme calladita. Y lo consigo por varios minutos hasta que llegamos a la puerta que conduce al Núcleo del Reino de los Legnas, ese que, gracias a Dios y sus Arcángeles, literalmente, ya está totalmente restaurado.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunto cuando ya no puedo más.

Él se limita a encogerse de hombros y luego de que los guardias que custodian el Núcleo hacen una leve reverencia, abren la inmensa puerta. Avanzamos de la mano y nos transportamos a un mundo de fantasía totalmente mágico. El Reino de los Legnas es hermoso, pero no creo que existan palabras suficientes para describir su centro.

—Ya verás —dice mientras, sin soltarme de la mano, me incita a entrar.

La brillante luz incide sobre mis ojos y una vez más me encuentro sobre la roca que separa el castillo del Bosque Sagrado. Con la reconstrucción del lugar, no cambiaron muchas cosas. Aún están las cataratas a ambos lados de la gran piedra, justo donde deberían estar las paredes que le ponen fin al palacio; frente a nosotros está el puente colgante y al otro lado el Antiguo, el árbol más viejo que probablemente exista en el mundo. Debajo se extiende un lago, tranquilo a simple vista, que esconde maravillas en sus profundidades, pero que es custodiado por criaturas que pueden ser tan tiernas como maléficas en dependencia de su estado de ánimo. Y, a pesar de todo, hay algo en el ambiente que me dice que no es aquel lugar en el que estuve por primera vez con el príncipe de los Legnas y la odiosa de su hermana.




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